Pedro Azpiazu, el celoso guardián de un tesoro escaso

Azpiazu está más que rodado para la tortuosa tarea que le espera:navegar con una caída de la recaudación de impuestos que se estima en torno a un 20% -casi 2.000 millones menos para el Presupuesto del Ejecutivo- en un torno de necesidad de aumento de gasto provocado por la pandemia -en Sanidad y Educación será inevitable-, mientras un coro de voces reclama gasto público para reactivar la economía. Sus apelaciones a las subidas de impuestos le han generado un notable distanciamiento con el mundo empresarial en los últimos cuatro años.

En este periodo Azpiazu ha renovado su carnet de conducir la austeridad, lo que le ha costado no pocas críticas. Anticipó el aterrizaje en el déficit cero e incluso estaba a punto de adentrarse en la reducción de la deuda cuando llego el virus. Tampoco ha ocultado sus deseos de incrementar la presión fiscal sobre las rentas más elevadas porque está alineado con la vertiente más 'social' -cristiana o demócrata, según se mire- de su partido. 'Keynesiano' convencido va a enfrentarse ahora a la posibilidad de poner en marcha esa teoría de que en momentos de crisis hay que maximizar el gasto público. Más endeudamiento y el maná de los fondos europeos serán sus aliados.

Nacido en Bilbao hace 63 años, es licenciado en Ciencias Económicas por la Facultad de Sarriko y funcionario en excedencia del Gobierno vasco. Casado y con un hijo, quienes le conocen siempre destacan en él su gran calidad humana.