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Demos la vuelta, por un instante, al irónico parlamento con que Alberto Núñez Feijóo contraprogramó este domingo el Congreso Federal del PSOE, ese cónclave que empezó como en Numancia, con toneladas de resistencia épica, y acabó al mejor estilo Sánchez, al ataque y porque yo ... lo valgo. «Aguanta, Pedro, no dimitas; no mereces irte con honor», espetó el presidente del PP desde Valladolid mientras el líder socialista se conjuraba en Sevilla para «volver a ganar las elecciones» autonómicas y generales en 2027, una aspiración loable si no fuera por un pequeño detalle, que el PSOE las perdió en 2023.
Pero la realidad, y la aritmética, son para Sánchez convencionalismos incómodos que estorban su vocación de permanencia y de poder. Ya entonces, celebró los resultados del 23-J como una contundente victoria con aquel recordado 'somos más'. Aún hoy es difícil identificar el 'somos' en el heterogéneo engrudo de socios circunstanciales que le sostienen por interés propio y 'malmenorismo' y le zahieren al mismo tiempo con toques de atención, como el que ayer le dedicó Junts al rebelarse contra la anunciada empresa pública de vivienda.
Pero tampoco eso importa demasiado. El propósito real del cónclave de Sevilla, despojado de toda discusión interna -'gracias, compañera', despachó Juan Espadas la intervención de una militante crítica de Izquierda Socialista que pedía debatir antes de votar- era no sólo el cierre de filas ante los numerosos frentes que amenazan con hacer explotar la burbuja sanchista, sino, sobre todo, la autoafirmación en base a una fórmula tan manida como efectiva, la del enemigo externo que sirve de pegamento resiliente ante la adversidad. En este caso, el enemigo puede ser casi cualquiera, a saber: la derecha, la ultraderecha, Trump y cualquiera de sus epígonos, los jueces (ay), el negacionismo, el pesimismo gris ceniza, Pérez Reverte, el 'prime time', Pablo Motos...
El enemigo, más que una amenaza real de regresión democrática, es una amalgama informe de conceptos hábilmente manejados por Moncloa y sus guionistas, al corriente del rechazo que generan en buena parte de la población, y de la adhesión acrítica que a su vez procuran al que los blande en beneficio propio. De eso iba el congreso de Sevilla y, en ese sentido, fue un éxito: difuminación de los frentes abiertos en varias federaciones autonómicas y aclamación a la búlgara de Sánchez, que aprovechó para dar a entender que no sólo pretende agotar la legislatura sino volver a presentarse en 2027.
Demos la vuelta, pues, al 'aguanta, Pedro' de Feijóo, muestra de la impotencia opositora, y cambiémosle la puntuación. ¿Aguanta Pedro? La pregunta se la hacen muchos votantes, seducidos por la leyenda del resistente o bien hartos de su buena estrella. La respuesta, posiblemente, no está escrita aún, y sólo dependerá de hasta qué punto el enemigo externo -la España casposa, como concepto- resulta ser más poderoso que las fichas de dominó -Ábalos, Koldo, Aldama, el 'caso Begoña', el fiscal general- que amenazan con hacerle caer.
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