Estaba prevista con semanas de antelación pero las circunstancias acabaron convirtiendo la reunión en Bruselas entre el lehendakari Iñigo Urkullu y el president de la Generalitat, Pere Aragonès, en un simbólico alegato en favor de la «estabilidad» y la gobernabilidad cargado de trasfondo político. Menos ... de veinticuatro horas después de que Carles Puigdemont diese la campanada al dejar caer en el Congreso la ley de amnistía que él mismo exigió para apoyar la investidura de Pedro Sánchez, enviando así al limbo la medida de gracia a los impulsores del 'procés' y la propia continuidad de la legislatura, los máximos responsables institucionales de Euskadi y Cataluña se conjuraron para dejar en evidencia el último órdago de Junts.
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Los de Puigdemont, significativamente, se ausentaron por su parte de los trabajos del 'lobby' europeo en pro de la autodeterminación del que fueron cofundadores y en el que ayer intervinieron ambos presidentes junto al líder corso Gilles Simeoni, con la eurodiputada del PNV Izaskun Bilbao como anfitriona y EH Bildu entre los participantes. En una jornada de inusual ebullición política española en Bruselas, el lehendakari y el president no coincidieron con Puigdemont, que ni estuvo ni se le esperaba en la conferencia conjunta que ofrecieron ambos para defender la regulación europea de las consultas en las «naciones sin Estado». «Esta es mi agenda y no tengo prevista ninguna otra cuestión», despejó el lehendakari.
Urkullu no dio puntada sin hilo tras la cita con Aragonés, su segundo encuentro en persona tras el que mantuvieron, aún con mascarilla, en Alp, un pequeño pueblo en los Pirineos catalanes en diciembre de 2021, aunque su relación «telemática y telefónica» ha sido frecuente. La 'cumbre' de Bruselas se convirtió en una exhibición de sintonía política y personal frente a la decisión de Puigdemont de colocar la legislatura en el alero pese a que, sobre el papel, en la heterogénea mayoría de la investidura sanchista, ERC forma tándem con EH Bildu y el PNV decidió reconstruir los puentes rotos con Junts para maximizar sus logros en las negociaciones de la investidura de Sánchez y convencer a los neoconvergentes de que la apoyaran.
«Los dos han compartido su preocupación por la situación y los dos pertenecen a partidos políticos que apuestan por la estabilidad en el Estado», abundaron fuentes de Lehendakaritza, que incidieron en el temor de Urkullu, que ya expresó públicamente antes de la investidura de Sánchez, de que el Gobierno PSOE-Sumar naufrague mucho antes de lo previsto. De hecho, el lehendakari solo ve un año «asegurado» de legislatura, dado que el presidente no puede por ley disolver las Cámaras y convocar elecciones antes del próximo 29 de mayo. Para el lehendakari, la clave estará en la capacidad de Sánchez para lograr aprobar o no sus primeros Presupuestos.
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De ahí que fuera inevitable leer la fotografía de ayer como el reverso de la que Andoni Ortuzar se hizo con Puigdemont en Waterloo tras el 23-J. Una imagen que sirvió para escenificar su reconciliación con el expresident huido, del que el PNV se distanció precisamente por su decisión de romper la baraja y declarar la independencia unilateral tras el 1-O pese a que se había comprometido con Urkullu, entonces mediador, a convocar elecciones. A diferencia del PNV, el lehendakari jamás ha vuelto a hablar con un dirigente que considera imprevisible y de cuya palabra duda. Ayer entonó, de hecho, una especie de 'yo ya lo avisé', además de afear a Puigdemont su «cambio de criterio» respecto a una ley sobre la que pivota toda la legislatura y que Aragonès exigió salvar «por responsabilidad».
En un momento en el que, después de que el PNV decidiera relevarle, Urkullu se ha embarcado en apurar el cumplimiento de su programa de gobierno como reivindicación de su legado político, sus palabras revistieron un eco especial. Recordó que, hace sólo unas semanas, Junts consideraba que el texto jurídico era «una buena proposición» -una manera de subrayar la volatilidad del socio- y que él ya había advertido de que una ley de amnistía debía redactarse con una «mirada más profunda» que la de mero peaje para la investidura. Y subrayó, en un claro recado a Junts, que la amnistía no puede hacerse exclusivamente a su capricho porque estará sometida al escrutinio no sólo del Constitucional sino también del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
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