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El debate sobre la política fiscal y la competitividad de Euskadi aterrizó de lleno en el discurso del lehendakari, en un tono más institucional que el de Ortuzar pero en el que no dio puntada sin hilo. Hubo para todos, aunque sin citarles. Por ejemplo, ... para Isabel Díaz Ayuso, al afirmar que «hemos superado crisis anteriores y vamos a superar esta» pero «no con utopías de modelos-paraíso». De hecho, Urkullu rechazó la «receta mágica neoliberal», que se resume a su juicio en «menos impuestos y menos Estado» porque, dijo, supone mermar los servicios públicos y «ayudar al que vive bien para que viva mejor». Tampoco 'compró' «los cantos de sirena del nuevo internacionalismo socialista», basado, dijo, en sobredimensionar el gasto público «como si los recursos fueran infinitos». Frente a eso, defendió un modelo «de desarrollo humano colectivo basado en la justicia social» en el que se gestione «con rigor y previsión».
También lanzó un mensaje claro, aunque no explícito, al foro Zedarriak, que integran empresarios y líderes económicos de renombre y alerta de la pérdida de liderazgo de Euskadi. El malestar que el Gobierno vasco ha trasladado en privado a sus integrantes se traslució al lamentar los «mensajes confusos» que señalan de manera «exclusiva» a las instituciones pero «no reconocen lo que tenemos». Aunque admitió que «el futuro no está garantizado» y «no nos conformamos», Urkullu rechazó «catastrofismos y alarmismos» porque, dijo, Euskadi «mira al Norte» y puede compararse con Europa.
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