«En política, quien más posibilidades de éxito tiene es aquel realmente capaz de traducir los problemas cotidianos y darles respuesta». Desde su visión sociológica, Ander Gurrutxaga (Barakaldo, 1956) analiza el complejo momento político bajo esta premisa tan evidente como a veces olvidada. Catedrático de ... la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), recomienda a todos los partidos que inviertan tiempo y esfuerzo en «laboratorios de pensamiento muy finos, muy bien construidos» para saber adaptarse a una coyuntura marcada por profundas transformaciones sociales como las que ha dejado el covid.
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– ¿No tenemos más remedio que acostumbrarnos a una polarización política extrema?
– Estamos en un país en el que no se ha conseguido crear una cultura política de la transversalidad, algo que es tremendamente empobrecedor. Aquel viejo afán que tanto se nos vendía en la Transición de que éramos capaces de entendernos de una manera fluida cada vez está más lejos. La política actual se cree que es un espacio autónomo que se explica a sí mismo. Olvida que no es más que un instrumento para alcanzar mayor bienestar y felicidad entre la sociedad.
– El debate político se centra ahora en la amnistía, en cuestiones territoriales... Y mientras, el aceite de oliva ya nos cuesta 10 euros el litro.
– Al final la preocupación de la gente siempre es la misma: sus condiciones de vida y cómo mejorarlas. En política, quien más posibilidades de éxito tiene es aquel realmente capaz de traducir los problemas cotidianos y darles respuesta. Se puede hacer mucho más, pero para eso hace falta coser con mucha delicadeza.
– ¿No se está haciendo?
– La política tiene siempre un gran peligro, que es la desconexión. Se genera un ruido que tapa el grado de complejidad de sociedades cada vez más fragmentadas en las que resulta que no hay demasiadas voces comunes. Y el ruido lo que acaba haciendo es alejar a la gente de la política porque no ve en ella la solución a sus problemas.
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– Pero aun así el 70% de los ciudadanos fueron a depositar su voto un 23 de julio...
– Claro, pero es que las elecciones se plantean bajo una serie de criterios donde la mayoría de la población levanta el dedo y dice 'yo quiero estar ahí'. Y, sin duda, en este caso, las dudas que había sobre el resultado propiciaron un grado mayor de movilización. Todos los partidos tienen una clientela fija que les va a votar, pero a partir de ahí tienen que penetrar en otros sectores que toman su decisión en función de la seguridad que les ofrecen.
– Hay partidos que en las últimas citas están sufriendo fugas hacia la abstención, como el PNV, que si algo ha 'vendido' siempre es gestión y seguridad.
– Hay que tener en cuenta que es un partido que lleva gobernando Euskadi durante toda la democracia, salvo en el periodo 2009-2012 en el que, aun así, conservó ayuntamientos y diputaciones. Y las formaciones que acumulan tanto poder, no sólo político sino también social, también están sujetas a crisis coyunturales. Por ejemplo, creo que falta una reflexión en profundidad de lo que ha pasado con el covid.
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– Explíquese.
– Nos hemos preocupado mucho de gestionar la pandemia, pero ahora hay que analizar las consecuencias que ha dejado en todos nuestros sistemas de seguridad, empezando por la Sanidad, que han quedado muy tocados. En la lista de preocupaciones del Sociómetro vasco aparecen ahora en cabeza problemas que no han salido en 25 años.
– En las encuestas no sólo se ve un incremento de la preocupación por la Sanidad, también por la vivienda.
– Políticas como la de vivienda están condicionadas por toda una serie de transformaciones que están ocurriendo a nuestro alrededor. Influyen cuestiones económicas, como los bajos salarios de los jóvenes; cambios de mentalidad, porque durante mucho tiempo se ha hecho mucho énfasis en la propiedad y no tanto en el alquiler; el reto demográfico, que es un problema del carajo, extremadamente serio... Todo esto necesita un jardinero que lo riegue bien poco a poco. Los partidos deberían tener laboratorios de pensamiento muy finos, muy bien construidos, muy bien regados, para recoger la pulsión de la calle y dar con las fórmulas.
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– Al PNV le ha caracterizado el olfato para las transformaciones sociales. ¿Le está fallando por primera vez?
– En un momento como este, abordar las transformaciones sociales, demográficas, económicas, digitales, etc. exige tiempo, tranquilidad y sosiego. La política es un maratón, por mucho que a veces se pretendan imponer criterios de velocistas. El PNV necesita calma porque sabe que debe cambiar estilos y mensajes, y bajar más a pie de obra. Lo que ocurre es que es el debate ahora es todo lo contrario, es agitación y eso impide hacer diagnósticos duraderos.
– Quien sí parece moverse bien en el escenario actual es EH Bildu, que habla mucho de vivienda, empleo, industria... y no tanto de independencia.
– Bueno, es que están haciendo política, que es lo que siempre se les había pedido. Aquí también coinciden transformaciones sociales con un cambio generacional. EH Bildu atrae mayoritariamente a un sector que no ha vivido el terrorismo de ETA. Es verdad que todavía tienen una deuda pendiente, una deuda de reconocimiento de su propia historia, pero están haciendo un camino hacia los problemas reales de la gente. Porque, como decía antes, lo que todos queremos es que los políticos se ocupen de la vivienda, el empleo, la desigualdad, el cambio climático... Si tienes una estructura electoral sólida y además te ocupas de todo esto, los resultados llegan.
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– ¿Usted es de la tesis de que hay un cambio de ciclo político en Euskadi?
– Yo pediría calma antes de difundir esa conclusión. Los resultados que ha conseguido EH Bildu en estas últimas convocatorias no son su techo electoral, y el PNV, pese a todo, sigue teniendo una fortaleza muy importante. También siguen muy lejos de su mejor momento el PSE-EE, que se ha visto ahora favorecido por el contexto en España, y el PP, que llegó a tener 300.000 votantes en Euskadi.
– ¿Hay una pulsión 'antiPP' en la sociedad vasca que impide cualquier acuerdo con el PNV?
– Tampoco hay que olvidar que el PNV se ha alimentado en los últimos años de muchos exvotantes del PP. El problema de este partido es que no se ha sabido adaptar al cambio en Euskadi desde que empezó a encoger electoralmente hace dos décadas. A veces pienso hasta que actúan con cierto complejo de inferioridad en vez de centrarse en crear liderazgos y ver cómo penetrar en la sociedad. El PP vasco se debería preguntar qué quiere ser de mayor.
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