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Si el aleteo de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas, la arenga de Arnaldo Otegi a sus bases en Eibar, en la que vinculaba «la salida de los 200 presos» de ETA que siguen en las cárceles con su apoyo a ... los Presupuestos de Pedro Sánchez, desató un terremoto político con epicentro en Madrid. Y, sobre todo, puso al descubierto con crudeza las costuras de la 'operación blanqueo' con la que la izquierda aberzale quiso copar el protagonismo -el «centro del tablero», en palabras del propio Otegi- en el simbólico décimo aniversario del fin de la violencia etarra.
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El corrimiento de tierras que sacudió ayer la política española tras desvelar EL CORREO en exclusiva la charla de Otegi tan solo siete horas después de mostrar en Aiete de manera solemne su empatía con las víctimas de ETA provocó dos efectos inmediatos que, a bote pronto, suponen un giro sustancial en el relato tanto de Pedro Sánchez, PSOE y Podemos como en el de EH Bildu. En el primer caso, porque la manifiesta incomodidad de los socialistas con la ecuación 'presos por Presupuestos' -heredera del binomio 'paz por presos' con que la izquierda abertzale ya intentó negociar la entrega de las armas- les obligó a rebajar drásticamente el entusiasmo con el que saludaron el lunes la 'Declaración del Dieciocho de Octubre'. Sin que eso les salve, por otra parte, de ser los «principales perjudicados» por la 'cara B' de Otegi, según coinciden socios y opositores.
En el segundo, porque la operación diseñada por EH Bildu para legitimarse como actor político de pleno derecho, que rozaba el éxito gracias al cuidado reparto de papeles en la mayoría de la investidura para alentarla, quedó abruptamente abortada. En apenas veinticuatro horas, Otegi pasó de aspirante a estadista redimido a un líder cuestionado, sobre todo por quienes habían puesto muchas dosis de fe en él.
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Lorena Gil
El brete en que EH Bildu ha metido a Sánchez no es, en todo caso, pequeño. Ayer, en un doble efecto dominó, lanzó a la oposición en bloque a la yugular del presidente, con el consiguiente riesgo de desgaste, y, al mismo tiempo despertó a los apaciguados barones críticos, como el castellanomanchego Emiliano García Page, que advirtieron de que sería «inmoral» supeditar la política penitenciaria a la aprobación de las Cuentas. De su ingrato papel dio Moncloa las primeras muestras cuando, como ironiza en privado un PNV muy sorprendido por el aplauso inicial de los socialistas, «el presidente del Gobierno desmintió al secretario general del PSOE». Es decir, Sánchez contra Sánchez. O, más bien, su portavoz corrigiendo a la flamante ejecutiva federal que también preside.
Las versiones sobre por qué, ya el martes, Isabel Rodríguez rebajó el entusiasmo de Patxi López y otros miembros de la dirección difieren. En el PSOE se sostiene que Moncloa estuvo rápida para cubrir todos los flancos y subrayar «lo que queda por hacer»: la petición de perdón a las víctimas y el fin de los 'ongi etorris'. En las bancadas que apoyan al Gobierno, algunos sospechan que los ecos de Eibar llegaron a Moncloa con preaviso y otros que Zapatero y Jesús Eguiguren jalearon la pista de aterrizaje, esta vez política, en que volvió a convertirse Aiete para redondear el relato que les presenta como hacedores supremos de la paz.
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i. martín | d. guadilla
Sea como fuere, quienes habían saludado el 'nunca debió ocurrir' de Otegi mantuvieron ayer el vaso medio lleno, aunque sin dejar de subrayar, como hizo Patxi López, que no habrá «concesiones» con los reclusos etarras, o recordar, como hizo Idoia Mendia, que es lógico que Otegi se preocupe por los presos porque él «y su entorno» les lanzaron a militar en ETA. Con todo, la vicelehendakari insistió en «reconocer» el paso dado en Aiete.
Si se busca o no salvar la homologación de la izquierda abertzale -en teórico pack con ERC en el Congreso, dato importante- como socio dará fe el tiempo. De momento, ayer la consigna fue marcar distancias a toda costa como hicieron María Jesús Montero -«yo con Bildu solo hablo de números»-, Felipe González o Pilar Llop, a quien Jon Iñarritu preguntó por el emérito y ella respondió con un reproche por la «humillación» de los homenajes a etarras.
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Lorena Gil
Olatz Barriuso
Moncloa dice estar centrada en sus aliados preferentes -PNV y ERC, que, si se logran otros dos votos, harían innecesario a Bildu- y dejan caer que si Otegi mantiene ese discurso casi mejor que no apoye las Cuentas. De lo que caben pocas dudas es de que la credibilidad del líder abertzale se ha visto comprometida. «Se ha colocado en el centro del tablero pero ahora juega con negras en vez de con blancas», se analiza en círculos políticos vascos, hasta tal punto que algunas fuentes no descartan que Otegi se vea forzado a hacer una declaración más explícita y autocrítica de deslegitimación de ETA para salver su papel de 'prima donna' en Madrid.
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