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Es probable que inicialmente la negociación política pretendiese obtener un acuerdo en materia educativa más etéreo que el que finalmente se ha alcanzado en el Parlamento vasco. Pero la democracia no facilita eludir la realidad. Uno de los parámetros de esa situación que condiciona la ... marcha de nuestros centros educativos lo constituye el descenso de natalidad que cada año bate en el País Vasco una nueva marca. Junto con él, la creciente proporción de estudiantes de origen extranjero. Nuestros centros cuentan con menos alumnado y más diverso, y sus consecuencias constituyen un primer elemento de contexto.
Otros parámetros imposibles de sustraer al debate han sido los malos resultados registrados en todas las áreas de conocimiento en el último decenio. A nuestro problema de una general falta de excelencia y un insuficiente nivel de conocimiento específico de euskara e inglés, se ha sumado la progresiva caída en el dominio del castellano y sobre todo, el retroceso en las áreas matemáticas y científicas. Resultados que son más producto de estrategias fallidas que de falta de esfuerzo.
Y como remate a esta grave situación educativa se encuentra el creciente problema de segregación. Un problema social pero también educativo, que afecta decisiva y desigualmente a los resultados escolares. Finalmente, el pacto conseguido apuesta por abordarlo desde una mayor relevancia de la enseñanza pública con un plan estratégico y una planificación escolar que reduzca la desigualdad desde el origen.
Acostumbrada a resolver problemas a golpe de talonario, Euskadi no ha aguantado bien estos diez años en los que su inversión en educación ha sido menor. El acuerdo plantea una posibilidad de mejor financiación y más controlada, con sistemas de auditorías, procedimientos y unidades administrativas para ganar en transparencia, eficacia y eficiencia.
El compromiso tiene, como no podía ser de otra manera dado el mecanismo de trabajo y la pluralidad de agentes, aspectos contradictorios, pero también otros que pueden tener un fructífero recorrido. En el plano lingüístico por ejemplo, se opta por un marco plurilingüe en el que las dos lenguas oficiales y la lengua extranjera «vehicularán aprendizajes para incrementar así su efectividad», en lugar de la generalización de un único «modelo de inmersión» con una sola lengua de trabajo.
La utilización de estrategias más flexibles y operativas no supone la desaparición de usuales conjuros que tratan mágicamente la resolución de nuestros problemas. Así, la invocación al objetivo de que el alumnado alcance un nivel B1 del marco común europeo de referencia para las dos lenguas oficiales al finalizar la Educación Primaria y un nivel B2 al finalizar la ESO, puede acabar en un mantra de desagradables consecuencias si muda en una selectividad o reválida lingüística en la ley aún por redactar.
La realidad se ha impuesto, pero aprovechar la ventana de oportunidad que abre el desarrollo del acuerdo supondrá mayor exigencia aún a sus firmantes.
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