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El PNV ha acabado la semana con la resaca de un encontronazo -el provocado por el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, con la organización ... alavesa al llamar «egoísta» al diputado general, Ramiro González, por su defensa de la conexión del TAV por Vitoria- que define al partido. O más bien, al momento que atraviesa la sigla y al estado de ánimo con que llegará, el próximo fin de semana, a la IX Asamblea General, una cita diseñada en principio para ser histórica y refundacional, un espaldarazo revitalizante de autoestima y unidad, pero que se recordará, sin embargo, como el corolario de la traumática ruptura de la relación personal y política entre Andoni Ortuzar y Aitor Esteban.
La provocación de Goia, que tiene muy difícil repetir como candidato en 2027 y que ha visto frustradas sus aspiraciones, remite a una forma de hacer política interna por la vía de los hechos. No en vano, se espera que una de las modificaciones más llamativas de las ponencias originalmente remitidas a las bases, a la espera de si queda finalmente incorporada, sea precisamente para reafirmar un posicionamiento a favor del trazado guipuzcoano de la alta velocidad por Ezkio, la postura original del partido y de las alegaciones que en su día redactó el Gobierno vasco, aunque en los últimos tiempos el EBB ha preferido ponerse de perfil a la espera de los preceptivos informes para no azuzar más fuegos, en este caso territoriales.
En todo caso, el episodio revela un peso creciente en el PNV de las ambiciones personales y de los movimientos tácticos en clave de poder o de autorreivindicación que sirven como fotografía de situación. Esa, y no otra, es también la historia del ascenso de Esteban, todavía portavoz en el Congreso, a la planta noble de Sabin Etxea, a pesar de que Ortuzar y su mano derecha, Joseba Aurrekoetxea, tenían ya diseñadas las bases de su frustrado cuarto mandato, un nuevo equipo ya elegido e incluso planes de actuación redactados. Incluso, el acuerdo a tres bandas -con PSE y Bildu- para la reforma del Estatuto de Gernika lo deja avanzado Ortuzar, que abrió conversaciones en pleno proceso interno con vistas a cargarse de razones para defender su continuidad.
Pero la «ambición» del próximo líder del EBB -la palabra es del todavía presidente- dio al traste con sus planes y obligó a pergeñar una componenda de circunstancias para que cada uno colocara a sus afines. Un pacto que ha impedido, en la práctica, que la nueva ejecutiva sea paritaria y que siembra además de incertidumbres el horizonte próximo de la dirección jeltzale, en la que están obligados a cohabitar 'ortuzistas' y 'estebanistas'. Fuentes internas confían en que la maquinaria se engrase por inercia, aunque a nadie se le escapa que la inédita confrontación entre familias ha dejado heridas, más allá de la gélida relación entre Ortuzar y Esteban, que los aludidos ya no se molestan en disimular. La distancia física y emocional que les separa pudo comprobarse 'in situ' en el homenaje a Urkullu en Durango la semana pasada.
Aun así, habrá abrazo, sin duda, en el escenario del Atano III, cuando Ortuzar, tras un discurso de despedida que se prevé emotivo, entregue el testigo a su sucesor. El aún diputado en Madrid recibirá entonces el aplauso unánime y seguramente de gala de los asistentes, pese a la muy escasa participación de la afiliación en las asambleas que le han elegido y pese a que, de momento, el arranque de la 'era Esteban' no ha generado la ilusión que el PNV necesita para recuperar el amor propio que le hacía autopercibirse como «el partido», con artículo determinado, y como un movimiento transversal que trascendía las estructuras partidistas para enraizarse directamente en la sociedad vasca. «Está costando llenar los autobuses. La gente acudirá sin entusiasmo y con resignación», se lamenta un ex alto cargo. La renovación, además, no afectará de momento a los estatutos del partido (se aplazan medio año más), claramente anacrónicos al establecer plazos poco ágiles de funcionamiento interno y laxos a la hora de acotar la duración de los mandatos.
Sin embargo, generar esa ilusión, reconectar con un electorado desmotivado y algo perplejo y sacarlo de la abstención en la que, en buena parte, se refugió en las últimas citas electorales, es el enorme reto que le espera a Esteban, casi una obligación si quiere evitar el que ahora mismo es el mayor de los temores de la organización jeltzale, que una Bildu lanzada a por su voto y deliberadamente centrada logre descabalgarle de los gobiernos municipales y forales allí donde los de Arnaldo Otegi sean la fuerza más votada. De hecho, destacados observadores y dirigentes de otras sensibilidades políticas hacen el análisis de que en 2027 podría hacer quiebra la coalición PNV-PSE como norma general, al respetarse la lista ganadora. Un terremoto político que, de producirse, situaría las autonómicas de 2028 como la más amenazante espada de Damocles que haya enfrentado recientemente el PNV.
Ante eso, apuntan en el partido, Esteban puede esgrimir dos 'armas' políticas: tomar la iniciativa en el discurso identitario liderando un acuerdo para el nuevo estatus que blinde, como mínimo, el reconocimiento de Euskadi como nación y exprimir su buena relación con Sánchez, que el propio presidente quiso escenificar cuando le despidió con encendidas loas en su última pregunta en un pleno de control. Ambas vías ofrecen oportunidades, pero también riesgos.
El nuevo estatus puede dar bazas a un PSE que reivindica su poder decisorio y a una Bildu a por todas en su viaje al centro. En Madrid, la exclusividad hace tiempo que no existe y que Bildu compite con fiereza por el protagonismo (ya han pisado Moncloa), además de que unir el destino de Sabin Etxea al de Sánchez es harto problemático. Las desventajas de retratarse como un partido escorado a la izquierda -un debate candente y sumamente incómodo para el PNV, avivado por la decisión de Ortuzar y Koldo Mediavilla de pactar la reforma fiscal con Podemos- pueden superar a las ventajas de cosechar logros como el anhelado traspaso del régimen económico de la Seguridad Social.
Además, si Esteban decide arrogarse el protagonismo en la relación con Moncloa, correrá el riesgo, del que muchos alertan en privado, de hacer saltar chispas en una bicefalia por estrenar, la del tándem con Pradales. Hasta ahora, el lehendakari ha subrayado, con nada menos que cuatro reuniones desde que accedió al cargo, su sintonía con Sánchez y los frutos de esa entente, una estrategia violentada por la sentencia del Supremo que anula el traspaso de la homologación de títulos extranjeros. No obstante, la operación de Talgo, los indicadores macroeconómicos y el haber podido contener la crisis reputacional de Osakidetza juegan a su favor. Múltiples piezas por encajar en el puzle del nuevo PNV de Esteban.
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