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Si algo está claro es que de las disputas territoriales por la futura conexión del TAV entre Euskadi y Navarra sólo pueden salir ganadores y ... perdedores. O el tren va por Ezkio o va por Vitoria. No cabe aquí el café para todos ni duplicar o triplicar esfuerzos para contentar a unos y otros. Por eso se entiende aún menos la beligerancia de las principales autoridades guipuzcoanas -también de las alavesas, aunque con menos estrépito- para reclamar lo que creen que es suyo. El crédito ganado en la liza se esfumará cuando a lo largo de este año se tome la decisión definitiva, que no está en manos de Eider Mendoza ni de Ramiro González, sino del Gobierno central -en colaboración con el vasco y el navarro-, que ya ha dejado entrever sus «serias dudas» sobre la idoneidad de la opción guipuzcoana. Pan para hoy, hambre para mañana.
Menos se entiende aún que, en puertas de la Asamblea General del PNV que culminará la trabajosa renovación interna del partido, la alta velocidad sacuda de nuevo la imagen de la sigla, más necesitada que nunca de, como mínimo, aparentar la unidad por la que clamaba la semana pasada Iñigo Urkullu frente al presidente saliente, Andoni Ortuzar, y su sucesor, Aitor Esteban. Una transición atípica y un sobrevenido semivacío de poder que estarían alentando maniobras de reposicionamiento interno potencialmente suicidas como la que se desarrolló ayer ante los ojos atónitos de quienes aún se esfuerzan por vender que, tras el amago de choque entre los dos veteranos 'jobuvis', el PNV llega reforzado y en calma al trascendental cónclave del frontón Atano III.
La pulla lanzada por el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, contra el diputado general de Álava, a quien tildó de «egoísta» por defender el trazado vitoriano por encima de la «visión de país», oculta el tradicional pulso entre territorios, pero también el intento de las distintas familias del partido por sacar tajada del momento de confusión interna que precede a la entronización de Esteban el próximo día 30. Cuando Goia, cruzando líneas rojas que hacen bueno aquello de que hay amigos, enemigos y compañeros de partido, atribuye «otros objetivos» a Ramiro González se refiere a los supuestos intentos de los jeltzales alaveses, que no parten en la mejor situación de cara a las muy reñidas elecciones municipales y forales de 2027 en el territorio, de «aprovechar» el ínterin entre mandatos para «condicionar» la posición del nuevo EBB y apartarle de la que, insisten, ha sido siempre la oficial en el partido y en el Gobierno, plasmada en las alegaciones que en su momento presentó la exconsejera Arantxa Tapia, defendida «en Madrid y en Bruselas», que el TAV enlace con Navarra por Ezkio.
«Había que pararlo, en Gipuzkoa hay asombro», apuntan, a pesar de que González ha cedido protagonismo en este asunto al PSE alavés -con destacado papel de su próximo líder, Javier Hurtado, y de la alcaldesa Maider Etxebarria- y de que ayer prefirió no hacer sangre tras la andanada de su compañero de filas y optó por una respuesta elegante.
Si se mira desde la otra perspectiva, la más crítica con el alcalde donostiarra, distintas fuentes internas del PNV coinciden en atribuir la salida de tono al «nerviosismo» de Goia y a sus intentos por ganar «protagonismo» tras haberse quedado «estancado» en sus aspiraciones internas y sin demasiadas perspectivas de repetir como candidato a la Alcaldía donostiarra dentro de dos años. Enfrentado al 'aparato' guipuzcoano y a Egibar tras ver frustradas sus expectativas de pasar al GBB o incluso al Gobierno vasco, se retiró de la liza territorial en primera vuelta pese a haber pasado el corte de las asambleas. Su estrategia es otra, para algunos buscar el sello personalista al estilo de alcaldes como Azkuna u Odón Elorza, y «dar que hablar», como demostrarían sus recientes posicionamientos contra la tardanza del Gobierno vasco en poner en marcha la tasa turística o contra la reducción de toldos en la playa de La Concha por la Ley de Costas.
Lo relevante no es a qué motivos obedecen los bruscos movimientos internos en el PNV, sino el daño reputacional que esa imagen de zancadilla permanente y de personalismos rampantes hace a la imagen de marca.
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