Andoni Ortuzar ya lo barruntaba en vísperas de la descarnada remodelación del Gobierno acometida por Pedro Sánchez este pasado sábado, una 'revolución' que, como el propio presidente del EBB ha reconocido, Sabin Etxea no esperaba hasta después del congreso del PSOE de octubre. Lo que ... la cúpula peneuvista tenía claro es que Sánchez, independientemente del orden de los factores, buscaba rearmar a su partido y engrasar la sintonía entre Moncloa y Ferraz para llegar en las mejores condiciones posibles a las próximas elecciones generales. Unos comicios que, o mucho cambia el cuento, o se celebrarán lo más tarde posible, en enero de 2024.
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El PNV se preparaba, ya antes de conocer los cambios en el Consejo de Ministros, para una segunda parte de la legislatura radicalmente distinta de la primera, con un Sánchez volcado en la recuperación económica -como prueba el ascenso de Nadia Calviño-, y apoyado en Esquerra como socio preferente (¿hasta qué punto está avanzado su acuerdo presupuestario?). Pero decidido también, tras la ruidosa gestión de los indultos, a hacer pasar la cuestión catalana a un segundo plano donde no haga sombra a lo importante, la inyección de los fondos europeos, la mejora de los indicadores económicos, y, como colofón, el paseo triunfal del secretario general del PSOE como presidente de turno de la UE en el segundo semestre de 2023. «Ahí es donde quiere reinar, conoce muy bien Europa y sabe que puede ser su trampolín», coinciden en las filas socialistas.
Que para eso haya tenido que fulminar a los más fieles, incluidos los que aseguran haber pedido salir -Calvo, Ábalos y, sobre todo, Iván Redondo- no ha sorprendido a nadie que conozca mínimamente a Sánchez, el resistente. Tampoco que Sánchez, el implacable, haya apartado a Miquel Iceta al Ministerio de Cultura para que su hiperidentificación con la solución dialogada en Cataluña no mantenga obstinadamente el foco en una mesa de diálogo que, como todo el mundo asume, no va a lograr ningún acuerdo de calado en los dos años que se ha dado de plazo, ni ensombrezca el futuro liderazgo de Salvador Illa al frente del PSC. «A Pedro no le tiembla el pulso». «Al que no funcionaba o no servía a sus intereses, se lo ha quitado de en medio», corroboran en un PSOE en estado de euforia por la deuda moral de la que se siente resarcido con la salida de Redondo.
¿Cómo encaja Euskadi en ese puzle? Pues como todo lo demás. Como mejor convenga a los intereses del líder. Lo más llamativo, en lo que concierne a los compromisos de Sánchez con los socios vascos, ha sido la supervivencia al frente de Seguridad Social de José Luis Escrivá, un ministro al que el PNV ha puesto en la picota como a ningún otro por su tozuda resistencia a 'soltar' el traspaso del Ingreso Mínimo si no es como una mera ventanilla bajo la tutela del Ministerio. «Es como una pared», coinciden PNV y PSE. Los últimos contactos de Escrivá con los jeltzales, previos a la crisis de gobierno, habían resultado especialmente desalentadores. Y su metedura de pata sobre el recorte de las pensiones de los 'baby boomers' había hecho crecer las esperanzas de que Sánchez le diera 'boleto'.
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Confirmado en el cargo, tampoco interpretan su continuidad como un pulso a Sabin Etxea, sino como una prueba de la confianza del presidente en su amigo, un cerebro para los números, clave para cumplir con los deberes de la UE, desarrollar el acuerdo sobre las pensiones y pulir, junto a Calviño y Montero, las aristas sobre las que Bruselas permanece vigilante. Escrivá sirve ahora a los propósitos de Sánchez. Así de sencillo.
Pero, como reconocen todas las fuentes consultadas en el Gobierno vasco, en Sabin Etxea y en el PSE, el traspaso, como todo lo demás, depende única y exclusivamente de la voluntad política de Sánchez. Como ha anticipado Ortuzar, el IMV terminará en la mesa del presidente y entonces se verá si Moncloa quiere cuidar su «interlocución especial» con el PNV, con vistas ya a una próxima legislatura, o si, consciente del escaso margen de maniobra de los jeltzales, prefiere ignorar sus demandas. Lo mismo sucede con la sensibilidad territorial que se le presuponía a Iceta, con quien la relación, reconocen en Lakua, era «muy buena». Nadie cree que Isabel Rodríguez, cercana a Page, vaya a entorpecer el cumplimiento del calendario de transferencias. O que el nombramiento de Raquel Sánchez vaya a impulsar o retrasar el TAV. El PNV lo tiene asumido. Han apostado todo a Sánchez. Y para bien o para mal, Sánchez proveerá.
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