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«No está todo hecho», afirmó Tomás Caballero, presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo. Las principales asociaciones y fundaciones de damnificados reivindicaron ayer su ... papel en la construcción de «un relato verdadero» sobre lo ocurrido en este país durante décadas de violencia. «Nadie mejor que las víctimas para defender la historia», resumieron.
El XVIII seminario de la Fundación Fernando Buesa, en colaboración con el Instituto Valentín de Foronda, reunió en una misma mesa, ya fuera de manera presencial o telemática, a los primeros espadas de la AVT, Maite Araluce; Covite, Consuelo Ordóñez; la Fundación Víctimas del Terrorismo; Tomás Caballero, y de la propia Fundación Buesa, Natividad Rodríguez. Bajo la 'batuta' del secretario general del Ararteko, Faustino López de Foronda, los cuatro charlaron sobre los nuevos desafíos del movimiento asociativo.
Nada tiene que ver el escenario cuando nacieron los colectivos de víctimas -la AVT hace casi cuarenta años y el resto hace alrededor de veinte- con el actual. La diferencia más importante es que ETA ya no mata. El apoyo directo a los afectados tras un atentado no es la de antaño, salvo en los casos de terrorismo yihadista, y su labor se ha ido enfocando hacia otras necesidades.
Junto a la asistencia psicológica y jurídica, tal y como subrayó la presidenta de la AVT -es el colectivo mayoritario, con más de 4.700 asociados que son víctimas directas-, se unen la labor de concienciación social y la defensa de la memoria «para evitar manipulaciones». «Seguiremos trabajando los testimonios y las unidades didácticas para que la historia del terrorismo siga estando presente en los colegios», señaló Maite Araluce. Pero también «alzaremos la voz frente a quienes siguen sin condenar a ETA y no consentiremos que se siga viendo como algo normal que se homenajee a un terrorista en su pueblo», añadió. Una pelea, esta última, en la que coincidieron todos. «Seguiremos existiendo como ese espejo en el que quienes justifican a ETA no quieren mirarse», añadió la presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez.
Tomás Caballero tiene claro que las «obligaciones» del asociacionismo «siguen vigentes». Presidente desde julio de la FVT -sustituyó a Mari Mar Blanco-, el hijo del concejal de UPN del mismo nombre asesinado por ETA reconoció que «frente la soledad, ya hay casi un reconocimiento unánime»; y «frente a la ignorancia, hoy tenemos una ley de reconocimiento». «Pero no se puede caer en la autocomplacencia», advirtió. «No sería justo para las víctimas ni para las nuevas generaciones».
Caballero consideró que a los colectivos de afectados se les va a «exigir una rápida readaptación a la realidad». Entre los «nuevos retos» situó evitar que «la falta de violencia convierta a las víctimas en invisibles». Defendió el trabajo de asociaciones y fundaciones en la construcción de «un relato verdadero» porque «los jóvenes no han vivido lo que fue ETA y es primordial contárselo bien», apuntó. «Nuestro testimonio debe ser una importante herramienta de concienciación».
Natividad Rodríguez, presidenta de la Fundación Buesa, apeló por su parte a la unidad de los colectivos de víctimas -«estamos en el mismo barco», recordó-, al tiempo que confió en que la FVT pueda servir de bisagra entre los diferentes colectivos, «tras unos años en los que se ha visto difuminado». Aseguró la viuda del exvicelehendakari socialista que seguirán reclamando justicia y reparación, «pero sobre todo memoria». «Las víctimas podremos retirarnos cuando en todos los ámbitos quede plasmado el 'nunca más'», apostilló.
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