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La estremecedora imagen del paraguas rojo del articulista de 'El Mundo' José Luis López de Lacalle, abierto boca arriba en el suelo, junto a su cuerpo yaciente cubierto por una sábana blanca, tras ser asesinado por ETA, simboliza con toda su crudeza la ausencia de ... tantas víctimas del terrorismo. La familia López de Lacalle Artolazabal cumplirá este jueves veinte años de esa ausencia impuesta por ETA. Ese doloroso recorrido comenzó la mañana del domingo 7 de mayo de 2000, junto al número 4 de la calle Ondarreta de Andoain, cuando en la calma de las primeras horas del día resonaron los cuatro heladores disparos que recibió López de Lacalle. El veterano antifascista que abrazó siempre la bandera de la dignidad humana, en la vida y en la política, tenía 62 años y acababa de estrenar la jubilación anticipada. Pasaban unos minutos de las 9.30 y había empezado a llover, cuando, de regreso a su casa después de comprar más de media docena de periódicos, se topó con el etarra José Ignacio Guridi Lasa, que le disparó dos tiros en el pecho y, tras caer desplomado en el suelo, le remató con otros dos en la nuca. La Audiencia Nacional condenó en 2002 al miembro del 'comando Totto' a 30 años de prisión.
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Dos décadas después de aquella triste jornada, Aitziber López de Lacalle, la hija mayor del que fue uno de los fundadores del Foro Ermua, asegura que la memoria de su aita «sigue muy presente» en el corazón de la familia, amigos y de quienes le conocieron «por su personalidad, por los valores y por la capacidad crítica que nos transmitió». Aitziber López de Lacalle, médico psiquiatra en Ginebra, la ciudad suiza desde la que tuvo que viajar precipitadamente el día del atentado para poder despedir a su padre, comparte en una entrevista con este periódico que «sin memoria no tenemos raíces ni pasado, y sin pasado no hay ni presente ni futuro posibles». La primogénita de la familia recupera la frase del novelista y ensayista francés Albert Camus en la que mantiene que «no llamar a las cosas por su nombre agrava el mal».
- Veinte años sin un aita son muchos, pero es de imaginar que, al mismo tiempo, su recuerdo permanece tan presente como cuando podían compartir la vida con él.
- El recuerdo de nuestro padre sigue evidentemente muy vivo, y más aún en estas fechas.
- ¿Se aprende, irremediablemente, a vivir con ese dolor?
- Sí, aunque las circunstancias de su pérdida lo dificulten.
Una vecina de López de Lacalle avisó a los familiares de la tragedia que acababa de ocurrir. En la casa dormía el hijo menor, Alain, de 22 años y estudiante de Derecho. La viuda de José Luis, Mari Paz Artolazabal, había pasado la noche cuidando a su padre, que estaba enfermo. «¡Me temía que le iban a matar!», confesó tras el atentado con la entereza suficiente para reivindicar que «sus únicas armas eran la máquina de escribir y el bolígrafo».
- No habrá sido fácil para su madre ser la viuda de un asesinado por ETA en un pueblo como Andoain.
- Todos sabemos que el salvaje asesinato de Miguel Ángel Blanco supuso un antes y un después en la toma de conciencia de la fuerza de la ciudadanía en general, y de la vasca en particular, en la lucha cívica contra ETA. Y los andoaindarras no fueron ajenos a ello; tras el asesinato de nuestro padre la gran mayoría lo condenó. Es muy importante recalcarlo. Quien apoyó, activa o pasivamente, o aplaudió el asesinato de nuestro padre, como apoyaron y aplaudieron el de Joseba Pagazaurtundua, el de Juvenal Villafañe, o el hecho de que muchos concejales tuvieran que vivir durante años escoltados en una clara y contundente restricción de sus libertades fundamentales, siguieron en lo suyo durante mucho tiempo.
- ¿Cómo le recuerdan en casa? ¿Cómo era el José Luis aita?
- Sigue muy presente, por su personalidad y por los valores y la capacidad crítica que nos transmitió. Lo recordamos claro con nostalgia, en estas fechas con tristeza, pero su sentido del humor sigue acompañándonos a través de innumerables y divertidas anécdotas.
López de Lacalle, 'cuscús' como se le conocía familiarmente, forma parte de la memoria histórica de la resistencia al fascismo en Euskadi. Su militancia en el PCE y Comisiones Obreras de Gipuzkoa, de la que fue fundador, le costó cinco años de cárcel en el penal de Soria. Dos meses antes de su asesinato un grupo de encapuchados lanzó cuatro bombas incendiarias contra su casa. Tras ese ataque aseguró en una entrevista en este periódico que estaba dispuesto a seguir llevando «una vida normal». «Los franquistas me encarcelaron, pero jamás se atrevieron a agredir a mi familia y a mi casa», remarcó entonces.
- José Luis fue hostigado muchas veces por radicales, pero, pese a todo, nunca se calló y siguió escribiendo y diciendo lo que pensaba. ¿Alguna vez le confesó si tenía miedo de que le pasara algo más grave?
- Nuestro padre creía firmemente en la política entendida como medio para hacer cohabitar en el espacio social la libertad individual con la experiencia colectiva de la comunidad. Y fue siempre leal a ello. Y esta lealtad implica ser coherente, y él lo fue, a partir de su militancia en el Partido Comunista y a la creación del sindicato Comisiones Obreras durante la dictadura de Franco, hasta sus últimos escritos. Todos éramos conscientes del riesgo; desde pequeños nos han enseñado a mirar la realidad de frente; además los continuos ataques se encargaban bien de recordárnoslo, pero nuestro padre nunca nos lo hizo pesar, al contrario, nos enseñó el valor y la importancia de la lucidez para hacerles frente.
- ¿A lo largo de estos veinte años, cada vez que ocurría un atentado habrá sido como volver a revivir todo?
- Cada vez que ha ocurrido un atentado hemos sentido una profunda tristeza por el hecho de que alguien más tuviese que estar viviendo lo que vivimos nosotros.
- ¿Qué sentimientos le invaden hoy cuando están a punto de cumplirse dos décadas del atentado?
- Estas fechas suelen ser muy emotivas para nosotros, y aunque este año la situación sanitaria no permita que el homenaje de Andoain ni el que todos los años organiza la agrupación socialista de Zarautz junto con la Fundación Mario Onaindia tengan lugar, sabemos que contamos con el respaldo y el cariño de tantos amigos que año tras año mantienen vivo su recuerdo y su legado. Nunca podremos agradecérselo suficientemente.
- ¿Qué valor concede a la memoria y a que la verdad de lo que ocurrió sea la que prevalezca en la historia de este país?
- Sin memoria no tenemos raíces ni pasado, y sin pasado no hay ni presente ni futuro posibles. Y como decía Camus, no llamar a las cosas por su nombre agrava el mal.
En el último homenaje en Andoain, la viuda de Lacalle reclamó una lectura crítica de lo ocurrido en Euskadi que «no blanquee el pasado», y reivindicó que «la voz sin complejos y sin miedos» de su marido y de otras víctimas no sea olvidada. Mari Paz Artolazabal defendió que la convivencia hay que hacerla entre todos, por lo que instó a realizar «un examen exhaustivo para que la convivencia en este pueblo, ya de una vez por todas, se normalice». «Que cada cual saque sus conclusiones», invitó.
Este año será el primero, desde 2002, que no se celebre el homenaje anual en el parque dedicado a la memoria de José Luis López de Lacalle, a causa del confinamiento por la crisis del coronavirus. Los socialistas de Andoain no estarán físicamente junto al monolito cuya placa reza: «En homenaje a las víctimas por la libertad», pero le recordarán a través de las redes sociales, desde donde la portavoz del PSE en el municipio, Maider Laínez, dedicará unas palabras al articulista guipuzcoano. En Zarautz, la jornada que anualmente organiza la Fundación Mario Onaindia en memoria de López de Lacalle se aplaza sin fecha concreta, hasta que se puedan llevar a cabo ese tipo de concentraciones de personas en el Zazpi Kultur Aretoa. El patrono de la Fundación, Alberto Agirrezabal, explica que en esta ocasión estaba previsto que se llevara a cabo una charla sobre el libro 'Gritos frente al miedo' en la que iba a participar su autora, Irene Moreno Biblioni, así como representantes del Instituto Gogora, de la propia Fundación Mario Onaindia y del Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria.
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