El lehendakari eligió ayer un acto de profundo simbolismo para cerrar filas con la Ertzaintza ante la reciente campaña de acoso protagonizada por las juventudes de Sortu: el homenaje a agentes fallecidos en acto de servicio y la condecoración de policías por acciones destacadas. También ... le sirvió para volver a reprochar a la izquierda abertzale su rechazo a condenar el terrorismo de ETA y ataques mucho más recientes como la agresión al exconcejal del PP en Vitoria Iñaki García Calvo registrado la semana pasada por motivos ideológicos. «Son sucesos inaceptables que nos devuelven al pasado, pero aún hay quien no quiere abjurar de la violencia», lamentó.
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El líder del Ejecutivo expresó su «firme apoyo» a la Ertzaintza y advirtió del peligro que supone no deslegitimar la violencia en el centro neurálgico de la Policía autonómica, la academia de Arkaute, ante medio centenar de agentes, las familias de los últimos fallecidos y la plana mayor del cuerpo. La encabezaba el vicelehendakari primero y consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, que lleva semanas protagonizando un tenso enfrentamiento con EH Bildu a cuenta de la actitud de Ernai.
Desde que la Fiscalía de Álava anunciara hace quince días que ha abierto una investigación para determinar si las juventudes de la izquierda abertzale han incurrido en un delito de odio contra la Ertzaintza, la proliferación de ataques a batzokis –casi una veintena en mayo– y de pintadas y carteles anti-policía ha cesado. Aunque eso no ha rebajado la tensión política. El pasado lunes Erkoreka acudió al Parlamento a presentar precisamente un informe sobre los delitos de odio registrados el año pasado en Euskadi. Allí fue advertido por el diputado de Bildu Julen Arzuaga de que «juega con fuego» al judicializar las «protestas» de Ernai contra la «desmedida» violencia policial. «Están obsesionados», respondió el vicelehendakari.
Los choques de Erkoreka con Arzuaga y la izquierda abertzale están a la orden del día. «Ernai no se mueve sin el visto bueno de sus mayores», dijo a finales del mes pasado. Pero Urkullu no se había pronunciado al respecto en los últimos tiempos. Sí que lo hizo el lehendakari el domingo pasado a propósito de la agresión de jóvenes radicales al exconcejal del PP en Vitoria, un asunto que también reabre antiguas heridas después de que Bildu se haya desmarcado de todas las mociones de condena elaboradas a lo largo de la semana en ayuntamientos, juntas generales y el propio Parlamento.
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Por mucho que el lehendakari subraye que se trata de incidentes «puntuales», no quiso dejar pasar ayer la oportunidad de lanzar un dardo a la izquierda abertzale y su entorno desde Arkaute. Destacó el papel «pedagógico y de servicio» de la Policía vasca ante las «actitudes insolidarias» registradas en pandemia. Urkullu se refiere a quienes han vulnerado las restricciones del estado de alarma, pero también a todos los incidentes registrados cuando los agentes han acudido a disolver encuentros masivos y botellones que derivaron en disturbios. Los últimos, las manifestaciones convocadas por Ernai en Bilbao y Vitoria en las que acabó cargando la Policía.
Entre los 24 agentes condecorados ayer estaban, entre otros, uno de los ertzainas que consiguió desarticular el 'comando Vizcaya' de ETA y el que fuera escolta de Manuel Zamarreño, concejal del PP asesinado en Rentería, el día del atentado. Urkullu no participaba en un acto de este tipo en la academia desde 2013, su primer año como lehendakari. «Aquel día llamé a consolidar la nueva era que se abría tras el cese de la actividad de ETA», recordó, «a intentar que resulte muy difícil que se repitan comportamientos violentos, pero hoy en día sigue habiendo sucesos y actitudes que nos devuelven al pasado».
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Sortu denunció ayer el «acoso» sufrido por la fundación Egiari Zor después de que el Ayuntamiento de Bilbao le impidiera organizar el viernes en un edificio público un acto de homenaje a Txabi Etxebarrieta, autor del primer asesinato de ETA fallecido posteriormente en un tiroteo con la Guardia Civil. La izquierda abertzale considera que esta decisión municipal, que también atribuyó al Gobierno vasco y a su «seguidismo» al Ejecutivo central, junto a la apertura del Memorial de Víctimas suponen la «imposición» de un «relato único» que «imposibilita la convivencia».
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