david guadilla
Jueves, 8 de octubre 2020, 19:56
Fue el 9 de enero de 1998 cuando Carlos Iturgaiz dijo una de la frases que más marcó su carrera política. «Nos están matando como a gorriones con chimbera». En solo seis meses ETA había asesinado a Miguel Ángel Blanco, José Luis Caso ... y José Luis Iruretagoiena. En un alegato ante las bases, pidió que no cundiese el «miedo» y que ante los que pretendían que los populares hiciesen «las maletas» había que aguantar. «No podemos vivir arrodillados ante una minoría de sinvergüenzas». Fue ahí, en la lucha contra el terrorismo, donde el nuevo presidente del PP vasco se labró su imagen. Frente al Iturgaiz político surgía el Iturgaiz resistente. El que combatía al nacionalismo.
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En una Euskadi muy polarizada, con Juan José Ibarretxe como cabeza de cartel del PNV, un treintañero de Santurtzi se transformaba en la principal alternativa al nacionalismo. Ese mismo año lideraba la lista a las elecciones autonómicas y el PP lograba sus mejores resultados hasta ese momento. Llegaba a los 251.000 votos y por primera vez en la historia los populares se convertían en la segunda fuerza política de Euskadi al lograr 16 escaños. Fue su punto de inflexión. La cima a la que llegó el que durante unos años fue la gran promesa del centro derecha vasco.
Si ahora en cierta medida los populares han mirado al pasado para recuperar las esencias de aquel PP vasco curtido en las trincheras, su salto a la primera línea a mediados de los noventa se produjo para justo todo lo contrario. En aquellos años Iturgaiz representaba la modernidad. Un PP que quería romper con los esquemas. Apenas tenía 33 años, procedía de la margen izquierda, se lanzaba a hablar en euskera y matriculaba a su hijo en el modelo D.
Su gran padrino era Jaime Mayor Oreja. El exministro del Interior había sentado los cimientos del PP en Euskadi a finales de los ochenta. Y buscaba un heredero. Lo tuvo claro. Iturgaiz fue elegido presidente del PP vasco en octubre de 1996 mientras José Antonio Ortega Lara seguía secuestrado. En ese caldo creció Iturgaiz y fue ahí donde alcanzó su madurez política.
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En plena tregua de Lizarra, su discurso contra el nacionalismo se endureció aún más. Aquel perfil le abrió heridas y le sometió a un profundo desgaste personal. A pesar de su timidez, aquel joven treintañero supo conectar con buena parte del electorado gracia a su pasión y a su capacidad para empatizar con las víctimas. Ningún otro presidente del PP vasco ha tenido que enterrar a tantos compañeros. Sus lágrimas durante el asesinato de Miguel Ángel Blanco se convirtieron en un símbolo.
Mantuvo la presidencia del partido hasta 2004, cuando le sucedió María San Gil, pero nunca más volvió a ser candidato a lehendakari. Los comicios de 2001 fueron los de la vuelta de Mayor y en los que el PP y el PSE unieron fuerzas para descabalgar al PNV. Los populares mejoraron sus resultados, pero la gran pieza no se cobró. Ibarretxe siguió en Ajuria Enea y el PP inició una vez más su enésima renovación. En 2004 tanto Mayor Oreja como Iturgaiz se fueron al Parlamento Europeo.
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Fue una especie de retiro dorado, un premio para alguien que había cumplido su trabajo. A partir de ahí su carrera política pasó a un segundo plano. Su papel en el PP vasco era secundario. Se le veía en actos, y poco más. Aquella imagen de resistente no «vendía» en el proyecto que habían planteado los nuevos «popes» del PP vasco que apoyaron en 2008 a Mariano Rajoy frente a los ataques del sector encabezado por, entre otros, la propia María San Gil. Eran los Alfonso Alonso, Iñaki Oyarzábal, Borja Sémper, Javier Maroto...
«Me voy a casa»
Sin embargo, Iturgaiz se mantenía como un icono de los populares en Euskadi. Entre otros motivos, porque sabía moverse muy bien en las guerras internas. Nunca desairaba a nadie mientras iba repitiendo como candidato. Se le quería y quiere. Hasta que llegó abril del año pasado. La dirección liderada por Pablo Casado le colocaba en el puesto 17 para los comicios europeos. De facto, se lo quitaban de en medio. Y por primera vez en la historia, Iturgaiz alzaba la voz contra sus compañeros. «Me siento triste y decepcionado. Casado no ha valorado todo el trabajo y dedicación que he hecho todos estos años, en nombre del PP vasco y en defensa de la unidad de España y las víctimas«, afirmó dolido desde El Salvador, donde formaba parte de una misión de observadores de la Unión Europea. Hasta que el 3 de abril anunciaba en EL CORREO que daba el gran paso: »Me voy a mi casa. Dejo la política«. Hasta que el pasado febrero le llamó Casado para liderar la candidatura a lehendakari tras la salida de Alonso. Fue un primer paso. Ahora ya es presidente.
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