Un artículo académico sobre el impacto del gasto social en el voto que analizaba 187 elecciones celebradas entre 1980 y 2013 en 31 democracias de la OCDE mostraba que cuando la derecha está en el poder los votantes no castigan el debilitamiento del gasto en ... materias como la salud, la educación o los servicios sociales. El motivo está relacionado con las expectativas. Madrid no es la excepción.
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La pandemia y la gestión sanitaria habían creado el marco adecuado para que en las elecciones madrileñas se priorizara la discusión sobre salud pública en la comunidad que menos gasta en sanidad en porcentaje de PIB y que está en la cola de gasto público por habitante. Las encuestas, en cambio, a pesar de no valorar positivamente la gestión sanitaria de la presidenta de Madrid, situaban y sitúan a su partido como el preferido de los madrileños en todos los tramos de edad y con una subida importante respecto a los apoyos que logró hace dos años.
Las políticas públicas, el gasto social, la educación o la sanidad no han explicado los resultados electorales del último ciclo electoral que arrancó en las elecciones andaluzas de 2018, las del aterrizaje de Vox en las instituciones. El miedo y el odio saturan el espacio emocional del debate político que se manufactura en Madrid. Y mientras se activan leyes de cambio climático, ERTE o planes 'Next Generation' suenan de forma atronadora canciones de trincheras casi centenarias con 'hits' del fascismo y el comunismo que provocan más ganas de votar que los diferentes modelos de atención sanitaria.
Podremos salvar a la democracia de caer en las garras de la ultraderecha con el voto, pero la democracia que nos va a quedar viene lastrada de un pecado original muy peligroso: la desconexión entre las urnas y las políticas. Si las urnas se utilizan como trincheras de defensa, el día después de las elecciones seguirán cortados los canales de comunicación con el vencido, que representa más o menos la mitad de la sociedad. Y la oposición volverá con sus palas a la trinchera cuando más necesaria es su ayuda para gestionar un futuro complicado en el que no sobra nadie.
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La política de cavar trincheras no ha parado desde la respuesta que dio el Estado al conflicto político en Cataluña. La trinchera que alimentó al único partido de la ultraderecha de los países europeos relevantes que no había conseguido conquistar su espacio en nuestra sociedad fue cavada al calor del 'procés'. A la batalla del nacionalismo español contra el independentismo catalán le sucede el marco fascismo frente antifascismo en la preocupante campaña madrileña contribuyendo a la desnaturalización de las urnas como expresión de mandato de futuro o evaluación del presente, convirtiéndolas en un ajuste de cuentas con nuestro pasado.
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