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«Estoy segura de que este aplauso le llegará a Gregorio, esté donde esté». Con esta frase, Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez, asesinado un día como el de ayer por ETA hace 30 años, agradecía la larga ovación que acompañó el estreno del documental ... producido por El Diario Vasco, en colaboración con Gogora y la Diputación de Gipuzkoa, sobre la vida y el crimen contra el que fuera primer teniente de alcalde de San Sebastián y dirigente del PP de Gipuzkoa. El título era elocuente: 'Gregorio Ordóñez, el asesinato que despertó la rebelión contra ETA'.
Lo hacía con emoción contenida y una enorme entereza y dignidad, con un mensaje con el que, además de subrayar que aquel trauma le arrancó algo muy profundo y le desgarró por dentro, no solo activó la respuesta contra el terror en la ciudadanía vasca, sino que activó «el significado político de las víctimas de ETA».
En el reportaje, Ana conversa con su hijo Javier sobre la ausencia de su marido y padre, sobre su pasión vital, sus sueños y sus miedos. También aparecen escenas suyas en la calle 31 de agosto de la Parte Vieja, junto al bar La Cepa en el que fue asesinado a las 15.15, y que desde entonces prefiere no pisar. También se recogen testimonios de la hermana de Gregorio, Consuelo, que relata las amenazas que siguió recibiendo su familia después de aquel día fatídico. «Sabía que lo iban a matar, lo sabíamos todos», asegura.
La memoria de Ordóñez y su coraje por la libertad recibieron un sentido homenaje cargado de emoción. El día de ayer amanecía gris y con algo de sirimiri, como aquel 23 de enero de 1995, pero luego despejó. El cine Príncipe, a menos de 300 metros del lugar en el que se produjo el crimen, se convirtió en el escenario del estreno, que también se pudo presenciar a través de la web de EL CORREO, en la que sigue estando a disposición de los lectores. Algunos nervios estaban a flor de piel. Los promotores ultimaban detalles. Fueron unos cuarenta minutos intensos en un silencio profundo. El documental no dejó indiferente a nadie y sirvió para remover sentimientos y conciencias. De entrada, de todos aquellos que conocieron de cerca a Ordóñez, fueran compañeros de partido o adversarios, o simples vecinos de San Sebastián. También a las víctimas del terrorismo y a las autoridades presentes. Iríbar tocó la fibra a muchos cuando recuerda en su intervención que le veía a veces a Gregorio cómo acariciaba a su hijo pequeño en brazos «como si fuera la última vez». O cuando evoca que hace poco, leyendo al escritor Saviano en un libro sobre el juez Falcone, se quedó pensativa ante una frase -«no quiero traer huérfanos al mundo»- que le impactó y en la que vio retratado a su marido «y lo que pensaba Goyo, él no buscaba tener hijos». O cuando reconstruye la primera vez que se entrevistó con la viuda del socialista Enrique Casas, Barbara Dührkop, a los pocos meses del asesinato, en su casa de Donostia, en la misma en la que fue acribillado el senador socialista el 23 de febrero de 1984. Fue allí donde Barbara le fue explicando cómo mataron su marido al dispararle a bocajarro en la puerta, y cómo sus hijos tuvieron algunos problemas en el día después. «Pensé: yo no quiero esto para mi hijo». Y decidió marcharse a Madrid.
Muchas caras conocidas pero también anónimas se dieron cita a mediodía. Primero con saludos, abrazos y besos. También con lágrimas en los ojos. El documental compone diferentes piezas en el caleidoscopio del dolor. Junto a las miradas de su viuda y su hermana, la de su compañero concejal del PP, Eugenio Damboriena, y la de periodistas que le conocieron y trataron, como Mitxel Ezquiaga, Iñigo Urrutia, Alberto Surio o José Gabriel Mujika, amigo personal del asesinado de su época universitaria. Todos pusieron el foco en los detalles de aquel día, en su personalidad arrolladora y en el análisis del contexto convulso en el que se produjo el crimen.
A la proyección asistieron, entre otros, la presidenta del Parlamento vasco, Bakartxo Tejeria; los consejeros del Gobierno vasco Bingen Zupiria, de Seguridad, y María Jesús San José, de Justicia y Derechos Humanos; y la diputada general de Gipuzkoa, la jeltzale Eider Mendoza, así como concejales de todos los partidos del Ayuntamiento de Donostia, salvo EH Bildu, al igual que de las Juntas de Gipuzkoa, con la misma excepción. También estuvieron presentes el presidente del PP vasco, Javier de Andrés, el exalcalde donostiarra, Odón Elorza, o el director de Gogora, Alberto Alonso. Y familiares de víctimas del terrorismo como Amaia Guridi, viuda de Santi Oleaga, el exdirector financiero de este periódico asesinado por ETA; Marian Romero, viuda del exconcejal socialista de Arrasate Isaías Carrasco, y Ana Priede, hija de Juan Priede, edil de Orio asesinados también por ETA. Y el periodista Gorka Landaburu, víctima de un atentado que le mutiló varios dedos.
En su intervención, el director del DV, David Taberna, encuadró el documental en la contribución del periódico a la construcción del relato de la memoria para que este legado llegue a las nuevas generaciones «y sepan lo que ocurrió con el terrorismo y la kale borroka».
La proyección permitió un paréntesis entre adversarios políticos y que aflorasen muchos sentimientos soterrados durante tiempo. Muchos de los presentes en la sala 7 de los cines Príncipe eran vecinos de San Sebastián, ciudadanos desconocidos que hicieron cola religiosamente en la plaza de Zuloaga antes de que el cine abriera sus puertas a mediodía. Al término del mismo eran visibles los síntomas de emoción. Iríbar agradeció a los presentes su asistencia y llamó a recordar a todas las víctimas. «No olvidemos también que tenemos que luchar contra ello, que la batalla no está terminada y está en nuestras manos darle el final que merece», añadió.
Los espectadores, por su parte, salieron conmovidos. «Realmente nos ha removido lo más profundo», aseguraba la exconcejala del PP en San Sebastián, María José Usandizaga. El historiador Luis Castells ponía en valor el carácter transversal del público que había asistido al estreno del trabajo y el librero Lagun, Ignacio Latierro, recordaba que el primer ataque a la librería tuvo lugar después de que aquel año 95 se pusiera en el escaparate un libro sobre el asesinato de Ordóñez. Ocurrió hace 30 años pero muchos sintieron un escalofrío pese al paso del tiempo. Los dos respaldaban explícitamente una de las frases finales del documental, antes de los títulos de crédito. «Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro».
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