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La semana antes de su asesinato, Germán González recorría diferentes municipios de Euskadi, megáfono en mano, animando a los ciudadanos a votar a favor del Estatuto en el referéndum que se iba a celebrar el 25 de octubre de 1979. Afiliado a la UGT y ... al PSE, anunciaba los lugares y las horas de los mítines socialistas, que vieron en el texto de Gernika, como también en la Constitución, una ventana a la reconstrucción democrática del país. Apenas 48 horas después de la votación, los Comandos Autónomos Anticapitalistas –escisión de ETA– asesinaban a Germán disparándole por la espalda en Urretxu. Le alcanzaron siete disparos. Fue la primera víctima mortal de la banda tras la aprobación del Estatuto, pero también la primera del sindicato y de un militante del Partido Socialista.
«Aquello marcó un antes y un después porque, aunque suene mal y sin ánimo de justificar nada, se pasó del 'algo habrá hecho' a matar a un trabajador que no tenía relevancia política alguna. Fue un salto cualitativo», sostiene Jaime San Sebastián, entonces secretario general de la UGT en Euskadi. Años después, ya como concejal en el Ayuntamiento de Leioa, el propio San Sebastián sufriría en sus propias carnes la presión de ETA. Amenazas, pintadas... llegaron a quemarle el coche. «El asesinato de Germán fue un primer paso de lo que vendría después».
La víctima, fotógrafo de profesión, tenía 35 años y era natural de La Horcajada (Ávila), pero residía en Zumaia con su hermana y su cuñado. Tal día como hoy hace cuarenta años aparcó su 'Seat 127' en la plaza Iparraguirre de Urretxu. Eran las cuatro de la tarde. Se bajó del vehículo, y cuando se disponía a cerrar el maletero, dos terroristas le dispararon por la espalda. Murió en el acto. Luego se dirigieron a un callejón, donde otro compañero les esperaba en un coche robado a punta de pistola. Los integrantes del comando dejaron al propietario del turismo amordazado y atado a un árbol. La banda terrorista asumió la autoría del atentado. Acusó, falsamente, a la víctima de ser un «colaborador de las fuerzas represivas» –práctica habitual en ETA–. Criticaron, además, a partidos como el PNV y Euskadiko Ezkerra por «tratar de engañar al pueblo con el Estatuto».
La Audiencia Nacional condenó por este crimen a Jesús María Larzabal Bastarrika y a Juan Carlos Arruti Azpitarte, 'Paterra'. Los partidos condenaron el atentado. HB se limitó a calificarlo de «grave error político» y la rama político-militar de ETA –la militar no se pronunció– se desmarcó alegando que los integrantes de los Comandos Autónomos no formaban parte de su organización.
Treinta años después del atentado, una sobrina de Germán González hizo pública, a través del diario Libertad Digital, una carta en la que recogía el dolor que supuso a su familia el asesinato de su tío. Ella tenía tres años, pero «aún siendo tan pequeña», aseguraba cómo todavía hoy si cierra «los ojos» puede «verle como si fuera ayer». Germán vivía en su casa. Con sus padres y su hermano. «Nos robaron la alegría, mi madre no volvió a sonreír», comparte. Su tío era para ella «como un segundo padre». Los terroristas dejaron a su familia «el corazón roto y el miedo en el cuerpo».
Asegura en su escrito tener grabada una escena que no logra «olvidar»: «Mi madre, en el cuarto de baño, arrodillada en la bañera, limpiando piezas de ropa ensangrentadas, llorando sin parar...». Recuerda también como si fuera ayer que su «pequeño piso» se llenó de «gente seria, gente importante que salía en la televisión». «Pero eso a mi madre no le importaba». «Yo, inocente de mí, busqué entre todos ellos a quien nunca llegaría, a pesar de que ya lo sabía...», reconoce. «Alguien me alzó –prosigue– y pude encontrarle por fin. Estaba dormido, dentro de una caja. Miré a mi madre y le dije: 'Mamá, tío está aquí'. Ella rompió a llorar y, todavía hoy, no hay día en que sus lágrimas hayan cesado».
El funeral por Germán González fue multitudinario. Decenas de autobuses llegaron desde diferentes puntos de Euskadi a una Zumaia que colgó el cartel de cerrado en todos sus comercios. Acudieron los miembros del Consejo General Vasco, encabezados por Carlos Garaikoetxea, así como sendas delegaciones al más alto nivel del PSOE y de la UGT, con Felipe González y Nicolás Redondo a la cabeza, respectivamente. Tras la ceremonia, cerca de cinco mil personas se manifestaron en silencio por el casco urbano de la localidad hasta el domicilio de la víctima. En la cabeza de la marcha, que transcurrió bajo el lema 'Contra el terrorismo, movilización', figuraban los líderes de los principales partidos vascos. Entre ellos, Xabier Arzalluz y Joseba Leizaola, por el PNV; y Juan María Bandrés y Mario Onaindia, de Euskadiko Ezkerra. Se estima que un 85% de los trabajadores de Bizkaia y un 50% de Gipuzkoa secundaron el paro de protesta convocado por UGT y CCOO. Contundente fue el secretario general de los socialistas vascos: «Este es un atentado contra la clase trabajadora efectuado por fascistas», rechazó Txiki Benegas. No dudó, además, en emplazar a su militancia a movilizarse «contra el terrorismo, contra sus cómplices y lacayos».
«Fue el primer atentado que sufrimos en carne propia. Tuvimos la sensación, como ocurriría después, de que venían a por nosotros», reconoce Ramón Jáuregui. Secretario general de UGT en Gipuzkoa, recuerda que el crimen se produjo en un momento en el que la central estaba creciendo gracias, en buena medida, a trabajadores inmigrantes. Sobre todo, en municipios como Bergara, Mondragón y la propia Zumaia. Pero Jáuregui, que entonces era también teniente de alcalde en San Sebastián, considera que en el asesinato de González pesó más su afiliación al Partido Socialista que a UGT.
Que los terroristas le arrebataran la vida dos días después del referéndum sobre el autogobierno no es en absoluto cuestión baladí. El PSE defendió la Constitución «bastante en solitario» y la Carta de Gernika como «el gran pacto entre Euskadi y España». «Recuerdo haber mantenido muchas conversaciones con entornos abertzales en las que les asegurábamos que el Estatuto era de verdad, no de cartón piedra. Pero hubo unos locos que se fueron al monte a matar», lamenta.
Germán González fue el primer socialista afilado a UGT que los Comandos Autónomos Anticapitalistas, como también ETA, colocaron en su punto de mira. Pero no el último. Le seguirían después compañeros como Froilán Elespe, Isaías Carrasco...
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