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david guadilla
Sábado, 8 de junio 2019, 01:01
El 'agostazo'. En la memoria de los socialistas navarros aparece como aquel día en que el PSN se asomó al precipicio, cuando casi doscientos afiliados se dieron de baja y se abrió una profunda grieta con la dirección federal del PSOE. Fue en 2007 ... y parecía guardado en el cajón del olvido. Hasta que las elecciones del 26-M, la decisión de María Chivite de intentar presidir la comunidad y las dudas que plantea en Ferraz ese escenario lo han hecho revivir. Pero aunque es el más mediático, el varapalo de hace doce años no es el único caso en el que el PSN se ha visto desautorizado por Madrid. Al 'agostazo' de 2007 le sucedió el 'marzazo' de 2014. Y en ambos casos la relación con el nacionalismo vasco y la sombra de la izquierda abertzale fueron decisivos.
Las elecciones de mayo de 2007 abrieron la puerta al cambio en Navarra. UPN, con Miguel Sanz de candidato, ganó de forma cómoda, pero sin llegar a la mayoría absoluta. Se formó una alianza alternativa formada por Nafarroa Bai, el PSN e IU. Dato importante: NaBai era una coalición integrada por Aralar, EA, PNV, Batzarre e independientes. No estaba la izquierda abertzale, por aquel entonces ilegalizada. Un hecho que algunos veteranos del PSN remarcan para decir que lo sucedido en 2007 y ahora no es comparable. Que lo de entonces fue peor.
Los contactos avanzaron con cierta rapidez. Todo parecía claro. El nuevo presidente foral sería el socialista Fernando Puras. Sería un gobierno de coalición, con carteras para NaBai e IU. Según el PSN, Ferraz, con José Blanco como secretario de Organización, dio el visto bueno. En junio ya se hablaba de que el acuerdo estaría cerrado para San Fermín. Pero todo se torció. «El contexto fue clave», explica un dirigente socialista que vivió en primera persona los acontecimientos.
Solo hacía medio año que ETA había volado la T4 y que se habían desarrollado las conversaciones de Loyola. Aquellos preacuerdos entre el PNV, el PSE y Batasuna apostaban por crear un órgano común entre Navarra y Euskadi. UPN y el PP cargaban de forma constante contra el Gobierno de Zapatero por «vender» la comunidad foral a los terroristas. El 2 de julio, tres etarras eran detenidos en una furgoneta con 165 kilos de explosivos. Iban a cometer un atentado en la comunidad foral. Por esas mismas fechas, Zapatero se enfrentaba al debate del Estado de la Nación en minoría, con un PP al alza e intentando parar los golpes que le lanzaba Mariano Rajoy. Los populares habían ganado las municipales en el conjunto de España y el desgaste que sufría el presidente era enorme. En ocho meses habría elecciones generales.
En este ambiente, la presidencia de Puras se hizo imposible. Aunque estuvo a punto de ser viable. Se fijó el 17 de julio como la fecha de la posible investidura. Pero todo se fue enredando. El 5 de julio las discrepancias sobre el reparto de carteras hicieron naufragar el pacto. «Si entonces se hubiese cerrado el acuerdo, hubiese habido gobierno», asegura un alto cargo socialista. Pero no lo hubo y Ferraz viró. «Hay que dejar gobernar a UPN. No podemos seguir adelante». El «contexto».
El 16 de julio Puras y Carlos Chivite -secretario general del PSN y tío de la actual líder- trasladaron a NaBai e IU que el acuerdo estaba muerto. El estupor se extendió entre la militancia. La tensión entre los socialistas navarros era máxima. Se hablaba de escisión.
Se intentó un último órdago. El 1 de agosto la ejecutiva del PSN y el grupo parlamentario, por unanimidad, decidieron retomar los contactos con NaBai e IU. Solo 48 horas después Puras y Chivite eran citados en Ferraz. Y José Blanco les ordenaba parar. «El mensaje fue que a ocho meses de unas elecciones el PSOE no podía asumir ese desgaste». La cara de los dirigentes navarros era un poema. El 'agostazo' se había materializado. El día 6 Puras presentó su dimisión y el 11 Miguel Sanz fue reelegido presidente con los votos en blanco del PSN.
Algunos históricos dirigentes del PSN creen que la situación actual, más que a la de 2007, se asemeja a la de 2014. Tres años antes, y en un nuevo giro del socialismos navarro, el PSN había formado Gobierno de coalición con UPN. Roberto Jiménez, secretario general del partido, se convirtió en vicepresidente de Yolanda Barcina. El acuerdo apenas duró un año.
A principios de 2014, el PSN apostó por presentar una moción de censura. «O dimite Barcina en 15 días o la echamos», proclamó contundente Jiménez el 12 de febrero. Lo que diferenciaba ese escenario del de 2007 -y lo acerca al de 2019- era que para echar a Barcina era necesario el concurso de Bildu. Si a eso se suma la debilidad en la que vivía entonces el PSOE, el pulso lanzado por el PSN duró lo que duró.
Los quince días marcados por Jiménez pasaron y Barcina no se fue. El que apareció fue Alfredo Pérez Rubalcaba. El entonces secretario general de los socialistas anunciaba el 5 de marzo que prohibía a sus compañeros de partido presentar la moción. El PSN acató la orden. Jiménez el primero. Cinco años después la historia se repite y la clave vuelve a ser el papel de Bildu.
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