El transcurso de la jornada electoral en Cataluña ha dado un ejemplo de cómo aun viviendo una situación de mucho riesgo, se pueden compatibilizar el derecho principal a la salud de los ciudadanos con el derecho a la participación política. El nivel de participación que ... aun sabiendo que no se podía acercar ni de lejos a la de hace cuatro años debido a la pandemia, no obstante ha sido unos cuatro o cinco puntos menor de lo que pronosticaban las encuestas, lo que pone de manifiesto el cansancio de bastantes ciudadanos con el estancamiento político sufrido.
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Y hablando de estancamiento hay que decir que con independencia de los votos obtenidos por cada formación, un primer análisis global no muestra una configuración política con escasísimas posibilidades para poder articular un escenario de cambio. El PSC e Illa han cosechado un excelente resultado en votos y en escaños. La totalidad de su incremento viene casi exclusivamente de las pérdidas de Cs. No ha tenido transferencia de votos desde la izquierda. Pero el triunfo electoral no se va poder materializar en un triunfo político, pues Illa y el PSC no tienen aliados. Illa con su propósito de pescar con redes pelágicas en el caladero de Ciudadanos, no tuvo reparo alguno para anunciar que no pactaría con ERC. La última semana de campaña sufrió en propia carne lo que es el veto en política al establecer los independentistas esa obligación absurda de no pactar con Illa.
Las fuerzas independentistas consiguen mejorar en escaños y porcentaje de votos, gracias al resultado de las CUP, pasando de 70 a 74. Si añadimos los votos conseguidos por el PDeCat la suma superaría el 50% de los votos emitidos. Sin embargo, la disputa entre ERC y JxCat no se ha despejado de forma nítida ni en votos ni en escaños, si bien la primera posición la ostentan ahora los republicanos. Esta diferencia le permite a ERC defender con legitimidad la presidencia en un gobierno independentista, pero no tiene fuerza suficiente para obligar a Puigdemont a cambiar de estrategia y acercarse a la que les gustaría promover a los de Junqueras.
Fuera del ámbito del acuerdo exclusivo entre independentistas, solo queda la posibilidad, difícil y remota, de contemplar la formación de un Ejecutivo de izquierdas entre ERC, CUP y En Comu, que incluya una propuesta pragmática del derecho a decidir y una salida para la cuestión de los presos, que no tendría mayoría absoluta pero que podría negociar la investidura con la abstención de alguna formación al estilo de Sánchez en la moción de censura. Y si no, vuelta de nuevo a elecciones.
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