Primero, las novedades. La más relevante es que la cantinela de 'que viene la derecha' ha dejado de funcionarle a Pedro Sánchez como pegamento político para la llamada mayoría de la investidura, un constructo que siempre fue coyuntural, frágil y manifiestamente sustentado en intereses particulares ... de sus miembros. La susodicha UTE ha funcionado, a trompicones y con baches tan llamativos como el 'no' del PNV a la reforma laboral, mientras el paisaje de fondo se ha adecuado a las estrategias partidistas de sus integrantes.

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Pero, ahora mismo, Pegasus es más de lo que Esquerra puede soportar. Con Junts en plena batalla por la sucesión de Puigdemont, a los republicanos les viene como anillo al dedo presentarse como víctimas del malvado Estado espía e incluso insinuar que las escuchas fueron más allá de lo reconocido por el CNI y se prolongaron, sospechosamente, hasta las negociaciones para la investidura.

Así lo ven desde la nave jeltzale, donde empieza a darse por superado el 'statu quo' que operaba hasta ahora en Madrid. En el PSOE, en cambio, prefieren agarrarse a la tesis de que Pere Aragonès sobreactúa para su público y no tiene interés real en romper con Sánchez. El problema es que, aun siendo cierto, algo tendrá que ofrecer el presidente al president para que pueda salvar la cara. Si no hay cabezas rodantes, humillaciones o genuflexiones de Moncloa parece difícil que la unión de intereses no salte por los aires. Mientras, Margarita Robles aguanta firme el pulso al 'ala Bolaños' y ha logrado, hasta ahora, mantener atornillada a su silla a la directora del CNI.

La situación es desesperada. Pero ni Sánchez tiene intención de dar por concluida la legislatura ahora -con la que está cayendo y Feijóo aclamado por el poder económico catalán hay señales evidentes de que perdería las elecciones- ni PNV y EH Bildu, los que, junto al PDeCAT, sostuvieron el decreto anticrisis (que, recordemos, obtuvo 176 'síes', mayoría absoluta, sin ERC), tienen intención de dejarle caer. La mayoría será inestable, pero será.

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¿Y será porque se creen sus explicaciones? Evidentemente, no. La izquierda abertzale tiene a Otegi en la lista de espiados y el PNV no deja de maliciar que el espionaje a los rivales para jugar con las cartas marcadas es práctica estructural en España. Aventan las sospechas sobre la baja calidad de la democracia española y sobre un Sánchez implicado hasta las cachas en Pegasus, argumento siempre provechoso para la causa nacionalista. Pero, en lo contante y sonante, aunque le propinen alguna patadita de castigo, le seguirán sosteniendo. Con las elecciones municipales y forales a un año vista, ni EH Bildu quiere jugar con fuego (los presos de ETA, cómo no) ni el PNV arriesgarse a una convocatoria electoral que le obligaría a enfrentarse a los socialistas, con quienes gobiernan en todas las instituciones en juego en mayo de 2023. Sigue Sánchez. Siempre le quedarán los vascos. Veremos si a cambio de un desgaste insoportable.

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