Egibar y Otegi, en la firma del Pacto de Lizarra en 1998. EFE

El Pacto de Lizarra separa a PNV y Bildu 25 años después

La firma del acuerdo el 12 de septiembre de 1998 fue el punto de inflexión en la unidad de acción nacionalista y generó una enorme brecha en la sociedad vasca

David Guadilla

Martes, 12 de septiembre 2023, 00:17

Una experiencia que dejó un «mal recuerdo» o una fecha «grabada con mayúsculas en la historia de este pueblo». 25 años después de su firma, el recuerdo del Pacto de Lizarra, el mayor exponente de la unidad de acción nacionalista, separa a PNV y EH ... Bildu. La izquierda abertzale busca recuperar su espíritu y los jeltzales marcan distancias con un acuerdo firmado por las formaciones y sindicatos abertzales, así como por diversos colectivos sociales e Izquierda Unida. Un texto que apostaba por el derecho a decidir y cuyo principal pilar era impulsar una negociación política para acabar con el terrorismo de ETA. Supuso un punto de inflexión en la política vasca. Abrió la puerta a una tregua que la propia banda decidió romper y, sobre todo, generó una brecha social entre abertzales y no nacionalistas que tardó dos décadas en cerrarse.

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Fue una iniciativa gestada durante años y negociada al milímetro entre el PNV, Herri Batasuna, Eusko Alkartasuna e IU en un contexto muy concreto. Se empezó a esbozar cuando jeltzales y socialistas compartían Gobierno de coalición y cuando todavía estaba vigente, aunque renqueante, el Pacto de Ajuria Enea, el mayor ejercicio de unidad democrática contra la violencia etarra. Lizarra hizo que las dos cosas saltasen por los aires. El PSE, liderado por Nicolás Redondo Terreros, terminó por salir del Ejecutivo y las relaciones con el PNV no se recompusieron de forma total hasta 2015. La mesa liderada por José Antonio Ardanza quedó en el olvido y fue reemplazada por un foro que planteaba una hoja de ruta con concesiones para que ETA dejase de matar.

Solo un par de meses antes de su firma en la localidad navarra, representantes del PNV y EA se habían reunido con una delegación de la organización terrorista. Se intercambiaron documentos y el 12 de septiembre se hizo la fotografía oficial en Lizarra. De todos los que estamparon su rúbrica aquel día, tres siguen en la política activa: Joseba Egibar, que leyó el texto en castellano; Arnaldo Otegi, que lo hizo en euskera; y Jonan Fernández, por aquel entonces coordinador de Elkarri y hoy secretario general de Transición Social y Agenda 2030 del Gobierno vasco, dependiente de Lehendakaritza.

El texto abogaba por un proceso de diálogo «abierto y sin exclusiones», y destacaba la «naturaleza política» del conflicto y que los «ciudadanos de Euskal Herria debían tener la última palabra respecto a la conformación de su futuro». Aunque se recalcaba que el diálogo se tenía que producir en ausencia de violencia, no había una petición expresa a ETA para que al menos declarase una tregua. Aun así, ese parón en las acciones terroristas llegó unos días después. La organización armada anunciaba el 16 de septiembre un alto el fuego incondicional e indefinido.

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A partir de ahí se abrió un periodo de esperanza en el que se fueron sucediendo los acontecimientos. A primeros de noviembre, José María Aznar anunciaba que autorizaba abrir contactos con «el Movimiento Vasco de Liberación», en enero de 1999 Juan José Ibarretxe era investido lehendakari por primera vez gracias al apoyo de Euskal Herritarrok, delegaciones del Gobierno y de ETA se reunían en Suiza, había acercamientos de presos...

El asesinato de Buesa

Pero todo fue un espejismo. Quince meses después de su firma, ETA rompía el alto el fuego y volvía a asesinar. El 21 de enero de 2000 al teniente coronel Pedro Antonio Blanco; el 22 de febrero a Fernando Buesa y Jorge Díez... La manifestación tras la muerte del dirigente socialista y exvicelehendakari escenificó de forma abrupta la quiebra en la que estaba instalada la sociedad vasca.

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La izquierda abertzale no alzó la voz contra ETA y siguió apoyando a Ibarretxe, pero Lizarra entró en vía muerta. Para agosto de ese año, Iñigo Urkullu, que apenas llevaba tres meses como presidente del Bizkai buru batzar, lo daba ya por «superado». PNV y Batasuna pasaron de la unidad acción al cruce de reproches, y un cuarto de siglo después sus declaraciones demuestran de forma clara lo que aquel acuerdo significó para cada una de las partes.

Otegi lo definió el sábado como «un gran salto en cuanto al reconocimiento de los derechos de este pueblo» y con cierta añoranza llamó a recuperar su espíritu. Pero Aitor Esteban dejó claro ayer que el PNV no tiene ningún interés en explorar esa vía. «Hubo un gran compromiso por parte de todos y por mi partido para de verdad lograr la paz, pero por mi parte tengo un mal recuerdo porque, al final, cuando quiso, ETA se marchó y la izquierda abertzale no condenó esa huida», afirmó el portavoz del PNV en el Congreso.

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