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«Es otro caso más». Con esta sencilla frase Jaime Tapia (Bilbao, 1965) trata de quitarse la presión de presidir el tribunal que desde hoy juzga el mayor escándalo de corrupción instruido en el País Vasco. Junto a Elena Cabero –que será ... la ponente de la sentencia– y Raúl Aztiria dedicará los próximos nueve meses a desentrañar si como sostiene el juez instructor y la Fiscalía, Alfredo de Miguel, ex ‘número dos’ del PNV en Álava y diputado foral durante el mandato de Xabier Agirre, participó junto a otros 25 procesados, la mayoría vinculados al Partido Nacionalista, en una trama de adjudicación de obras y proyectos a cambio de comisiones ilegales. La acusación pide 54 años de cárcel para De Miguel.
Tapia es el más mediático de los tres magistrados que verán esta causa. Es uno de los miembros de la judicatura que más tiempo lleva trabajando en Vitoria, a donde llegó a principios de los años noventa. Ha pasado por los juzgados de Primera Instancia, Menores... hasta recalar en la Audiencia Provincial. Pese a su carácter discreto, durante años fue el portavoz de la asociación progresista Jueces para la Democracia. Una época en la que nunca eludió posicionarse sobre temas de actualidad, lo que le granjeó algún que otro problema con instituciones y partidos políticos. Entre otras espinosas cuestiones, defendió las reuniones que los exlehendakaris Juan José Ibarretxe y Patxi López mantuvieron con dirigentes de Batasuna en 2006 y se posicionó en contra de aquel juicio que se celebró en el Tribunal Superior vasco. «No existió delito», sostuvo entonces. El tribunal le dio entonces la razón, cuando archivó el caso. Tapia también se ha postulado para ocupar puestos de honor en la judicatura vasca. En 2004 y 2009 aspiró, sin éxito, a presidir el Tribunal Superior de Justicia (TSJPV).
Fuentes de la abogacía vitoriana le describen como un juez que «no dicta sentencias a la ligera», algo que, sostienen, puede retrasar más aún un proceso que tiene su origen en 2010. Tapia se formó en la Universidad de Deusto, donde se licenció en 1985, y sus compañeros de estudios le recuerdan como un hombre que recurre al humor para rebajar la tensión en algunos momentos. Si bien algunos le describen como alguien «cercano al poder», otros compañeros aseguran justo lo contrario. El presidente del tribunal que juzgará el ‘caso De Miguel’ es también profesor en la Escuela de Práctica Jurídica desde hace muchos años, ya que «le gusta dar lecciones allí donde vaya».
Entre las características que dibujan su perfil, destaca el hecho de que Tapia fuera uno de los primeros magistrados que utilizó de manera natural el euskera en las vistas. En los pasillos de la Audiencia alavesa se recuerda cómo un testigo se empeñó en declarar en ese idioma durante un juicio y, por falta de previsión, no estaba presente ningún traductor. «Cuando Tapia empezó a citar términos jurídicos en euskera, el declarante aceptó hablar en castellano ante su desconocimiento de lo que le acababan de decir», rememora uno de sus antiguos alumnos. Y es que cuando viste la toga muestra un carácter tajante aunque «prefiere escuchar los testimonios para contar con más datos». Algunos, sin embargo, critican su «camaradería con los abogados e incluso los imputados».
Junto a Tapia compondrán el tribunal Elena Cabero y Raúl Aztiria. Ella, perteneciente a la moderada asociación Francisco de Vitoria, redactará la sentencia. Quienes realmente la conocen destacan que consigue ser «dura y cercana al mismo tiempo». «Muchos letrados se quejan de que puede resultar constante, pero su labor es encargarse de la policía de vistas lo que implica tener un control sobre lo que se dice y se cuenta. Sabe diferenciar a la perfección entre las preguntas pertinentes y las impertinentes», subrayan sus compañeros de profesión.
Aztiria, por su parte, no es magistrado de la Audiencia Provincial de Álava sino un juez de adscripción territorial que hace dos años llegó desde Madrid. Hincha del Atlético del ‘Cholo’ Simeone, se encargó a finales de 2017 de dictar sentencia sobre el asesinato de una mujer –propietaria del bar Bugatti– a manos de su exmarido. Aquellos que no le conocían se vieron sorprendidos en las primeras vistas porque, aunque se ha integrado a la perfección en la vida vitoriana, no ha perdido ni un ápice de su acento castizo.
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