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Familiares de los gudaris encontrados, esta mañana en Gogora. Pedro Urresti

«Vivíamos un infierno por no saber dónde murió mi padre»

Familiares de seis gudaris y milicianos fallecidos antes de la caída de Bilbao en 1937 recogen los restos de sus allegados: «Saber que ya está con nosotros nos da tranquilidad»

Sábado, 11 de febrero 2023, 14:57

Teresa Jaka esperó durante más de ochenta años, la práctica totalidad de su existencia, para conocer dónde se hallaba su padre. Fue incluso la que aportó una prueba de ADN hace seis años para esperar una angustiosa coincidencia con algunos de los restos óseos que ... descansaban desde 1937 en los terrenos de un caserío de Gamiz-Fika. No existía evidencia alguna de que allí reposaran tres combatientes que defendieron la República frente al avance del bando sublevado, pero el dueño de esa finca dio la voz de alarma. En su propiedad se encontraban, junto a otros dos soldados aún sin identificar, los huesos de Patxi Jaka.

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Exhumado en junio de 2019, 'Tere' falleció unas semanas antes de poder reencontrarse con su aita toda una vida después. Gracias al trabajo de Aranzadi y del grupo Biomics de la UPV-EHU, así como de otras organizaciones, su hermana Nekane ha recogido hoy los restos de su progenitor. «La verdad es que no teníamos esperanzas, el mundo se me vino encima cuando nos enteramos que estaba allí», confiesa a EL CORREO sobrecogida. Vino al mundo el 18 de julio de 1936, en pleno estallido del conflicto bélico y casi un año antes de la muerte en el frente de su padre, de quien no tiene recuerdos ni apenas conocía nada. Fue un tema tabú en una familia que al quedarse viuda su madre se diseccionó. Ella y sus tres hermanas se dividieron a lo largo de la geografía vasca. «Nosotras no hubiéramos podido, estábamos muy cansadas ya... Saber que ya está con nosotros nos da tranquilidad. Le vamos a enterrar en el nicho de Amorebieta donde están dos de sus hijas», aporta Enara Lauzirika, bisnieta de Patxi y nieta de Nekane.

El emotivo acto ha estado repleto de familiares y prensa. Pedro Urresti

Nekane y Enara visitaron el lugar donde estaba sepultado Patxi Jaka, miliciano en el batallón número 31 Zabalbide de Izquierda Republicana. El 11 de junio de 1937 el ejército franquista alcanzó la zona de Fika y fue allí donde falleció, poco antes de la caída de Bilbao. Su inhumación no fue inscrita en ningún registro civil ni parroquial. Nadie sabía sobre su paradero. Excepto un vecino, el abuelo de Lander Mella. «Mi abuelo me contaba que cuando fueron evacuados a Derio se habían enterrado cuerpos en nuestra finca. Yo no sabía si era verdad, pero cuando murió sentí la necesidad de contarlo». Así, se puso en contacto con Aranzadi y las labores de exhumación hicieron el resto. Para él también supone una alegría inmensa poder ayudar a una familia. «Aún me quedan otras dos carpetas por cerrar, pero al menos uno de ellos vuelve a casa», lanza aliviado.

«Es una satisfacción»

Además de los restos de Jaka, otros cinco gudaris y milicianos se han reunido 86 años después con sus descendientes. «Vivíamos un infierno por no saber dónde murió mi padre», cuenta entre lágrimas Fernanda, hija de Fernando Lahera, uno de los cinco cuerpos identificados de entre los casi 3.000 encontrados en el cementerio de Begoña en mayo de 2022. «Siempre soñaba conseguir lo que mi familia perseguía. Es una satisfacción», ha dicho con voz temblorosa en Gogora. El Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos de Euskadi ha sido el escenario de la entrega de los restos de este miliciano del batallón nº 48 UGT-8 Jean Jaures. Fue compañero de otro de los guerrilleros identificados y concedidos hoy, Ramón Crespo, quien llegó a ser sargento. Ambos murieron en Artxanda.

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Los otros tres protagonistas de este sábado son el miliciano Inazio Lopetegi, del batallón nº 50 San Andrés, fallecido también en el monte bilbaíno; y los gudaris Martín Fabo, del batallón nº 37 Otxandiano (PNV), caído en el frente de Orduña-Amurrio; y José Martín Arrieta, del batallón nº 6 ANV-1 Olabarri (ANV), que no pudo superar las heridas sufridas en Sollube. Todos murieron entre mayo y junio de 1937 en una línea defensiva que sirvió para ganar tiempo y evacuar a la población civil antes de la entrada de las tropas sublevadas. No dejaron rastro. Casi un siglo después, sus identificaciones ayudan a cerrar la herida más grande de nuestra historia reciente.

El acto, conducido por el periodista Dani Álvarez y al que han acudido unos ochenta familiares, ha contado con la participación de la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, en su última comparecencia antes de abandonar el Gobierno vasco para embarcarse en el objetivo de ser alcaldesa de Vitoria. «Hoy cumpimos con un deber, hacemos justicia y damos sentido a nuestro compromiso con la memoria histórica y democrática», ha lanzado en su discurso. Autoridades municipales de los Ayuntamientos de Bilbao y Gamiz-Fika, así como personal en las labores de exhumación e identificación (Aranzadi, grupo Biomics de la UPV-EHU, Euskal Prospekzio Taldea y la asociación Ahaztuen Oroimena 1936) han completado la representación de un emotivo homenaje que ha contado con la exhibición del folklore vasco. Con la txalaparta, el 'Euzko Gudariak' al acordeón, un aurrezku de honor y el 'Agur Jaunak' se ha puesto desenlace a un día que cinco familias jamás olvidarán y que aún miles de personas sueñan tener.

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