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Entre discursos alarmistas y vendas en los ojos, por fin lo hemos conseguido. La inmigración ya es la primera preocupación de la población de nuestro país, según el CIS. Hay muchos factores previos a considerar en este debate. Pondré sobre la mesa tres.
El primero, ... las previsiones sobre población mundial. En 2048, África contará con unos 2.500 millones de personas, ¡1.000 millones más que hoy! Asia y Sudamérica (en menor medida) también crecerán. Europa seguirá decreciendo.
Segundo factor, el cambio climático. La comunidad científica coincide en que la franja central del mundo experimentará el mayor calentamiento en la Tierra. Esto «expulsará» a sus habitantes hacia zonas más habitables.
Y tercer factor, la vida allí y la vida aquí. Las condiciones de vida y las oportunidades de progreso en libertad en buena parte de Latinoamérica, Asia y, especialmente, en África siguen siendo penosas. Pero el acceso a la (des)información en tiempo real se ha extendido masivamente entre su población en muy poco tiempo. Teléfonos móviles conectados con cualquier rincón del mundo entre paredes de latón, suelos de tierra y agua contaminada.
A pesar de todo, no vivimos una situación completamente nueva, ya que los procesos migratorios se llevan produciendo desde que existe nuestra especie. Todas y todos somos migrantes, de una u otra forma (sí, también los vascos con ocho apellidos). Aun así, es una situación extremadamente compleja que no se puede abordar en términos binarios, aunque parezca inevitable en el escenario político de polarización que sufrimos.
Más allá del estéril debate sobre la forma en la que debemos calificar a la inmigración (problema, reto, amenaza, oportunidad), convendremos en que se trata de un proceso inevitable que ya nos está cambiando. De modo que optaría por poner el foco en construir una sociedad lo más justa que podamos. Con ese objetivo, sintetizando, hay tres cuestiones en las que tendríamos que avanzar urgentemente.
La primera. Si se trata de un proceso inevitable que está transformando nuestra sociedad, debemos reconocer la dificultad de gestionar esta política y trabajar un gran acuerdo político y social, con mucha solidaridad entre personas y entre territorios.
La segunda. Debemos atajar de manera radical la segregación del alumnado vulnerable (mayoritariamente inmigrante) en la Educación. Euskadi está a la cabeza de España en este tipo de discriminación.
Y la tercera. Debemos hacer hincapié (sobre todo las fuerzas progresistas) en que aquí los derechos y deberes son para todas y todos. Seas de donde seas, no se puede circular a más de 120 km/h en autovía, no se puede pegar con el cinturón a tus hijos, no se puede maltratar a una mujer, no se puede quemar basura en la calle, no se puede discriminar por el color de la piel, las creencias religiosas o la orientación sexual.
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