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La legislatura vasca ha entrado en eso que en la NBA se suele denominar 'los minutos de la basura'. El partido se ha resuelto y está a punto de terminar. Los jugadores ya tienen la cabeza puesta en el siguiente, en unas elecciones autonómicas todavía ... sin fecha concreta pero cuyo calentamiento ya ha comenzado. Iñigo Urkullu no saltará más a la cancha −«no soy el candidato», recuerda−, pero este viernes, en el primer pleno de control del año y uno de los últimos del mandato, ha demostrado estar dispuesto a darlo todo hasta que suene la bocina en un esfuerzo final para su equipo, el PNV, antes de colgar definitivamente la camiseta.
El lehendakari está decidido a mantener el pulso con una oposición que le acusa de estar generando «inestabilidad» por no revelar ya la fecha de los comicios. En los círculos políticos se maneja como día más probable el 21 de abril, lo que exigiría disolver el Parlamento vasco a finales de este mes de febrero. Para entonces ya se habrán aprobado las cuatro leyes que están pendientes de ratificación (Cambio Climático, Infancia, Cooperación y reforma de la 'ley trans') y se espera también la transferencia de las tres competencias que Pedro Sánchez pactó con el PNV (Cercanías, homologación de títulos extranjeros y fase de acogida de los migrantes).
Por ahora, el mandatario nacionalista guarda con recelo la decisión, que le corresponde en exclusiva, e insiste en que «la legislatura no termina hasta el último día». Niega, en todo caso, que los comicios se vayan a «adelantar» porque, si bien en 2020 se celebraron el 12 de julio, la llamada original a las urnas fue para el 5 de abril pero se tuvo que aplazar por el estallido de la pandemia. Ese argumento, que Urkullu repite con insistencia, refuerza las opciones de que las elecciones finalmente se lleven a cabo el 21 de abril. Hacerlo en fechas anteriores haría que la campaña interfiriera con la Semana Santa y dejarlo para el 28 podría desincentivar el voto en Álava por el día de San Prudencio.
Todos estos cálculos generan «inestabilidad y dudas», según EH Bildu, que urge a Urkullu a ser claro porque «los cierres también hay que planificarlos». El lehendakari, por el contrario, considera que el debate en torno a la fecha electoral no es más que un intento de desgaste por parte de la principal fuerza de la oposición, que afronta la carrera hacia las urnas con una tendencia alcista. «No sé dónde está el problema, pero ustedes buscan problemas en todos lados», ha reprochado a la bancada abertzale. En este sentido, ha recordado las críticas que en otoño recibía por «estar e campaña», unas acusaciones que «no han retirado» una vez sabido que no repetirá como candidato del PNV.
A las insistentes preguntas de Nerea Kortajarena para que aclare los criterios que marcarán la elección de la fecha electoral, Urkullu ha reiterado que tendrá en cuenta tres elementos: el cumplimiento del programa de gobierno, en el que incluye la aprobación de las cuatro normas antes mencionadas, recogidas en la agenda legislativa planteada por PNV y PSE-EE; dejar «el mejor legado posible al próximo lehendakari», donde ha mencionado la transferencia de esas tres materias acordadas con Sánchez; y, por último, encontrar «el momento más beneficioso para nuestra sociedad». Un argumento, este último, que EH Bildu pone en duda porque sugiere que se priorizará el «interés» de la formación jeltzale.
Ningún otro representante de la oposición ha insistido después en el debate sobre la fecha de los comicios, pero sí han tratado de buscar la confrontación con el jefe del Ejecutivo autonómico en otros apartados. El PP, por ejemplo, le ha preguntado por el viaje institucional que ha realizado esta semana a Bruselas, en el que ha participado en un foro a favor del derecho a la autodeterminación. Según Carlos Iturgaiz, quien lo ha bautizado como «lehendakari emérito», Urkullu representó sólo «a una parte de la sociedad» y llevó a la sede de las instituciones comunitarias su «folklorismo antieuropeo».
Por el contrario, el lehendakari ha reivindicado su visita ante las sedes de la Unión Europea como una forma de que se «escuche la voz de Euskadi» en el corazón comunitario. «Creo en una Europa construida desde la base de los pueblos, no como una mera coalición de Estados», ha asegurado. Además, ha respondido a las acusaciones de José Manuel Gil (Cs) de estar reclamando las competencias migratorias para desplegar una política «xenófoba y supremacista» que ha relacionado con la doctrina de Sabino Arana. Urkullu alega pedir dicha transferencia para ofrecer «un servicio de mayor cercanía y calidad» basado en los principios de «igualdad, ciudadanía e interculturalidad».
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