Algún nacionalista vasco saltará de su asiento al leer este título. ¿Coherente alguien que fue casi todo en el PNV y después el más acreditado crítico de la política de ese partido? Pues sí, una persona radicalmente coherente y consecuente, como solo lo son aquellos ... capaces de separarse políticamente de los suyos si han llegado al razonamiento de que están equivocados o de que actúan en contra de lo que ahora entienden correcto y adecuado.

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Conocí a Joseba en dos de esos procesos. En la Universidad Pública, cuando convocado para evaluar la calidad del profesorado pudo conocer a fondo los expedientes personales de muchos de éstos hasta concluir que teníamos una muy buena institución, frente a los prejuicios que albergaba de inicio. Luego fue profesor de la UPV-EHU y disfrutó mucho de ello. El segundo fue en la política y, en un momento histórico, la vida nos juntó en aquella experiencia de Aldaketa-Cambio por Euskadi, a finales de 2004. Lo había sido casi todo en el nacionalismo vasco: venía de una familia de rancio abolengo jeltzale, había estado en la cárcel por ello, había sido consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco, y luego había dirigido el partido en Gipuzkoa cuando la escisión de Eusko Alkartasuna lo dejó en cuadro. A la vez le dio por pensar y cuestionarse algunas cosas. Una primera que le rondó pronto: Euskadi era pura provincia, como dijera Ortega, puro localismo cosido a base de un ilusorio proyecto nacionalista que no hacía sino desvertebrarlo aún más. 'Euskadi invertebrada', tituló uno de sus libros en 2000. La segunda era que no había proyecto nacional vasco si no era contando con toda la ciudadanía vasca y no solo con sus pretendidos y exclusivos nacionales, los nacionalistas vascos. Le atacó y atacó la cuestión en plena vorágine soberanista. Por ahí enfiló, por la vía de un sano liberalismo, radicalmente opuesto a comunitarismos contrarios a la libertad personal. 'La nación vasca posible' también se publicó en 2000.

Después vino su enorme aportación intelectual a la identificación y a la dignificación de la figura de las víctimas del terrorismo. Su libro de 2015 'El terror de ETA: la narrativa de las víctimas' es, para mí, uno de los mejores que se han escrito en lo que llevamos de siglo. Suya es la definición de la dimensión política de las víctimas del terrorismo de ETA y la consecuencia de las responsabilidades políticas que tienen las instituciones y la sociedad para con su recuerdo, como deja bien claro la ley de 2008. No se puede edificar una comunidad política vasca sobre la exclusión, sobre una ciudadanía superior en la práctica a otra, sobre las fantasías de la comunidad por encima de la sociedad de libertades y derechos. No se puede construir la Euskadi del futuro, no ya solo sobre el olvido de lo ocurrido aquí desde 1968, sino, mucho peor, asentando ahora en la paz los mismos presupuestos de división y rechazo que se defendieron en otro tiempo con las armas y la violencia. Se convirtió en un radical de esta tesis, al punto de resultar, no ya hiriente con sus antiguos correligionarios, sino incluso demasiado insistente y poco realista incluso para quienes no son nacionalistas.

Acabó de viejo gruñón, indicándonos que por ahí nos cargábamos el país, como lo estamos haciendo ya con esos engaños que un patriota como él insistía en denunciar: una política lingüística contra las personas, un aburguesamiento contra el futuro, un ideologismo contra el sentido común, un disparate social que resistirá solo mientras siga sobrando el dinero. Terminó profundamente cristiano y conservador, y, lo mejor, no le importaba nada ir contra corriente. Se empeñó coherentemente en salir, si era necesario, de eso que los cursis llaman la zona de confort, de la tribu correspondiente al momento, cuando chocaba contra su racionalidad. Se nos va uno, este sí, de los mejores. Descansa en paz, Joseba. Goian bego!

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