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Movimiento de gran calado y de implicaciones aún por calibrar en la política vasca. Tras meses de debate interno con sordina y de dudas azuzadas ... por los malos resultados electorales, el PNV, como desveló este viernes en exclusiva la edición digital de EL CORREO, ha optado finalmente por dar un volantazo radical y precipitar un «cambio de ciclo», no sólo de caras sino también con vocación de relevo generacional, con una primera consecuencia inesperada hasta hace sólo unas semanas: el adiós de Iñigo Urkullu que, tras encadenar tres legislaturas consecutivas en el cargo, no será el candidato a lehendakari en las próximas elecciones autonómicas vascas.
En esta ocasión, el PNV no ha sido fiel a la máxima ignaciana popularizada por Xabier Arzalluz que recomienda no hacer mudanza en tiempos de desolación y ha optado por buscar un revulsivo para intentar frenar en las urnas el empuje de EH Bildu. Una izquierda abertzale que ha sabido rentabilizar al máximo su nuevo papel institucional en Madrid y amenaza como nunca la hegemonía electoral de los jeltzales, que perdieron más de 86.000 votos en las municipales y forales de mayo y 100.000 en las generales de julio, mientras les mira de tú a tú en el Congreso, situados ambos en el mismo lado de la historia, el de los partidos que integran la heterogénea mayoría que sostiene a Pedro Sánchez.
La tardanza de Sabin Etxea en anunciar la apertura del proceso interno para designar a su aspirante a la Lehendakaritza -en principio, un trámite que se esperaba para después del Alderdi Eguna, a principios de octubre- había disparado las especulaciones sobre la continuidad de Urkullu y sobre los nombres que podrían sucederle y alentado como pocas veces el nerviosismo y la perplejidad en cuadros y bases militantes. El EBB, fiel a su costumbre, no soltaba prenda e incluso jugaba al despiste en un intento por controlar, al menos, los tiempos y no dar pistas a los de Arnaldo Otegi, que celebran este lunes la mesa política en la que el coordinador general de EH Bildu podría anunciar también si será o no el candidato. El silencio buscaba igualmente maquillar las divergencias que la elección del perfil idóneo para afrontar la trascendental cita electoral (en marzo o, con mucha menor probabillidad, en junio) ha generado entre los burukides, según diversas fuentes conocedoras del proceso.
Este mismo jueves, entrevistado en Onda Cero, Ortuzar había echado balones fuera al insistir en que el partido estaba centrado en su acción política ordinaria y que abordaría el asunto «en las próximas semanas» tras mantener una conversación con Urkullu que, según dijo, aún no se había producido. Eso sí, dejó caer que «todo está abierto» en plena tormenta de especulaciones sobre posibles candidatos.
Al final, el PNV no ha tenido más remedio que confirmar que será ese mismo lunes 27 cuando el EBB dé por iniciado el proceso interno a doble vuelta en el que las bases deben votar la propuesta de la ejecutiva de candidato a lehendakari, a presidente del Parlamento vasco y a los integrantes de las listas o bien proponer y avalar otros nombres en las correspondientes juntas municipales, a riesgo de alimentar la liza interna. Pero sólo envió una nota oficial con la fecha tras publicar este periódico en su web que el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y los líderes de los consejos territoriales habían comunicado ya a Urkullu personalmente su decisión de no proponerle para un cuarto mandato pese a que el todavía lehendakari siempre ha sido un valor seguro como cartel electoral.
El argumento que le ofrecieron en esa conversación fue que las circunstancias aconsejan un «cambio de ciclo» y buscar para afrontarlo un perfil renovado y de refresco para Ajuria Enea. El partido tiene, de hecho, trazado el retrato robot del candidato o candidata, una persona joven pero con la suficiente experiencia institucional -de entre 40 y 50 años- que sea capaz de representar un proyecto de futuro a largo plazo, para al menos dos o tres legislaturas. En ese molde no encajan algunos de los nombres que han trascendido estos días, como el de la eurodiputada Izaskun Bilbao, que supera los 60, pero sí otros como el del ex diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, que había sido propuesto para presidir Elkarkidetza, la EPSV de los funcionarios forales. También el del diputado foral de Infraestructuras y Desarrollo Territorial, Imanol Pradales. Todos ellos vizcaínos, salvo Eneko Goia, que ha sonado como cuota guipuzcoana.
La ausencia de un relevo natural claro y el perfil moderado y 'atrapalotodo' de Urkullu había hecho suponer hasta hace poco, dentro y fuera del partido, que seguiría una legislatura más. Y que la renovación de cuadros dirigentes no se produciría a matacaballo y sin apenas tiempo para el rodaje del elegido -o la elegida- para encabezar la plancha de las autonómicas, sino una vez que Andoni Ortuzar cediera el testigo de la presidencia del EBB el próximo año. Pero ha quedado claro que Sabin Etxea, que este viernes no quiso confirmar ni desmentir «informaciones periodísticas», ha preferido coger la sartén por el mango desde ya, pese a las elevadas dosis de riesgo de la apuesta, y prescindir de Urkullu, con el que se había producido un evidente distanciamiento en los últimos meses.
La frialdad era palmaria, igual que las ganas de Urkullu de reivindicarse. De hecho, el lehendakari había desplegado en las últimas semanas una intensa actividad pública, con múltiples intervenciones y actos de agenda, que se sumaban a los artículos enviados a los medios para defender su gestión y los logros de su Gobierno. Hace pocos días, cuando ya era palpable que el partido estaba explorando otras vías, su entorno insistía en cómo, con Urkullu al frente, el Ejecutivo de Vitoria había logrado sobreponerse a una triple crisis, la económica, la sanitaria que se derivó de la pandemia y la política que ha dado alas a los populismos. «Tenemos un país reforzado y un clima de tranquilidad política», decían entonces.
Se daba por sentado que Urkullu tenía ganas de continuar. «Me siento con todas las fuerzas», dijo hace sólo un año. En su último viaje oficial al extranjero, el que hizo a Japón en octubre -con encontronazo incluido con Itxaso Atutxa por la fecha de las elecciones-, insistió en que estaba «absolutamente tranquilo» y centrado en lo que queda de legislatura. Y este viernes, como desveló su portavoz Bingen Zupiria en una suerte de confirmación oficiosa de su adiós, envió un mensaje a todos los consejeros del PNV en el que les recordaba que la legislatura no ha acabado y que tienen «un compromiso» con el Gobierno, con el partido y con los votantes del PNV que aún no ha vencido.
Las señales cobran ahora otro sentido. La propuesta de convención constitucional que hizo Urkullu se despachó con indiferencia y ni siquiera se incluyó en el acuerdo que el PNV ha firmado para hacer presidente a Sánchez. Los jeltzales escenificaron este viernes, a la vez que se conocía la noticia, una alianza estratégica de largo alcance con Puigdemont, con quien Urkullu jamás ha vuelto a cruzar palabra desde su 'divorcio' tras el 1-O. De fondo, la apuesta del partido por volcarse en Madrid y mantener su apoyo a Sánchez, pese a las contraindicaciones de seguir respaldando a un presidente que no ha cumplido sus compromisos, una línea política que Urkullu cree dañina para los intereses del PNV. De otro, la gestión del Gobierno, esencialmente en Osakidetza, que habría lastrado también sus expectativas.
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