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El PP anda muy crecido. Exultante. La atronadora victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, de la que la hecatombe del PSOE es la otra cara de la moneda, ha reactivado a un partido que acumulaba más dudas que certezas. Ahora exhibe confianza a raudales ... mientras gana terreno en sus filas la ilusión de que, después de tres años de bandazos, Pablo Casado ha encontrado por fin el camino que conduce a La Moncloa. Los populares tienen motivos para el optimismo. Pero no hasta el extremo de ir encargando ya un nuevo colchón para reemplazar el de Pedro Sánchez.
¿Estamos ante un cambio de ciclo? El 4-M no es extrapolable sin más al conjunto del país. Sin embargo, las elecciones de hace dos semanas ofrecen indicios que sería ingenuo despreciar. Por ejemplo, el hartazgo de la población ante las restricciones por la pandemia, el desgaste socialista por su gestión de la crisis, la evaporación de Ciudadanos y el crecimiento del PP a su costa. Recientes encuestas confirman que esos síntomas tienen dimensión nacional al augurar, por primera vez en tres años, una posible victoria de los conservadores.
Existe el 'efecto Ayuso'. El tirón de la baronesa resulta indiscutible. Cuestión distinta es que su discurso sirva para ganar unas generales. Lo pone en duda Feijóo al reclamar a su partido a «una política más occidental, más previsible, más europea». Como la que él practica en Galicia, viene a decir amparado en cuatro mayorías absolutas consecutivas. No como la de Ayuso, sus tics populistas y sus guiños a Vox, insinúa. Detrás de sus palabras hay un implícito cuestionamiento de la estrategia de Casado, rendido ahora a la presidenta madrileña como si fuera su ejemplo a seguir y al que sugiere que se deje de volantazos y construya un proyecto sólido, moderado y creíble del que hoy por hoy carece.
Es discutible si el rearme del PP obedece más a aciertos propios o a errores ajenos; sobre todo, al suicidio de Ciudadanos con el enredo murciano y a la disparatada campaña del PSOE en Madrid. Pero, aunque los últimos sondeos permitan soñar a los populares, harían bien en no olvidar dos factores. El primero: quedan dos años y medio de legislatura en los que, aunque el Gobierno ofrezca señales de desgaste, tiene tiempo de sobra para remontar el vuelo con el final del covid gracias a las vacunas y una inminente recuperación económica. El segundo: en un Parlamento fracturado en dos bloques irreconciliables, necesita una mayoría absoluta para conquistar el poder. Bien en solitario -muy improbable- o con socios. El hecho de que el más previsible sea Vox, con el que Casado rompió abruptamente en su última conversión centrista, dificulta el consenso con otros partidos si fueran necesarios para sumar y favorece un frente común de las demás formaciones.
Claro que también puede suceder que Sánchez se achicharre por sus pactos con EH Bildu y el independentismo catalán, la imposición de ajustes desde Bruselas o cualquier otra causa. No deja de sorprender la naturalidad con la que el PSOE admite determinados socios mientras cuestiona si caben en el partido Nicolás Redondo Terreros y Joaquín Leguina. Ver para creer.
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