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Como suele ocurrir, el diablo estaba en los detalles técnicos de una negociación que se nos ha hecho interminable al originar un enorme revuelo incluso antes de conocerse la letra pequeña del polémico acuerdo. La desconfianza mutua de las partes ha quedado amplificada por esas ... reacciones previas cuya intensidad no tiene precedentes. El pacto de investidura difícilmente podía ser más borrascoso. Requería tiempo refinar el preámbulo de una ley tan controvertida cuyo encaje institucional debe ser impecable. Pero no se contaba con perfilarla tanto para evitar sorpresas interpretativas en su aplicación judicial.
Se ha estudiado cada caso susceptible de ser amnistiado para que no quede nadie fuera y tampoco se cuele quien tenga otro tipo de problemas con la Justicia. Todo un encaje de bolillos destinado a gestionar una situación complicada para obtener unos resultados excepcionales. Las críticas arreciarán tras haber calentado motores en estos últimos días. La ley de amnistía divide al país, a los partidos políticos e incluso a instancias muy variopintas. El comisario europeo de Justicia ha mostrado sus recelos, mientras el Financial Times muestra su conformidad con esta medida de gracia si consigue contribuir un enquistado problema político. Habrá que ver su recorrido y los eventuales excesos en que puedan incurrirse desde uno u otro interés.
Esta nueva investidura de Pedro Sánchez parecía tan difícil como factible al confluir intereses muy diversos de agentes colectivos tremendamente diferenciados. Unas nuevas elecciones dejarían las cosas como están y había que intentar no repetirlas con la consiguiente fatiga del fuselaje ciudadano. El borrón y cuenta nueva parece una opción razonable siempre que no se cuente con reincidir y sirva para encauzar unas reivindicaciones que no cedan a la tentación del maximalismo. Con todo, resulta poco halagüeño que no hubiera lugar para un acuerdo de legislatura. Parecía más razonable no dejar balas en la recámara que puedan utilizarse para bloquear iniciativas parlamentarias.
Ese futuro bloqueo y obstruccionismo queda desafortunadamente garantizado por una oposición que plantea enmiendas a la totalidad constantemente. Pero dentro del propio bloque las fisuras pueden aparecer por demasiados flancos. Dentro del partido socialista hay muchas voces discrepantes. En la plataforma de Sumar sigue queriendo marcar perfil propio Unidas Podemos. La rivalidad entre Junts y ERC seguirá presente, pero tampoco debemos olvidar la dialéctica entre Bildu y el PNV. Lo único cierto es que la decimoquinta legislatura podría ser breve, pero en cualquier caso será muy dura. Pero aunque la veamos en principio como una complicada 'legislaDura', las dificultades pueden aguzar el ingenio de los pactos y acicatear una encomiable audacia política.
Sólo el tiempo dirá si hemos asistido a un simple parto de los montes o al alumbramiento de una inédita Palas Atenea política cuyo destino sea salvaguardar las esencias republicanas de nuestro sistema democrático.
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