Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
No deja de ser curioso que Esteban González Pons utilizara ayer una metáfora amorosa al explicar al pueblo llano lo que había dado de sí la reunión entre Sánchez y Feijóo para abordar la inédita crisis sistémica provocada por el persistente bloqueo del Poder Judicial. « ... Todo aquel que haya tenido una pareja y se haya dado una última oportunidad sabe de lo que estamos hablando».
Es paradójico que, en su subconsciente, el dirigente del PP se imagine a su jefe de filas y al presidente del Gobierno como un matrimonio al borde de la ruptura, aunque con alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo suyo, que diría Almodóvar. Entre otras cosas, porque los aludidos llevan desde el 7 de abril sin dirigirse la palabra y empeñados exclusivamente en culpar al otro del desastre. Solo el sonoro portazo de Carlos Lesmes ha propiciado su encuentro. Ni Bruselas, ni los esfuerzos sobre el terreno del comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders, ni la elemental vergüenza torera por maniobrar sin disimulo para no perder el control político de los órganos jurisdiccionales habían obrado el milagro. Hasta ahora.
Cabe preguntarse por qué. El pensamiento verbalizado por Pons revela, en el fondo, cierta nostalgia de la alternancia bipartidista civilizada y turnista, como la llaman sus críticos para denostarla, y la incipiente convicción de que quizás, aunque no sea por amor, convendría mantener a flote la relación aunque sea por conveniencia. Ya se sabe que hay un montón de parejas que siguen juntas para no perder el estatus social.
En este caso, las partes concernidas y sus respectivos brazos ejecutores -el citado Pons y el omnipresente y poderoso Bolaños- podrían haberse dado cuenta de que, aunque la gente no hable de togas en el metro como alegremente sostuvo la ministra Llop, quizás sí empieza a hartarse del sonrojante tacticismo con que se conduce la clase política española. No es descabellado pensar que PSOE y PP no han hecho hasta ahora el más mínimo esfuerzo por alcanzar un acuerdo porque tenían descontado, por inapreciable, el efecto electoral de impedir la renovación.
Los precedentes son terribles. Aún resuenan aquellas palabras del popular Ignacio Cosidó frotándose las manos ante la perspectiva de controlar la sala segunda del Supremo «desde atrás». O la convicción del Gobierno actual de que Lesmes iba a meter en vereda a los vocales del Poder Judicial para nombrar a los dos magistrados del TC (la única competencia que les fue devuelta en una contrarreforma abiertamente política) porque anhelaba presidir ese órgano. Que ayer apenas se filtraran detalles concretos de lo que se trató en Moncloa permite ser levemente optimista. La defunción del 'procés' y las horas bajas de la nueva política pueden haber convencido a PP y PSOE de que es hora de replantearse una estrategia de tierra quemada que puede degenerar en fábrica de abstencionistas. Veremos lo que da de sí la terapia de pareja y si vuelven a sonreir para la foto, aunque sea por los votos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.