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El PNV era hasta ahora el gran depositario del llamado 'voto refugio', el de los ciudadanos que, inquietos y preocupados por los tiempos que corren ... y los que se adivinan, huyen de las propuestas novedosas o rupturistas y buscan cobijo en un partido que identifican con la seguridad y la estabilidad. El valor de la marca, lo que transmite cuando se pronuncia o cuando se observa el logotipo en un cartel, es fundamental en un mundo, el de la política, preso de contextos concretos y permanentes vaivenes sociales.
La permeabilidad, tener los poros abiertos para ensancharse y dejar espacio a votantes de todos los colores, ha sido determinante en el mantenimiento del estatus hegemónico de la formación jeltzale. Esa permeabilidad, sin embargo, ha sufrido un cambio sustancial en las últimas citas con las urnas y se ha producido hacia fuera, con fugas hacia el abstencionismo, hacia EH Bildu y hacia el PSE-EE. En el marco de este 'escapismo' han surgido incluso voces internas que han cuestionado la ideoneidad de algunos de los candidatos.
Observadores y analistas consultados por este periódico coinciden en que el desgaste institucional es uno de los factores que explicarían la tendencia a la baja del PNV en las elecciones municipales y forales de mayo, donde se le escaparon 50.000 papeletas, y las recientes generales, en las que ha perdido más de 100.000. Fuentes nacionalistas apuntan que la gestión de la pandemia obligó al lehendakari, Iñigo Urkullu, a adoptar decisiones «impopulares» que irritaron a diferentes sectores de la población al sentirse perjudicados.
El enfado de esas bolsas de electores no se notó tanto en los comicios autonómicos celebrados en 2020 en plena alarma sanitaria, pero fue el caldo de cultivo para que la grave crisis de Osakidetza, los cierres parciales y totales en la hostelería y, ahora, el enquistado conflicto de la Ertzaintza hayan castigado al partido presidido por Andoni Ortuzar.
«Osakidetza y la Ertzaintza son dos pilares del modelo vasco que siempre se han identificado con el PNV y que el PNV ha adoptado como suyos, y el hecho de que sus responsables no supieran el malestar interno que existía ha sorprendido a mucha gente», corrobora Kepa Aulestia, quien añade que la pátina «casi eclesial» que barnizaba sus siglas se ha difuminado hasta convertir al partido nacionalista «en uno más».
Mientras tanto EH Bildu, la primera oposición «real» a la que se han enfrentado los jeltzales después de muchos años de poder sin excesivos sobresaltos, ha sabido vehiculizar buena parte del enojo social tras la pandemia para enfatizar los errores de gestión de su adversario. Y lo ha podido conjugar además con un nuevo papel en Madrid que ha vendido como nadie en una calculada y estudiada operación de marketing en la que ha orillado el soberanismo para ahondar en lo social.
«Llevan cuatro años haciendo política en el Congreso y nosotros llevamos casi medio siglo, y parece que lo que hacen es todo nuevo y sólo suyo», afirma el exsenador peneuvista Iñaki Anasagasti. El papel del PNV, tanto en Madrid como en Euskadi, se ha normalizado hasta tal punto que forma parte del paisaje y llega a confundirse en él. Esta mimetización involuntaria reduce mucho su campo de juego ideológico y político y ensancha el de la 'recién llegada' coalición abertzale.
Lo sugiere el propio Ortuzar en el último número de la revista 'Hermes', editada por la Fundación Sabino Arana: «Si quitamos las selecciones nacionales y el tema de la Seguridad Social, en realidad queda poco como lucha simbólica nacional. Y eso hace que al PNV, más que como un partido de reivindicación y de consecución de mayores metas nacionales, se le vea como un administrador de lo conseguido... a su pesar».
Puede parecer contradictorio, pero, según Anasagasti, es cada vez más complicado singularizarse en las actuales campañas porque la aparición, «un día tras otro», en platós de televisión en compañía de un número importante de candidatos «no permite vender tu hecho diferencial». A su juicio, en esos formatos el ruido es notorio y hay que dedicar muchos minutos a contrarrestar las críticas del resto de aspirantes, lo que dificulta sobremanera la labor de trasladar un mensaje propio y obliga «a estar muy a la defensiva».
La casuística del bajón del PNV es muy variada y el Euzkadi buru batzar (EBB) está en pleno proceso de reflexión porque, o bien el producto ya no es atractivo a pesar de la fuerte musculatura de la organización, o bien sí lo es pero un notable porcentaje de la sociedad no lo percibe así. Sea por un motivo o por otro, lo cierto es que los datos del 23-J, con victoria de los socialistas en Euskadi gracias en parte al 'efecto antiVox' y con EH Bildu muy cerca del 'sorpasso' como aglutinador de la izquierda, sitúa a los jeltzales en una encrucijada a menos de un año de la contienda autonómica. Ha entrado en un laberinto.
La explicación habitual y recurrente de que en unas elecciones generales los partidos abertzales suelen salir perjudicados porque se vota de otra manera en esta ocasión no tiene excesiva validez porque al PNV le ha ido mal, sí, pero no así a la coalición de Arnaldo Otegi. Los de Ortuzar han caído, y esto es lo que más preocupa en los despachos de Sabin Etxea, en los tres territorios -fueron cuartos en Álava, terceros en Gipuzkoa y salvaron Bizkaia por apenas mil sufragios- y no pudieron mantener su liderazgo en Bilbao, una plaza que consideraban inexpugnable y que tiene un enorme valor simbólico. Los resultados del 23-J en la villa han caído como una losa en la sede central de la formación, que confía en que lo sucedido hace una semana en los colegios electorales sea un serio toque de atención -el segundo consecutivo en apenas dos meses- y no el presagio de un eventual cambio de ciclo.
Algunos analistas consideran que las nuevas generaciones han dado la espalda al PNV y se han acercado a Bildu por su visión rupturista y también porque la violencia de ETA les queda muy lejana y por tanto no influye en su decisión. Es evidente que este fenómeno se ha producido y que ha tenido sus consecuencias en los comicios, pero no explica por sí solo el considerable descenso de los jeltzales porque el censo electoral es cada vez más viejo a pesar de las últimas incorporaciones.
Dicho de otra manera, los peneuvistas no han dado con la tecla para atraer a la juventud pero tampoco han podido garantizarse la fidelidad de ciudadanos de estratos de edad más adulta que en citas anteriores les habían dado su respaldo con asiduidad. Según las fuentes consultadas, es precisamente este escenario el que insinuaría una posible consolidación de las tendencias si se mantuviera en el tiempo.
¿Y qué puede hacer el PNV para intentar revertir la situación? La noche electoral del 28-M Ortuzar no tuvo reparo en hacer autocrítica y subrayó que habían tomado nota de lo sucedido y que iniciaban un periodo de reflexión para encontrar las causas de la desmovilización y tratar de ponerle remedio. Lo hizo sin saber que pocas horas después Pedro Sánchez comunicaría la convocatoria del 23-J en un intento de salvar al PSOE tras el varapalo que había sufrido en casi todo el país.
El domingo pasado, sin embargo, dijo que el partido volvía a ser decisivo en Madrid y habló de «balance satisfactorio» a pesar del retroceso. Según Kepa Aulestia, su comportamiento tiene una meridiana explicación estratégica. «De algún modo en las noches electorales los partidos ya se están posicionando para los siguientes comicios, en este caso los autonómicos, y no puedes salir con una actitud derrotista», argumenta.
El portazo exprés a Alberto Núñez Feijóo, a quien el PNV dejó claro que no contara con él para una hipotética investidura, ha sido también una forma de marcar perfil ante EH Bildu. La coalición abertzale había insistido en campaña en que los votos a la izquierda soberanista servirían para frenar al PP y Vox, los «herederos del franquismo». Con su gesto ante el líder popular, Ortuzar se arrogó haber «arruinado» sus opciones de llegar a La Moncloa. «Si el PNV hubiera dicho el lunes a Feijóo que entra a negociar, las cosas hubieran sido completamente diferentes, ¿verdad? O sea que, al final, votar al PNV también en elecciones españolas es un voto útil», manifestó el máximo responsable del EBB. «Veo muy triunfal a Bildu -añadió-, pero no ha llegado a las cifras de Amaiur en 2011, no ha alcanzado su techo. Que se dediquen a organizar su casa y a los demás que nos dejen en paz».
Las autonómicas surgen en el horizonte como la gran prueba de fuego, el test definitivo para confirmar si lo sucedido es coyuntural o puede tener visos de haber venido para quedarse. Y parece razonable pensar que la cúpula jeltzale tiene que hacer algún movimiento para resituarse y que su marca recupere la fuerza que siempre ha tenido, la que le ha llevado a sumar votos en la mayoría de los rincones del variopinto espectro vasco. No se prevén sin embargo oscilaciones sísmicas ni internamente ni en la gestión porque nunca ha sido su habitual forma de proceder. Debe dejar, eso sí, piedras en el camino a modo de guía para encontrar cuanto antes la salida del laberinto.
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