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Pablo Iglesias se ha convertido en una auténtica piedra en el zapato para Podemos Euskadi. Su repentina defensa del modelo de las ikastolas –muy criticado por la organización autonómica, que lo ha convertido en su gran caballo de batalla contra EH Bildu– ha sido ... la muestra más visible de la desconexión. «Es un bocazas», admiten sin remilgos en la cúpula. Pero lo cierto es que hace años que surgió la brecha, ensanchada por la cercanía del exvicepresidente a la coalición de Arnaldo Otegi, a la que aupó a la «dirección de Estado». A partir de ahí, su alineamiento con la izquierda abertzale ha ido a más, incluso una vez apartado de los cargos políticos. A tanto que sus compañeros en suelo vasco le acusan de «torpedear» la estrategia del partido que fundó.
Resulta algo paradójico porque, desde los orígenes de la formación de los círculos, Iglesias se las vio y se las deseó hasta que pudo tomar finalmente el control de la organización en Euskadi. La primera ejecutiva, la encabezada por Roberto Uriarte, dimitió en bloque en vísperas de las elecciones generales de 2015 en protesta por las «injerencias» de Íñigo Errejón, y los sucesivos equipos de Nagua Alba y Lander Martínez convirtieron la marca vasca en uno de los últimos reductos de poder del actual líder de Más País. No fue hasta 2020, después de que los críticos renunciaran a dar la batalla, cuando Iglesias logró coger definitivamente las riendas y situar al frente a una colaboradora fiel como Pilar Garrido.
La composición de la cúpula, repleta de 'pablistas', permitió sincronizar por primera vez las estrategias de matriz y filial en un momento en el que Podemos acababa de acceder al Gobierno central. Sin embargo, las primeras divergencias no tardarían en florecer por el creciente protagonismo de EH Bildu como socio del Ejecutivo de coalición y, sobre todo, por la «grandilocuencia» con la que Iglesias catapultó a la izquierda abertzale a la «dirección de Estado» tras su apoyo a los Presupuestos y varias leyes clave. Ahí ya aparecieron las primeras voces que advertían del peligro de dar alas desde Madrid al principal adversario electoral en Euskadi. «Nos van a engullir», alertaban los críticos.
Poco a poco, esa tesis se fue extendiendo hasta los a priori partidarios del secretario general. En una entrevista con EL CORREO en enero de 2021, la portavoz en el Parlamento vasco, Miren Gorrotxategi, lo admitía con inusitada claridad: «Considerar a Bildu un actor importante en Madrid puede perjudicarnos aquí». Un titular que, por su crudeza, no sentó nada bien a Garrido y su equipo más cercano, que desde hace tiempo mantienen una importante riña –soterrada en público pero descarnada en privado– con los principales componentes del grupo parlamentario por las distorsiones en la estrategia política.
Encomendados a Sumar
La grieta entre Iglesias y Podemos Euskadi ha pasado a ser directamente un socavón por la sintonía total que la marca vasca ha demostrado con el proyecto de Yolanda Díaz para unir todo el espacio a la izquierda del PSOE. Fue en Barakaldo, concretamente en diciembre de 2021, donde la vicepresidenta acudió por primera vez a un acto orgánico de la formación morada y levantó ovaciones más largas y sonoras que las concedidas por el público a Ione Belarra, con la que evitó coincidir en el escenario. Y fue en Bilbao, en septiembre de 2022, donde por primera vez dirigentes de Podemos acudieron a un mitin de Sumar. El despliegue fue absoluto, con Garrido y Gorrotxategi sentadas en lugares destacados en la pista de la Campa de las Piedritas.
La razón de Podemos Euskadi para encomendarse más que en ningún otro sitio a la plataforma de Díaz está ligada precisamente a la necesidad de «explotar el globo» de EH Bildu, inflado por el propio Iglesias. No en vano, en la organización autonómica calculan que la unión del espacio de la izquierda y el empuje de la ministra de Trabajo pueden ayudar a recuperar al votante progresista y no independentista que la coalición abertzale ha atraído al priorizar los logros sociales respecto a los debates identitarios. Ningún dirigente morado vasco acudió al lanzamiento de la candidatura presidencial de Díaz el pasado 2 de abril, «aunque no fue por falta de ganas», sino por evitar un desafío en público a la dirección del partido. Pero, por si hubiera dudas, lo dejan claro: «Pablo es pasado, Yolanda es futuro».
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