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La imagen de Carles Puigdemont a sólo veinte kilómetros de la frontera con España sirvió ayer para escenificar como nunca en este último mes su regreso al primer plano gracias a la endiablada aritmética de la política nacional. El expresident de la Generalitat, que acudió ... a un acto en homenaje al músico Pau Casals en la localidad francesa de Codalet, se sabe protagonista absoluto en el complejo proceso para la formación de gobierno por los siete escaños clave con los que cuenta su formación, Junts. Pero el exmandatario catalán, prófugo de la Justicia desde octubre de 2017, no quiere que las negociaciones con el PSOE, en las que los independentistas han puesto la amnistía sobre la mesa, se interpreten como una mera búsqueda de una «salida personal» a su situación penal.
La visita de Puigdemont a Cataluña Norte, su primer viaje fuera de Bélgica desde que la Justicia europea le retiró la inmunidad parlamentaria, tuvo aún más simbolismo por la lista de asistentes al acto, organizado por la Universitat Catalana d'Estiu con motivo del 50 aniversario de la muerte de Casals en el exilio. Allí estuvo acompañado de cuatro de los otros seis presidentes catalanes desde la reinstauración de la democracia: Jordi Pujol, José Montilla, Quim Torra y el actual, Pere Aragonès. Sólo faltaron Pasqual Maragall, afectado de alzhéimer, y Artur Mas, que en las últimas semanas se ha mostrado partidario de apoyar la investidura de Sánchez. «Hay que ser exigentes pero no intransigentes», recomendó el exlíder de CiU.
Puigdemont, sabedor de que el Tribunal Supremo no pedirá una euroorden de detención contra él hasta tener claro que la Justicia europea no le devolverá la inmunidad, llegó a la abadía de Sant Miquel de Cuixá en un ambiente de máxima expectación. Decenas de personas portaban esteladas y camisetas con consignas independentistas y, dentro del monasterio, se llevó varias ovaciones. Aunque no quiso hacer declaraciones en torno a las negociaciones con el PSOE, su intervención en el acto sí dejó algunas pistas. En ella, reivindicó la figura del músico catalán más universal con referencias que bien dejaban una doble lectura.
El dirigente de Junts elogió la trayectoria de Casals, quien llegó a rechazar en los años 50 el cargo de president de la Generalitat en el exilio, por no haber buscado «una salida personal», sino pensar en los intereses de Cataluña, «en el país». «Cuando pedimos que el catalán sea una lengua de Europa, una lengua viva al lado de las otras, lo hacemos siguiendo el mismo hilo que las generaciones que nos precedieron, pero pensando en los otros y no sólo en nosotros, de la misma manera que hizo Pau Casals, sin buscar una salida personal para él mismo», evocó.
El encuentro de cinco expresidentes sirvió también para evidenciar que ERC busca un frente común con Junts de cara a las negociaciones con el PSOE. Aragonès consideró necesaria la reclamación del referéndum de autodeterminación y la amnistía para los condenados por el 1-O porque «tenemos un conflicto pendiente de resolver que no es por represión sino por la negativa del Estado español de permitir a Cataluña decidir libremente su futuro».
Entre el resto de exmandatarios, Jordi Pujol rompió una lanza por Puigdemont al agradecerle sus méritos y trabajo en favor de «la identidad catalana». Quim Torra abonó las teorías de la conspiración y dio por seguro que Casals no recibió el Premio Nobel de la Paz en 1958 por las «tenebrosas maniobras españolas» en su contra. Por su parte, el único expresident del PSC, José Montilla, acabó silbado por el público tras un discurso en el que habló de «diálogo y pactos» y reivindicó una España plural.
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