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j. a.
Lunes, 6 de junio 2022, 01:04
La Parte Vieja donostiarra se ha convertido en los últimos días en un escenario inédito de enfrentamientos entre jóvenes de ideología de izquierda abertzale, que salieron a la superficie la pasada semana por la disputa en torno a la propiedad de unos enseres en ... el antiguo gaztetxe de la calle Kanpandegi pero que ahora revela ya un pulso por el espacio juvenil radical. Tras aquel episodio, en el que se llegó a las manos, en la tarde noche del sábado se produjo una nueva agresión a un joven, que fue denunciada por Alde Zaharreko Gazte Asanblada, que ha acusado, crípticamente, a jóvenes 'socialistas' del hecho, en una alusión a Gazte Sozialista Koordinadora (GSK), un movimiento disidente con la estrategia de la izquierda abertzale.
El hecho se enmarca en el clima de tensión entre diferentes facciones de la izquierda abertzale. Twitter y otras redes son el termómetro del cruce de mutuas acusaciones, envueltas en versiones contradictorias. Gazte Asanblada ha pedido en las redes «autodefensa» para hacer frente a las agresiones a los jóvenes. Al parecer, aunque este dato no ha podido ser confirmado, el agredido es el joven que subió a las redes un vídeo con los momentos previos del enfrentamiento.
La confusión llegaba con la interpretación de GKS, difundida también en las redes, y que reconocía «una pelea normal, no un linchamiento» entre simpatizantes suyos y otros del colectivo Jarki, de corte más independentista, pero también disidente, y que integra la Gazte Asanblada. GKS denuncia que sus militantes son objeto de una persecución, dice que uno de ellos sufrió una «paliza», acusa a EH Bildu y a Sortu de alentar una «campaña de intoxicación» que «está fuera de control» y les pide «responsabilidad».
La disputa entre jóvenes de diferentes facciones de la izquierda abertzale empieza a generar inquietud en sectores de Sortu y de EH Bildu, que reconocen que plantea un problema de rivalidad que hay que saber gestionar con inteligencia. Oficialmente se guarda silencio y se evitan valoraciones, pero de puertas adentro se admite que no se trata solo de una anécdota, sino que tiene un contexto y unas consecuencias. Y se observa una creciente preocupación por la existencia de un pulso no resuelto entre los jóvenes de la izquierda abertzale de la línea oficial mayoritaria y los de la corriente disidente, que sobre todo está aglutinada en torno a Gazte Koordinadora Sozialista. La tensión es latente aunque a veces se expresa de una manera más explícita.
La fractura no es nueva, pero en determinados momentos provoca chispazos. No solo revela una disputa por la hegemonía en el espectro juvenil. La pugna se hace muy elocuente en determinados municipios. Se trata de una relación de fuerzas bastante desigual. Pero GKS ha tenido éxito en algunas de sus últimas convocatorias y es un dato a tener en cuenta sobre su grado de penetración en el tejido sociológico radical. En su momento el primer capítulo del desmarque se registró hace cuatro años en el movimiento estudiantil, con un distanciamiento de Ikasle Abertzaleak, contestado después por la línea oficial con la creación de Ikama, organización estudiantil más afín a Ernai, que son las juventudes de Sortu. Ikama tiene su campo de actuación en los institutos mientras Ikasle Abertzaleak se centra en las facultades universitarias. La batalla es frontal.
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