Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

«Estará negociando algo con San Pedro», ha escrito un amigo al conocer la noticia de su fallecimiento. Seguro que sí. Rodolfo Ares es el ejemplo perfecto del apparatchik clásico, para lo bueno y para lo malo. Por eso su adiós será recibido con ... pena y tristeza por algunos, y con cierta distancia por parte de quienes resultaron mal parados de sus muchos trueques y enjuagues.

Publicidad

Salió de la cantera socialista que fue el barrio bilbaíno de Otxarkoaga y en cuarenta años de trayectoria recorrió de abajo arriba, como se hacía antes, todo el cursus honorum político: de concejal a teniente de alcalde, de juntero y diputado foral a teniente de Diputado General, de parlamentario a secretario general, portavoz y alma mater del Grupo Parlamentario Socialista, de militante a número 2 de su partido, y finalmente mano derecha, controlador de la maquinaria y hombre para todo del lehendakari Patxi López. No se puede pedir más.

Pero Rodolfo no era de los políticos que se preocupan ahora por construir su currículum. Además de que vivía la política con la intensidad y regusto que se reservan para sí los políticos profesionales, ni distinguía entre su dimensión personal y la pública, ni se le caían los anillos por estar atento y atender las cuestiones menores que delatan un trabajo bien o mal hecho. Se escribió de él que lanzaba el córner y remataba de cabeza la jugada, que lo mismo coordinaba un gobierno que ponía las sillas para un mitin. El hombre en la sombra sin los que los partidos no llegan a nada, un hombre necesario, pero con ideas y criterio. Lo demostró en su política contra el terrorismo de ETA, y con él empezó de verdad el pulso desde un gobierno por deslegitimar a la banda en la calle, persiguiendo exhibiciones impúdicas, o desde un parlamento, propiciando que se oyeran voces que tenían mucho que decir allí. El conocido como Informe Foronda sobre los efectos de la violencia terrorista en la sociedad vasca no habría salido adelante sin su empeño, como ocurrió con otros textos y estudios de gran oportunidad e impacto. Su contacto diario con Pérez Rubalcaba está en el secreto de los meses previos a la rendición de los pistoleros.

Tenía mirada a medio plazo y tenía una idea sobre lo que le convenía a su partido en esa trayectoria. Por eso el resultado de sus negociaciones le generó tantos amigos como desairados. A veces acertó y otras no tanto, pero al menos tenía un criterio. Y sabía hacer también política en directo. El hombre en la sombra apagaba fuegos a diario e improvisaba soluciones a las que luego comentaristas y políticos de otra estampa y dicción revestían de inteligencia estratégica. La verdad es que él abastecía respuestas por teléfono al tiempo que le hacían la pregunta o le trasladaban la cuita.

Publicidad

Hombre de aparato, fue el gran defensor de la masa de independientes del gobierno de Patxi López, antes, en medio y después. Maquiavélico en su planta y en su manera de hacer política, era a la vez un sentimental, un tipo preocupado por cómo le iba la vida a esas personas que sostienen organizaciones como la suya y en las que nadie repara. Por eso un hombre que desde fuera se apreciaba como frío ha sido capaz en su definitivo adiós de provocar tantas lágrimas entre los que le conocieron un poco por dentro. Al menos, de los que no se tienen para siempre por mal parados por sus decisiones. La tierra le será leve, pero que San Pedro se prepare.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad