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j. arranz
Martes, 7 de diciembre 2021
- ¿Lo de ser ministra ha sido su último servicio o todavía le quedan ganas de meterse en algún otro 'fregado'?
- Me siento con fuerzas, seré política hasta el día en que me muera.
Isabel Celaá apenas ha tenido que esperar tres meses desde ... que pronunciara estas palabras en una entrevista en este periódico, y dos más desde que Pedro Sánchez la relevara al frente del Ministerio de Educación, para meterse en un nuevo 'fregado'. Uno que le llevará a poner a prueba su mano izquierda y sus dotes diplomáticas en un escenario de excepción, el Vaticano.
Sánchez ha dado ya los primeros pasos para nombrar a Celaá (Bilbao, 1949) como nueva embajadora ante la Santa Sede. Según adelantó anoche eldiario.es citando fuentes gubernamentales, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha solicitado el plácet diplomático y está a la espera de recibir la respuesta del Vaticano para confirmar el nombramiento de la política vasca, que sustituiría en el cargo a María del Carmen de la Peña, quien ejerce esta responsabilidad desde octubre de 2018.
La futura encargada de las relaciones entre España y el Vaticano -siempre y cuando Roma dé su visto bueno- tiene una dilatada trayectoria en política, primero en Euskadi y después en Madrid. Licenciada en Filosofía y Letras y Derecho, en 1998 accedió por primera vez al Parlamento vasco, del que llegó a ser vicepresidenta, y después ha sido diputada, consejera vasca de Educación con Patxi López como lehendakari, portavoz del Gobierno y ministra de Educación con Pedro Sánchez, cargo este último en el que permaneció desde 2018 hasta la remodelación del pasado 12 de julio, cuando salió del Ejecutivo junto a José Luis Ábalos y Carmen Calvo, entre otros.
«No me lo esperaba pero tampoco me ha sorprendido», declaró tiempo después Celaá, aunque reconoció: «Me habría gustado concluir mi obra». Ver cómo se ponían en marcha todos sus proyectos educativos, la nueva ley de Educación, la Lomloe, más conocida como 'ley Celaá'. Una norma que, junto con la gestión de la pandemia en los centros educativos, marcó su mandato y le acarreó no pocos enfrentamientos con la oposición y con la enseñanza concertada, firme defensora como ha sido siempre Isabel Celaá de la escuela pública. Los colegios privados llegaron a recoger 1,5 millones de firmas para pedir la paralización del proyecto
Precisamente, la cuestión religiosa no ha sido de las menos polémicas de esa reforma educativa. A pesar de su condición de católica practicante -de niña estudió en el colegio del Sagrado Corazón de Bilbao-, una de las consecuencias de la ley a la que ha dado nombre es la reducción del peso de la asignatura de religión en el currículo escolar, ya que carece de valor académico y no tiene una materia alternativa. Está por ver si esta circunstancia es tenida en cuenta o no por el Vaticano a la hora de dar luz verde a su nombramiento.
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