Urkullu, tocando el txistu. Irekia

Y Urkullu tocó el txistu para la diáspora argentina

El lehendakari emprende viaje a Chile tras clausurar la semana vasca en Argentina

Olatz Barriuso

Enviada especial

Domingo, 4 de noviembre 2018

Tocaba despedirse de Argentina y de los participantes en la Semana Nacional Vasca, en Mar del Plata, cuando el lehendakari abandonó el protocolo. Iñigo Urkullu quiso agasajar a los presentes en el banquete final de estas jornadas culturales cuando se puso en ... pie, cogió un txistu y se puso a tocar. Interpretó 'Ikusi Mendizaleak' y 'Agur Jaunak' y recibió los aplausos del millar de personas que habían acudido a la comida. Fue la manera del jefe del Ejecutivo autonómico de agradecer el trato que ha recibido en su paso por Argentina antes de emprender vuelo a Chile.

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Cuando se habla de la diáspora vasca en Argentina, se suele echar mano de cifras. No es para menos en un país que acoge nada menos que 84 de las 191 euskal etxeak repartidas por el mundo y donde se calcula que un 10% de la población tiene orígenes vascos. Diez de los 29 diputados que firmaron el Acta de Independencia en 1816 tenían ascendencia vasca y, algo más de un siglo más tarde, en 1940, el conocido como 'decreto Ortiz' permitió la entrada masiva de ciudadanos vascos que marcharon al exilio huyendo de la guerra y las privaciones. Por eso lo habitual es que casi todos los vascos que uno se topa en Mar del Plata sean de segunda o tercera generación.

De ahí que el viaje de Urkullu haya levantado una tremenda ilusión. Hasta el punto de que le hayan propuesto al lehendakari que la diáspora tenga un representante electo en el Parlamento de Vitoria. No ocultan sus problemas para gestionar la enorme red de centros vascos, por cuestiones financieras o de relevo generacional, pero viven sus raíces con una intensidad incontestable. Lo cuenta Asier Iriberri, el presidente de la euskal etxea 'Denok Bat', que celebra su 75 aniversario y por eso se encarga este año de la organización de la Semana Nacional vasca, un evento folclórico y festivo que se se celebra cada año en una ciudad de Argentina. El próximo año toca Bahía Blanca y al siguiente Matachín. «Es una fiesta que se espera todo el año porque te juntas con amigos que solo ves en las 'semanas'», interviene Daniel Altamira, ataviado con traje de dantzari.

«Desafío extra»

Iriberri, de madre eibarresa y padre oriundo del valle de Baztán, viajó en marzo «con mi señora y mi hijo» a la Lehendakaritza en Vitoria. Tenía una misión, convencer a Urkullu de que viajara a la fiesta de la diáspora vasca en Latinoamérica. No era una tarea fácil porque, aunque era el único jefe del Ejecutivo vasco nacionalista que aún no había pisado suelo argentino, suele huir de los viajes sin agenda económica e institucional. Dos meses después, Iriberri recibió la confirmación de la Presidencia vasca. «Para nosotros fue un desafío extra, algo muy grande, ser capaces de mostrarle al lehendakari cómo vivimos y sentimos nuestros orígenes en la diáspora».

Fruto de ese empeño, Urkullu ha podido vivir una auténtica inmersión en las expresiones de la cultura vasca al otro lado del charco. El sábado por la tarde, asistió con toda la delegación a una velada de danzas de más de tres horas, en la que participaron hasta 30 grupos de baile. La jornada era intensa, con un colorido desfile en el que se mezclaban tamborreros miméticos a los de San Sebastián, los clásicos personajes del carnaval de Lantz, militares, txistularis y dantzaris, envueltos en olor a 'pochoclos', las clásicas palomitas de maíz. Durante la jornada, organizaron un encuentro para practicar el euskera, que casi todos han estudiado, coros, kalejiras y una romería. «Nos criamos desde niños añorando Euskal Herria, es lo que nos enseñaron los aitites», dice Iriberri, con un curioso y fuerte acento vascoargentino, fruto de sus frecuentes viajes a Eibar y Azkoitia, el pueblo de su abuelo.

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