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Un panel y una escultura frente al instituto de Gernika recuerdan desde ayer que ese edificio fue un hospital de presos durante la Guerra Civil. Fue declarado así como «lugar de memoria» gracias a una iniciativa de la asociación Pipergorri, apoyada por Gogora, la Secretaría ... de Estado de Memoria Democrática y el Ayuntamiento de la villa.
Allí murieron 269 prisioneros republicanos entre el 2 de junio de 1938 y el 3 de junio de 1940 a consecuencia de enfermedades infecciosas. Ocho de cada diez por tuberculosis. Los fallecidos fueron enterrados en el cementerio de Zallo y muchos familiares ni siquiera fueron informados de su muerte por lo que constaban como desaparecidos.
Uno de aquellos presos era Constantino Fernández, de 39 años, vecino de Muskiz. Su hija, Begoña Fernández, explicó ayer que «a través de alguna carta supimos que mi padre estaba enfermo». Había monjas josefinas al cargo del hospital de guerra y, «como mi madre conocía a algunas, pudo venir a verle. Yo misma vine una vez con ella. En la desgracia fuimos afortunados por haberle podido ver. Recuerdo que aquel día nos besó. Yo tenía 10 años y fue la última vez que le vi». Según explicó Begoña Fernández, «nunca pensamos que su historia, la de mi padre y estos presos, iba a tener un lugar de reconocimiento en este pueblo. Estoy muy orgullosa».
El secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, recordó que «quienes dieron su vida por la Segunda República eran hombres y mujeres que defendían las libertades y la democracia. A las víctimas les estamos devolviendo la dignidad que les arrebató la dictadura». También lanzó un mensaje a los jóvenes, «que deben transmitir la memoria porque un pueblo sin memoria puede repetir su pasado».
Para José Mari Gorroño, alcalde de Gernika, «estamos aquí para dar importancia a todas las víctimas que sufrieron las atrocidades de la Guerra Civil».
El acto estaba organizado por Gogora y su director, Alberto Alonso, recordó a «estos vascos, andaluces, catalanes, castellanos y brigadistas internacionales, más de 250 personas que sufrieron un trato inhumano como prisioneros y que fueron abandonados hasta la muerte en el hospital de Gernika». El director de Gogora agradeció a las asociaciones memoralistas, como Pipergorri, «haber recuperado sus nombres».
José Mari Sahelices y Amagoia López de Larrucea, de esa entidad, agradecieron la instalación de la placa y la pieza de mármol que la acompaña, una escultura de José Ibarrola «que tiene una grieta que representa la herida de las víctimas. Con el tiempo se irá llenando de hojas y se irá cerrando». Desde el año pasado todo el espacio urbano de la villa foral es considerado «lugar de memoria».
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