
Sánchez y Bildu, cinco años de una relación de conveniencia
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En 2018 iniciaron un camino de acuerdos que ha beneficiado a ambas partes y que ahora se ve condicionado por la polémica sobre las listasHay una fotografía que marca el inicio de una relación. Transmite escaso entusiasmo, al menos por una de las partes. Se tomó el 17 diciembre ... de 2019 en el Congreso de los diputados y muestra una reunión entre una delegación del PSOE y otra de EH Bildu. Se trataba de la primera vez que una 'cumbre' de este nivel era captada por las cámaras. Y ahí se veía cómo los representantes soberanistas -Oskar Matute, Gorka Elejabarrieta y Mertxe Aizpurua- sonreían mientras los socialistas Adriana Lastra y Rafael Simancas no ocultaban su incomodidad. Arrancaba de forma oficial el vínculo entre el PSOE de Pedro Sánchez y EH Bildu, plagado de altibajos pero fructífero para ambas partes. Al menos hasta ahora.
La situación de EH Bildu en mayo de 2018 estaba en cierta medida estancada. ETA había anunciado su disolución a primeros de ese mes. El Gobierno de Mariano Rajoy seguía sin realizar ningún movimiento con los presos de la banda e internamente la tensión era creciente. Pero entonces Pedro Sánchez presentó la moción de censura y la dirección de la coalición soberanista enseguida vio que se abría lo que luego Arnaldo Otegi definió como una «ventana de oportunidades». Tanto, que no tuvo problemas en votar 'sí' aunque sus escaños ni tan siquiera resultaban necesarios. Fue toda una declaración de intenciones, un mensaje de que Bildu estaba dispuesta a dar un giro a la estrategia histórica de la izquierda abertzale y 'jugar' en Madrid. Entraba en un terreno hasta ese momento controlado por el PNV. A cambio de sostener al Gobierno, EH Bildu empezaba a pedir cosas.
Solo unos meses después de la llegada de Sánchez a Moncloa los presos de ETA empezaban a ser acercados a Euskadi en un goteo constante que terminó a principios de este mismo año con el fin de la dispersión. Llegó 2019, las dos elecciones generales -abril y noviembre- y entre medias autonómicas en varias comunidades. Entre ellas Navarra. La socialista María Chivite se hizo con la Presidencia gracias al apoyo externo de EH Bildu, en una decisión hasta ese momento inédita, que generó tensiones dentro del PSOE, pero que contó con el aval de Moncloa. La relación era cada vez más estrecha y ambas partes veían claros los beneficios. Y entonces se celebraron los comicios de noviembre de 2019.
Las claves
Bildu vio desde el principio que la llegada de Sánchez a la Moncloa era una oportunidad
La unidad de acción de la izquierda abertzale con ERC es fundamental para los socialistas
El malestar en el PSOE es mayúsculo porque a Bildu se le había pedido que sobre todo mantuviese las formas
Complica la «legitimidad internacional y el trabajo diplomático» por el que aboga David Pla
Sánchez se dio cuenta de que Bildu podía convertirse en un socio importante. En un cálculo de beneficios y daños, el Gobierno puso en un lado de la balanza el evidente desgaste que suponía ir de la mano de una formación que sigue sin condenar a ETA y en el otro los escaños que aportaban los de Otegi. Tras las elecciones del 10-N Bildu había sacado cinco escaños, pero en realidad eran más. Porque durante estos años la izquierda abertzale ha sido fundamental para retener el apoyo de ERC. Las dos fuerzas soberanistas mantienen una unidad de acción y salvo contadas ocasiones van a bloque. Así que a los 5 de Bildu se sumaban los 13 de ERC. 18 escaños fundamentales para Sánchez en una legislatura convulsa. El presidente buscaba votos y la coalición normalizar sus relaciones, que se le tratase como a un partido más. Y fue entonces cuando llegó la fotografía del 17 de diciembre de 2019.
Tres semanas después, Sánchez era investido presidente. Bildu y ERC se abstuvieron porque en realidad el líder del PSOE ni necesitaba de sus votos. Pero a partir de ahí casi todo ha ido rodado en una relación en la que ambos grupos han ganado. La izquierda abertzale avaló los estados de alarma durante la pandemia, ha apoyado los Presupuestos y leyes importantes...; a cambio el Gobierno le ha permitido 'vender' acuerdos sociales relevantes, como la derogación íntegra de la reforma laboral -firmada en mayo de 2020 y que aunque quedó en nada tuvo un gran simbolismo-, pensiones...
La sintonía entre ambos tiene además otra derivada en la que los dos vuelven a ganar. Contar con los 18 diputados de ERC y Bildu le permite a Sánchez no depender tanto del PNV y a la izquierda abertzale competir con los jeltzales. Todo discurría con el viento de cola, pero de repente el pasado ha resucitado.
EH Bildu incluyó en sus listas a varios condenados por sus vínculos con ETA, Covite lo denunció y la campaña ha cogido un camino inesperado. En el PSOE el malestar es mayúsculo porque lo único que se le estaba pidiendo a la izquierda abertzale es que mantuviesen las formas. Que en un clima calmado todo era posible, incluso que el PSN diese la Alcaldía de Pamplona a Bildu, algo que ahora, si no imposible, se ve muy improbable. La coalición soberanista trata de resituarse. No creen que la tormenta les afecte electoralmente; el problema es de imagen. La semana pasada David Pla, ex jefe de ETA y actual responsable de estrategia de Sortu, publicaba en 'Berria' un artículo que explicaba de forma clara la estrategia de la izquierda abertzale para los próximos años.
Se basaba en tres claves: ampliar la base social para obtener «mayorías institucionales», dotar de más instrumentos políticos a Euskadi para un «progresivo» proceso independentista y «trabajar en el reconocimiento y la legitimidad internacional a través del trabajo diplomático». Y fue ese tercer punto lo que saltó por los aires cuando Pedro Sánchez dijo en la Casa Blanca que «no era decente» incluir a condenados por asesinato en listas electorales. Un mensaje que llegó a los interlocutores habituales de Bildu en el extranjero -movimientos independentistas, universidades, centros de resolución de conflictos...- y que elevó la presión sobre los de Otegi para que zanjaran la polémica.
A corto plazo de lo que se trata es de aguantar el chaparrón. En el PSOE creen que EH Bildu esta atrapado. Que aunque el PSN no les apoye en Pamplona, ellos estarán obligados a respaldar a Chivite. Ambas partes quieren hacer todo lo posible para que se mantenga la entente, pero para eso se necesita que no haya más sorpresas. Eso es lo que el PSOE le ha trasladado a la izquierda abertzale. Los dos tienen que ganar si después de las generales el escenario es similar. Sánchez se garantizaría de nuevo un socio estable y EH Bildu seguiría sembrando para recoger lo que busca: consolidar alianzas para desbancar al PNV y, como señalaba Pla, aumentar «la proyección del independentismo, su poder y su capacidad de influencia».
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, denunció ayer que se ha puesto en marcha una operación por «el bloque reaccionario» del Estado para «amputar el censo electoral» con la ilegalización primero de la coalición abertzale y, posteriormente, de los partidos catalanes. «Pero no lo van a conseguir», avisó.
En un acto en San Sebastián junto a la candidata a diputada general de Gipuzkoa, Maddalen Iriarte, y el aspirante a la Alcaldía donostiarra, Juan Karlos Izagirre, Otegi advirtió de la puesta en marcha de una «operación que se llama 'salvar al régimen del 78'», a costa de «amputar el censo electoral» sobre todo «de las viejas naciones como Cataluña y Euskal Herria».
El líder abertzale arremetió contra quienes «se empeñan en estar en el lodazal» frente a quienes intentan hacer «un debate más sólido». Desde esa perspectiva, criticó el «ejercicio de hipocresía total» de PNV y PSE-EE en campaña, al tratar a la gente «como si no tuviera conocimiento ni capacidad de reflexión». «Nosotros no queremos que los mismos sigan haciendo lo mismo y pactando con los mismos, porque el país no se lo merece», zanjó.
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