m. sáiz-pardo
Domingo, 17 de junio 2018, 00:30
En el Ministerio del Interior están viviendo las últimas horas de libertad de Iñaki Urdangarin con frenesí. Al menos hasta última hora de la tarde de ayer, diversos responsables penitenciarios sostenían que el exduque de Palma no había comunicado oficialmente cuál era la prisión que ... había escogido para cumplir la condena de cinco años y diez meses impuesta por el Supremo. Es más, estas mismas fuentes aseguraron desconocer si el cuñado de Felipe VI (que debe ingresar en prisión antes del martes) tiene intención de cumplir condena en alguno de los 69 centros dependientes del Ministerio del Interior o en alguno de los nueve establecimientos de la Generalitat de Cataluña, única comunidad que tiene transferidas las competencias.
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Aun así, Instituciones Penitenciarias hizo llegar a principios de semana al entorno de Urdangarin que vería con buenos ojos su ingreso en algún centro tranquilo y con pabellones libres para garantizar la seguridad como Álava, Menorca, Segovia, Ávila y Aranjuez. La obsesión del equipo del nuevo secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, es evitar a toda costa las filtraciones, en el caso de que Urdangarin se decante finalmente por un centro de la Administración central. A pesar de estar rigurosamente prohibidos dentro de las prisiones, los móviles con sus respectivas cámaras se cuentan por cientos y una imagen o un vídeo del preso (como ya ha ocurrido con Oriol Junqueras recientemente) supondrían un grave dolor de cabeza a Interior. Mucho más preocupante -reconocen desde Prisiones- sería una agresión al marido de la Infanta Cristina.
Y la única forma de evitar las filtraciones y las posibles agresiones -admiten en Instituciones Penitenciarias- es «prácticamente aislar» al marido de Cristina de Borbón, una pena añadida a su condena y que comporta un «importante despliegue», porque no se puede recluir en aislamiento a un preso que no es conflictivo. Responsables de Interior afirman sin ambages que el caso de Urdangarin les va a obligar a intentar hacer «la cuadratura del círculo». O lo que es lo mismo: «tratar de conjugar la normalidad penitenciaria (ya que Urdangarin es un preso más) con la excepcionalidad» para evitar las filtraciones, coacciones o agresiones.
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