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Entre bambalinas y dando la cara. Trabajador incansable, muñidor de acuerdos, sostén de todos en los momentos más duros, atrevido para tomar las decisiones que han marcado la historia de nuestro partido y de Euskadi desde la recuperación de la democracia. Costará encontrar sustantivos suficientes, ... adjetivos que resuman una personalidad política tan completa como Rodolfo Ares, y por eso se queda entre nosotros para siempre.
Porque para siempre queda en Bilbao ese pacto que supo forjar con los rivales políticos desde el Ayuntamiento, la gran escuela en la que el socialismo se curte, para ofrecer a una ciudad gris que asomaba a la construcción democrática compartida un escenario de reinvención, de ilusión, de progreso y de cohesión social, la que hoy disfrutamos.
Para siempre queda en Euskadi esta paz trabajada desde la resistencia y la dignidad para vencer al terrorismo, con esa moral que Rodolfo inyectaba en el tejido de nuestra familia sin ocultar las lágrimas y el dolor que nos dejaban todos los compañeros injustamente asesinados y acosados.
Para siempre queda en el Gobierno vasco la huella de un Ares interlocutor de todos, coordinador de todos, animador de todos, exigente con todos, que dejó la herencia con la que soñábamos los vascos, la sociedad libre de amenazas por pensar como cada cual quiera.
Para siempre queda en el Parlamento vasco, en los despachos socialistas y en los despachos de todos los demás grupos, porque los pisó todos sin excepción, buscando siempre explicarse, escuchar y acordar.
Para siempre el Rodolfo accesible y cariñoso que acudía a cada casa del pueblo con la misma actitud que acudía a Ferraz para construir partido, para construir organización, para construir país y para hacer una sociedad mejor.
Para siempre el rebelde, el que de pronto sorprendía con una idea nueva que desbarataba cualquier agenda para proponer una mejor, el que ponía deberes y que ofrecía toda su dedicación. El que revitalizó la Fundación Ramón Rubial para seguir nutriendo de ideas a la causa progresista.
Por eso, hay veces que no basta decir hasta siempre. La familia socialista vasca y española no podemos decir hasta siempre. Es imposible poner una preposición que indica un punto final, porque Rodolfo se queda entre nosotros, en la familia socialista, en Euskadi y en España para siempre.
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