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La tregua que PSOE y PP parecían dispuestos a abrir en la guerra sin cuartel que se libra en la política española para renovar varios ... órganos constitucionales tendrá que esperar. El jueves, Sánchez y Casado escenificaban su primer gran pacto de la legislatura: la renovación del Consejo de RTVE. Renovación, que no regeneración. Y es que socialistas y populares, junto a Unidas Podemos y al PNV, se han limitado a repartirse groseramente la tarta una vez más. El pacto ha sido posible porque nadie ha impuesto vetos a nadie. La prueba: el PP ha aceptado el nombramiento como consejero del director de 'Mundo Obrero', el diario del PCE.
Pero el intento de tregua iba mucho más allá. Contemplaba, además, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, del Constitucional, del Tribunal de Cuentas y del Defensor del Pueblo. Pues bien, de momento no va a ser posible por los vetos cruzados. Y singularmente por uno: Casado no acepta que el magistrado Ricardo de Prada se incorpore al CGPJ. Oficialmente, porque sostiene que sería un nombramiento ilegal, y puede que no le falte razón. La verdadera razón de fondo: que fue el juez que propició que la sentencia de la 'Gürtel' diera por acreditada la 'caja B' del PP.
Con ello, la posibilidad de que Pedro Sánchez y Pablo Casado dejen de echar carbón a la caldera del enfrentamiento ante el cada vez más complicado horizonte político que se dibuja en España se desvanece. Veremos si por días, semanas o meses. Y es que las continuas trifulcas públicas entre PSOE y UP han alcanzado niveles difícilmente soportables. Los aliados admiten que su coalición corre peligro. Y es que no se recordaba un ambiente tan viciado en el Consejo de Ministros desde que hace cuarenta años los barones de UCD terminaron con Adolfo Suárez.
Mientras, Cataluña se encamina hacia el peor escenario: otro Gobierno 'indepe', veremos si a dos o a tres. Por la falta de valentía de ERC para romper amarras con Puigdemont y los suyos. Y porque, pese a las especulaciones, el soberanismo se mantiene firme en su objetivo de lograr un referéndum de secesión. Por más que el 14-F perdió 600.000 votantes, por la pandemia y por el hartazgo ciudadano ante el grave deterioro económico y de convivencia de los últimos años.
Las calles de algunas ciudades siguen incendiadas por radicales y delincuentes de todo signo en un movimiento que convendría analizar más y simplificar menos. Y los socios 'indepes' de Sánchez e Iglesias, desde ERC a los herederos del antiguo brazo político de ETA, pasando por cuperos, postconvergentes convertidos al radicalismo o el BNG, olfateando las dificultades por las que atraviesa el Estado, no dudaban en aprovechar el aniversario del 23-F para comparecer ante la Prensa sin preguntas, como un Rajoy cualquiera, y mostrar su lamento por las dudas que entienden subsisten sobre la fallida asonada.
Creo que el Gobierno de coalición aún va a durar un tiempo. Posiblemente hasta que la reforma laboral y la de las pensiones lo dinamiten. Veremos si la progresiva moderación que ha empezado a ensayar Sánchez y la fortaleza de Vox, devastadora para el PP, permiten al PSOE conservar o no el poder.
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