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Los debates presupuestarios continúan hacia su aprobación final en las distintas instancias. A veces con paso firme, zigzagueante en otras, con amagos de descarrilamiento en ocasiones y con amenazas infantiles, como hemos visto en el Congreso. En Navarra y en Euskadi el diálogo y el ... acuerdo también se han impuesto a la confrontación basada en la pose ya ritual de oponerse al proyecto presentado. El debate que han mantenido las derechas españolas respecto de los PGE no ha sido una confrontación presupuestaria. Han optado por mantener una posición demagógica, reducida a calificar las Cuentas como socialcomunistas, sin que exista una mínima base presupuestaria para tal caracterización. Sólo discurso tóxico que responde a la inercia que afecta a todos los partidos, elevada ya a estrategia política, consistente en que las fuerzas de oposición no pueden pactar ni respaldar los presupuestos que vienen de los gobiernos.
Desde esta oposición dogmática se construyen discursos que proyectan ante la opinión pública la idea de que con ellos en el Gobierno se elaborarían unos Presupuestos distintos, alternativos a los presentados. Esto es pura invención, fabricada para consumo interno y que tiene el perverso efecto del 'autoengaño', sencillamente porque en ninguna institución, desde los ayuntamientos al Gobierno central, es posible elaborar Presupuestos alternativos; pues la inmensa mayoría del gasto contemplado es un gasto comprometido y en el apartado de ingresos tampoco cabe plantearse una realidad fiscal que represente un modelo tributario alternativo, aunque las reformas sean y son necesarias.
Por eso, ante la dificultad real de sostener una discusión de contenido presupuestario que permita construir una enmienda a la totalidad con unos criterios solventes de ingresos y gastos realmente alternativos, se opta por lo fácil, por la caracterización ideológica de las cuentas, bien sea como socialcomunistas, bien como neoliberales, o en el caso de Navarra como favorecedoras del anexionismo vasco, sin que nadie sienta la mínima obligación ética de explicar en qué contenidos se sustenta dicha caracterización.
Por eso cuando una formación de oposición, sea quien sea, decide romper con el ritual del rechazo total y pasar de la confrontación al diálogo, de la enmienda a la totalidad a la negociación de enmiendas de mejora, se enfrenta ante el abismo que separa a esos dos discursos, imposibles de superar racionalmente, pues es harto complicado explicar con razones objetivas cómo un Presupuesto caracterizado como neoliberal se convierte en algo aceptable y hasta progresista, modificando sólo, por ejemplo, un 3% y manteniendo toda la política de ingresos y gastos. Este juego lo explicaba muy bien al parecer un miembro de Bildu: «No se trata de enmiendas, se trata de política». Pero esa explicación sirve no sólo cuando se negocia sino también cuando se rechazan las Cuentas: «No se trata de Presupuestos, se trata de política».
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