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El PNV se dio un baño de masas este sábado en el pabellón Landako de Durango, el lugar elegido para la puesta de largo de las listas jeltzales a las próximas elecciones autonómicas y de la candidatura a lehendakari de un emocionado Imanol Pradales, que ... trabó un discurso extenso, a medio camino entre la autobiografía emocional, la exposición de prioridades de gestión, con la «mejora» de Osakidetza a la cabeza, y la inyección de moral a prueba de «populismos de izquierdas y de derechas». Un claro intento de espolear a un partido que afronta no sólo el relevo de un referente como el lehendakari Urkullu sino que lo hace con un candidato escasamente conocido por el ciudadano de a pie, y aún recuperándose del revés que el abstencionismo de parte de su electorado le propinó en las municipales y forales de mayo y en las generales de julio.
Así que tocaba, sobre todo, humanizar al candidato y movilizar el voto tirando de orgullo de sigla. Esos fueron los principales hilos argumentales de un acto que funcionó también como cierre de filas y pegamento interno tras la abrupta salida de Urkullu tres legislaturas después, pero que pivotó, como era de esperar, en torno a la figura de Pradales, nacido en Santurtzi en 1975. El todavía diputado foral vizcaíno de Infraestructuras se arrancó directo a la fibra sensible. Recordó- «esto me va a costar»- que decidió aceptar la propuesta del partido para optar a la Lehendakaritza «cuando se lo conté a mi ama, que es mi termómetro, y se echó a llorar de emoción. Lágrimas por aita, que ya no está, lágrimas por toda una vida de lucha. Y me dije: 'Aurrera Imanol, beti aurrera'». También él, admitió, «tembló» cuando supo lo que se le venía encima pero no «de miedo» sino por «respeto y responsabilidad».
Con el lema 'Indar Berria' ('Nueva Fuerza') y con la lectura a cargo de Andoni Ortuzar de un poema de Joxean Artze sobre el agua nueva que brota de la vieja fuente, el PNV simbolizó el recambio generacional, pero con constantes alusiones a los lehendakaris precedentes. En un acto concebido como multitudinario arranque de la precampaña jeltzale, el flamante candidato se centró en dar a conocer su faceta más personal, en cimentar una imagen de hombre de familia y en la gestión de lo público, donde su «máxima prioridad», prometió, será «mejorar» la sanidad vasca, de la mano de los profesionales de Osakidetza. «Sé que se van a implicar como siempre», enfatizó Pradales, que, consciente que la situación del servicio vasco de salud ha escalado a la cima de los principales problemas de los vascos, no quiso ocultar la necesidad de «curar las heridas» de un sistema que reconoció «tensionado» tras la pandemia, eso sí, igual que «todos los del mundo».
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Toda una declaración de intenciones del carril por el que discurrirá su campaña, centrada en los «valores», en generar «esperanza» en el futuro y sobre todo en la idea de «liderar» la transformación del país para cimentar «la Euskadi del Bienestar, fiable y global» pero «con alma y voz propia en el mundo». Un discurso volcado en la acción institucional y sin referencias concretas a sus adversarios políticos, ni tampoco ninguna respuesta al guante que ha lanzado el candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, para tejer acuerdos entre todas las fuerzas «progresistas», entre las que incluye al PNV, y facilitar que el partido más votado lidere el futuro Gobierno vasco.
La única alusión del candidato a sus rivales, sin citar a ninguno, fue su mensaje de alerta contra «la trampa» de los «populismos» que «ponen en cuestión los valores de la democracia y se retroalimentan en el peligroso juego de la polarización desde los extremos». «Me rebelo contra los agoreros que dicen que todo va a ir a peor. Toca reivindicar la política con mayúsculas», arengó, y pidió poner el foco en los cuidados sociosanitarios «sin que el peso recaiga sistemáticamente sobre las mujeres», en crear empleo «de calidad», en la economía «descarbonizada», en el acceso de los jóvenes a la vivienda o en una educación «de excelencia». «Si no creamos riqueza, repartiremos miseria. No engañemos a la gente», enfatizó.
«Dueña de su destino»
Pradales habló de las raíces burgalesas de su familia, de la crisis industrial que se llevó por delante el taller de su padre y que puso a su madre Rosi a «fregar escaleras» o de cómo su momento favorito del día es al anochecer, cuando acuesta a su hija con su mujer Laura - «mis mayores tesoros»- y le promete «un futuro mejor». Rememoró el «barrio obrero» de Mamariga donde se crió, con unos padres castellanohablantes que se afiliaron al PNV en los setenta y decidieron que sus cuatro hijos estudiaran en euskera, su faceta de profesor universitario y la de remero, «bogador de la Sotera». «Os necesito bogando conmigo. No bajar los brazos es el secreto para poder levantar los remos al ganar la bandera de la libertad de Euskadi», animó, su única alusión a la «ventana de oportunidad que se ha abierto en el Estado» para lograr «más y mejor autogobierno» y que Euskadi sea «dueña de su propio destino».
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