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a. gonzález egaña
Sábado, 20 de noviembre 2021
El 23 de noviembre de 2001, el ertzaina Carlos Mijangos sintió un estremecedor vuelco en el corazón cuando escuchó las palabras de su cuñada al ... otro lado del teléfono: «Carlos, he visto en la tele que ha habido un atentado en Beasain. Le estoy llamando a Javier y no me coge». El mediano de los Mijangos Martínez de Bujo accede a compartir, por primera vez para este periódico, su relato del doble crimen de ETA que acabó con la vida de su hermano y de la agente Ana Isabel Arostegi. Lo hace con absoluta amabilidad, incluso se disculpa: «Si se me corta un poco la voz, es que me cuesta hablar...».
Carlos Mijangos había salido esa tarde de su trabajo de custodia en la Diputación de Gipuzkoa y después de dar una vuelta con su novia, también ertzaina, llegaba a su casa cuando recibió la fatal llamada. «Le dije a mi cuñada: 'Espera un poco que voy a llamar a ver'. Pero yo también telefoneaba y mi hermano no cogía. Pensé: 'Si Javier, que está trabajando en la comisaría de Beasain, está bien, enseguida llamaría'. Me empecé a angustiar. Pusimos la tele y salía un mapa de Gipuzkoa y la frase 'Atentado en Beasain. Dos ertzainas fallecidos'. Me dio muy mal rollo. Al final me dieron la noticia los compañeros de la comisaría y telefoneé a mi cuñada...», relata.
Eran cerca de las siete y media de la tarde de un viernes de otoño, llovía en Beasain y el cruce de Zaldizurreta era un incesante fluir de vehículos de entrada y salida al municipio. Los ertzainas de Seguridad Ciudadana Javier Mijangos Martínez de Bujo y Ana Isabel Arostegi Legarreta acababan de relevar a otros tres compañeros que regulaban el tráfico cuando dos etarras, un hombre y una mujer, los asesinaron a tiros, a bocajarro y por la espalda. Este atentado, contra dos agentes de a pie, elegidos de modo indiscriminado, supuso un salto cualitativo en la espiral criminal contra la Policía vasca. ETA había segado hasta ese momento la vida de otros trece ertzainas y Ana Isabel y Javier cierran la macabra lista. Son, además, dos de los 315 casos -entre los ocurridos tras la Ley de Amnistía- de asesinatos de la banda terrorista sin esclarecer y ocupan el último lugar cronológico de la lista de los 252 crímenes sin resolver en Euskadi. Sus compañeros de la Ertzaintza siguen investigando para hallar respuestas.
El atentado de Beasain fue planificado a conciencia, según aseguraron en su momento fuentes de la Ertzaintza. El etarra se dirigió por la espalda hacia Mijangos y le disparó en la nuca. La bala, con trayectoria ascendente, quedó alojada en la frente del policía, que quedó mortalmente herido y falleció una hora y media después en una clínica de Tolosa. La terrorista se dirigió hacia Arostegi, que debió de escuchar el disparo contra su compañero o notó algo raro a su espalda, porque se giró. Instintivamente puso la mano derecha para proteger su cabeza. El primer disparo le rompió el pulgar, pero una segunda bala le entró por la barbilla. Antes de huir del lugar, la etarra la remató en el suelo. Vecina de Mungia, euskaldún y de 34 años, era madre de tres hijos y estaba casada con un ertzaina. Era la hermana pequeña de una familia numerosa cuya madre se quedó viuda joven.
Javier Mijangos, de 32 años, casado y padre de un niño de once meses, había nacido en Bilbao y era vecino de Miranda de Ebro, la localidad natal de su madre y de su mujer. Javier y su hermano tenían una relación muy estrecha. Se llevaban año y medio, compartían amigos, la misma cuadrilla y jugaban en el mismo equipo de baloncesto. «Como él repitió un curso, le alcancé y estábamos en el mismo pupitre sentados», evoca. «Javier era un gran tío, alegre, jovial, era la salsilla de las reuniones, tenía mucha personalidad y las ideas muy claras. Físicamente era un atleta, su último equipo fue el Loiola Indautxu», recuerda.
Se fue a vivir a Miranda porque le gustaba aquello, pero reconocía que «se notaba muchísima diferencia con Bilbao, sin pintadas ni amenazas». Mantiene una relación muy estrecha con su sobrino, que cumplirá 21 años en diciembre, y con su cuñada. «Hablamos mucho de mi hermano. Nos sale con naturalidad, pero muchas veces desde el desgarro», reconoce mientras comparte con enorme pesar que sus padres, Elvira y Javier, fallecieron el año pasado «después de una agonía de veinte años, sobre todo en el caso de mi madre». «A Javier le segaron la vida, pero el destrozo que dejaron alrededor fue terrible. Mi padre, mi otro hermano, Roberto... Mi madre murió aquel día», se duele.
- ¿Qué les diría a los asesinos de su hermano si pudiera hacerlo?
- No tengo nada que decirles. Ni siquiera sé quién fue, pero si lo supiera lo único que deseo es que se le detenga, se le juzgue con la máxima celeridad, le caiga la máxima pena, cumpla hasta el último día y pase, aunque sea, un mínimo del horror que hemos pasado nosotros.
- ¿Se sigue preguntando por qué les tuvo que ocurrir a su hermano y a su compañera Ana Isabel?
- Nunca me lo he preguntado. Siempre he tenido claro por qué fue. Mi hermano y Ana, igual que tanta gente individualmente o perteneciendo a un colectivo como es el de la Ertzaintza, eran un obstáculo para los planes criminales y totalitarios de ETA. No me hace falta que me digan nada porque ya lo sé, eran unos totalitarios, unos asesinos, unos criminales y a quien les hacía frente lo mataban.
Un mes después de las declaraciones de Otegi en Aiete, Mijangos asegura que no le cree. «No pierdo un solo segundo de mi tiempo en saber lo que dicen Otegi e individuos semejantes. No me merecen ningún respeto ni crédito personas que han apoyado el asesinato de seres humanos y que los han jaleado. No les presto ninguna atención», expresa sin olvidar no solo la muerte de su hermano, sino también la de su amigo Iñaki Mendiluce, asesinado por ETA en Itsasondo en 1995, junto al también ertzaina Joselu González. «Iñaki estaba en mi clase en la academia. Somos de la 13 promoción. Dormía a mi lado y nos hicimos muy amigos», recuerda. «Nos metimos a ertzainas en una época muy dura, pero nunca tuvimos miedo. Tomábamos nuestras medidas de seguridad. Nunca pensábamos que entre 7.000 ertzainas nos iba a tocar».
Mijangos comparte el deseo de que «se pueda llegar a convivir bien» en Euskadi, aunque remarca que «el problema no somos las víctimas, sino actitudes de quienes han apoyado los asesinatos, como se ve en los 'ongi etorris'».
Las víctimas
Nacido en Bilbao y vecino de Miranda, tenía 32 años y era padre de un niño de once meses. Recibió un tiro en la nuca. Quedó mortalmente herido y falleció poco después en la clínica de la Asunción de Tolosa.
Vecina de Mungia, de 34 años, casada y madre de tres hijos. Su marido también era ertzaina. El primer disparo le rompió un dedo pulgar, una segunda bala le entró por la barbilla. Fue rematada en el suelo con un tercer tiro en la cabeza.
Con motivo del 20 aniversario del doble asesinato en Beasain, el sindicato Erne ha organizado para este martes, a las 11 de la mañana, una ofrenda floral en homenaje a los ertzainas Javier Mijangos y Ana Isabel Arostegi ante el monolito erigido en su memoria frente a la comisaría. Acudirá también una representación de la asociación Mila Esker, que a su vez llama a asistir a sindicatos y colectivos.
Erne reclama que se redoblen los esfuerzos en la investigación del asesinato de estos dos agentes porque «no se está haciendo lo suficiente para su esclarecimiento». A este sindicato le consta que «ya hay indicios que indican en la dirección de una persona» e instan al Gobierno vasco y al Departamento de Seguridad «a presentarlos en sede judicial para esclarecer la identidad de los asesinos».
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