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Los partidos cerraron ayer la campaña en Madrid con emotivas apelaciones a la movilización en las elecciones de mañana y a la defensa de libertad. Pusieron así el punto final a la carrera hacia las urnas más bronca que se recuerda desde la recuperación de ... la democracia, con amenazas de muerte, mítines reventados, debates frustrados, lenguaje guerracivilista y denuncias judiciales a mansalva.
Los candidatos eligieron escenarios emblemáticos de la capital para sus cierres de campaña. Isabel Díaz Ayuso escogió Madrid Río, la joya de la corona de la gestión municipal del PP. El socialista Ángel Gabilondo se fue a Entrevías, un barrio de clase trabajadora. Pablo Iglesias también optó por territorio amigo en Vicálvaro. Rocío Monasterio, de Vox, esuvo en la plaza de Colón. El liberal Edmundo Bal se asentó en la Plaza de la Villa, un centro de «concordia». Y la candidata de Más Madrid, Mónica García, eligió la Cuesta de Moyano, el mercado de libros escenario de los mejores mítines de Manuela Carmena.
La presidenta madrileña martilleó con su discurso de que en estas elecciones «está en juego la libertad». La aspirante de Vox insistió en su discurso anticomunista y también pidió que se acuda «en masa a votar para decir basta a los violentos y los totalitarios». Gabilondo reclamó una presencia masiva en las urnas porque «nuestro voto es decisivo. No basta con aplaudir, hay que votar». El líder de Unidas Podemos quiere ver «colas electorales» que demuestren «el orgullo democrático» de la izquierda. Bal animó a los madrileños a que «vayan a votar naranja» porque Ciudadanos es «tolerancia, moderación y futuro». García se reafirmó en su discurso cotidiano, ecologista y feminista para demostrar que «vivir a la madrileña» es algo distinto a lo que dice Ayuso.
Fue un cierre que compendió los argumentos de una campaña en la que la pandemia, su gestión y la multicrisis que lleva aparejada ha quedado eclipsada por el discurso recio de la mayoría de los candidatos. Los mensajes moderados y conciliadores de Más Madrid y Ciudadanos merecieron el ninguneo de sus adversarios y se tuvieron que conformar con las migajas mediáticas.
Conceptos históricos como democracia, libertad, fascismo, comunismo o socialismo, que han desatado guerras con millones de muertos, se han convertido en calderilla electoral en boca de los candidatos, que se han arrojado a la cara todo tipo de intenciones totalitarias con las excepciones ya citadas. Este lenguaje descarnado ha marcado la agenda nacional y ningún debate ha logrado emerger sobre la dialéctica autonómica. «Madrid es España», suele decir Ayuso con otra intención, pero en el ámbito político así ha sido a lo largo de este mes y medio de campaña.
convulsa
Un fenómeno solo comparable con las elecciones autonómicas de Cataluña en 2017, un plebiscito independentista convocado al amparo del artículo 155 de la Constitución, o las del País Vasco en 2001, en las que el frente nacionalista y constitucionalista midieron sus fuerzas para enjuiciar en las urnas la deriva soberanista del PNV de Juan José Ibarretxe y su reivindicación del derecho a decidir.
Ha sido una campaña convulsa desde el primer minuto. Convocadas las elecciones por sorpresa con la excusa de una moción de censura en Murcia, la polarización de las posturas ganó en decibelios con la irrupción de Pablo Iglesias. Alcanzó cotas imprevistas con un mitin de Vox que acabó en batalla campal, al que siguieron las amenazas de muerte a dos candidatos, dos ministros, un expresidente del Gobierno y a la directora de la Guardia Civil. Siete cartas, quince balas y una navaja enviadas por correo.
Una dosis de violencia que desembocó en la suspensión de los debates por la negativa de la extrema derecha a condenarlas porque se trataba, a su entender, de un montaje urdido desde el Gobierno para favorecer, victimización mediante, a la izquierda. Entre medias, de una trinchera a otra volaban consignas bélicas: «Democracia o fascismo» frente a «comunismo o libertad».
Nadie discute que son unas elecciones con lectura nacional, el temor es que el esperpento se contagie.
«El problema de Madrid es Sánchez, no al revés. Nos intentaron obligar a cerrar y dije que no. A mí nadie me chantajea»
«Si no vamos a votar, ellos se quedan. Será demasiado tarde parala recuperación social y una economía justa»
«La libertad sin responsabilidad es como un coche sin frenos al que el PP le quiere quitar el cinturón de seguridad»
«Vox es el único valor seguro y vosotros sabéis qué vamos a hacer con vuestro voto. Nuestra palabra tiene valor»
«Cuando la derecha ve que puede perder el poder enseña su verdaderacara, son los enemigos arrogantes y violentos de la democracia»
«El 4-M se escribe la historia de Madridcon mayúsculas.La de nuestras familias, hijos y padres»
La diputada del Partido Popular y líder de Nuevas Generaciones, Beatriz Fanjul, en su afán de respaldar a Isabel Díaz Ayuso cometió un lapsus al expresarse. «¿Saben eso que dicen: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer? Pues eso. Eso es Ayuso». Estaba en un mitin del PP y decidió «improvisar» aunque, avisó, «cada vez que improviso creo que asusto al personal».
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