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No es ningún descubrimiento afirmar que el debate político en el Estado español se ha reducido prácticamente a un ejercicio de escenificación de una confrontación ideologizada al extremo; interiorizada por las partes como el nutriente necesario para su supervivencia. Hace tiempo que en la política ... se ha producido un encastillamiento ideológico que diezma cualquier posibilidad de un debate serio en torno a los contenidos. Los efectos son tan perversos que llegan hasta a determinar con quién se puede pactar o no. Se ha producido, permítaseme la expresión, un proceso de sectarización bajo parámetros ideológicos dogmatizados, que llegan a delimitar los espacios y las fronteras en las que, dentro de ellas, estarían permitidos los acuerdos, pero cualquier tentación de buscar aliados fuera del 'redil ideológico' sería en sí misma condenada como 'herejía', usando términos religiosos, y como 'desviación pequeño burguesa' si recurrimos a la dogmática izquierdista.
La derecha en España está viviendo de lleno este sectarismo, demonizando a Sánchez y su Gobierno de coalición. Lo de 'social comunista' no es una ocurrencia, sino que cumple una función de adoctrinamiento de su grupo frente al tándem diabólico Sánchez-Iglesias. El sectarismo ideológico también está presente en las formaciones de izquierda, en algunas en mayor grado que en otras. Lo que comparten es el mandamiento primero que consiste en «solo pactarás con las formaciones de izquierda», porque si se pacta con la derecha se deja de ser de izquierdas. No es una prohibición religiosa, pero como si lo fuera. El problema de este dogmatismo que practican fuerzas como ERC o Bildu es que formaciones como las CUP les reprochan su desviación pequeño burguesa por pactar con el PSOE, gestor mayor del orden capitalista y garante de la pertenencia impuesta de Cataluña a España.
Pero la sectarización se da también en términos de unionismo e independentismo. En el unionismo dogmático se ha interiorizado como una traición a España el mero hecho de pactar con fuerzas nacionalistas e independentistas. De ahí que esta prohibición se lleva a la política como imperativo moral exigible a todos los unionistas. En parecidos términos se da este sectarismo en Cataluña en amplios ámbitos del independentismo respecto de fuerzas unionistas. También en Euskadi, aunque estamos bastante mejor. El debate político está bajo mínimos en cuanto contraste y defensa de contenidos. El pacto no se examina desde su contenido sino por los sujetos que intervienen. Cuando el dogmatismo ideológico se impone a la política surgen los vetos, que impiden a la política cumplir con su función más esencial, más radical, que es conseguir pactar entre diferentes, porque ciertamente 'pactar con uno mismo o con los míos', eso tiene poco de arte y mucho de confesión religiosa.
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