El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

La última sesión importante del curso parlamentario la dedicaron sus señorías a reiterarse. Ninguna novedad más allá de alguna promesa rotunda seguida de ese tan español «ya veremos», mezcla de esperanza y de incredulidad, a cargo de los nacionalistas periféricos, y de un no menos ... español «no te lo crees ni tú» por boca de los nacionalistas del centro. Otra nueva frase desafortunada sobre la Guerra Civil que insiste en la ignorancia, mala fe o desapego del redactor de discursos de Casado, a sumar a ese «a que no te atreves» de sus correligionarios derechistas animándole a una impensable hoy moción de censura. ¿Calificación? El estado de la nación queda en suspenso para septiembre. Ayer nadie pensaba en aprobar y por eso los argumentos resbalaban por la senda del no presentado. Estaban allí de carne y hueso, pero no acudieron con nada para sacar adelante la cosa y prefirieron dejar pasar la convocatoria.

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De aquí a septiembre tienen previsto performativizar (perdón por el palabro). Sánchez ha montado en Salamanca, en este julio, una conferencia de presidentes autonómicos de la que ya se excusan los confederados. La Generalitat dedicará el verano a trenzar un ocurrente Acuerdo Nacional por la Amnistía y la Autodeterminación. Casado seguirá recogiendo firmas y llevando acuerdos gubernamentales a los tribunales. Abascal y Arrimadas nos prometen un estío angustiado por la pérdida de la patria que ríanse de aquel agosto de 1898. Nadie ha asegurado que tenga previsto estudiar para la convocatoria extraordinaria. Nadie prometió ayer volver del veraneo con una iniciativa pensada para ofrecer a sus contrincantes y así contribuir en lo posible a algún acuerdo. Al contrario, pretenden aprovechar el páramo de noticias vacacional para afianzar un escenario de regreso todavía más contumaz y distante.

La sesión solo dio para ver a los protagonistas en sus papeles. El presidente es un equilibrista al que se le cuelgan de la pértiga socios y opositores con el mismo argumento: habrá autodeterminación y ruptura de España, pero con objetivos tan dispares que compensándose lo mantienen en pie. «He visto suspenso en el camino del aire un hombre que tenía la planta del pie más ancha que la senda por donde iba», escribió, alucinado como nosotros, un antiguo sabio francés. El líder de la oposición, por su parte, anuncia el apocalipsis y desacredita a su contrincante con una furia que alcanza al conjunto del país, fabricando así el escenario en el que el resiliente no tenga otra que tirar la toalla, porque lo de dar el paso para la moción de censura todavía no lo ve. La cosa le da miedo (por lo de su antecesor en el partido).

La escena se parece mucho a otras que hemos vivido antes. Presentado así sería como para echarse a temblar. En la realidad, sus señorías enseguida tomarán la senda de algún tipo de descanso estival y la ciudadanía hará otro tanto. El país y sus dirigentes tienen un punto providencial o resignado que les viene de su más profunda y común genética nacional. ¡Dios proveerá! Y así vamos yendo.

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