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Pedro Sánchez en ningún caso ha colocado a Canadá y Quebec como un espejo en el que España y Cataluña puedan reflejarse de forma mimética pero, aun así, el lehendakari Iñigo Urkullu ha tardado poco en recoger el guante y aplaudir la referencia ... que el presidente del Gobierno hizo el domingo a la vasta provincia francófona durante su visita oficial a Canadá. El lehendakari, que viajó hace ahora un año a la región y la toma como modelo de referencia para la resolución de conflictos de encaje territorial en Estados compuestos, considera «positivo» que el jefe del Ejecutivo central «citase» el ejemplo quebequés. A su juicio, el discurso de Sánchez «abre la puerta a una solución» al conflicto catalán «desde el diálogo y el acuerdo institucional y político».
El presidente del Gobierno, tras reunirse en Montreal con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, defendió la importancia de «hacer política» para encontrar una salida a conflictos como el que enfrenta al soberanismo catalán con España en lugar de recurrir solo a la vía judicial y consideró, además, que el caso quebequés puede ser un buen ejemplo en ese sentido. Para Sánchez, que no corrigió el apoyo de la delegada de su Gobierno en Cataluña a futuros posibles indultos a los dirigentes del 'procés' presos, la «lección» de los canadienses es la posibilidad de buscar soluciones políticas y dialogadas desde el respeto a la ley, si bien precisó que cada país debe «encontrar su camino».
Pese a todas las matizaciones, Lehendakaritza ha recibido con alborozo el discurso del presidente. En un texto colgado en sus redes sociales, Urkullu recordaba, de hecho, que Quebec, donde los secesionistas han perdido dos referendos de independencia –en 1980 y en 1995–, es un «modelo de referencia» que inspiró la propuesta que remitió a comienzos de año a Jean-Claude Juncker para que la UE regule la celebración de consultas soberanistas en su seno mediante una «directiva de claridad». Una figura jurídica inexplorada que es reflejo de la ley canadiense del mismo nombre que establece los mecanismos para impulsar las consultas, la obligación de negociar y la necesidad de que haya «mayorías inequívocas» para legitimar la secesión.
Para Urkullu, esa iniciativa suya, que fue recibida con manifiesta frialdad en el club comunitario y de la que se desmarcaron sus socios del PSE en su momento –los tres consejeros socialistas solo apoyaron parcialmente el documento 'Visión sobre el futuro de Europa' en que se incluía– es una «oportunidad» para resolver el encaje de las «naciones sin Estado» en Europa. Según dijo, esa iniciativa, que pretendía, entre otras cosas, que una región desgajada mediante referéndum de un Estado miembro pudiera permanecer en la UE como miembro de pleno derecho, es una vía «para establecer las condiciones en las que un Estado y una nación sin Estado pueden organizar una consulta legal y pactada para definir su futuro».
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