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Antes de convertirse en la política de la que todo el mundo habla por darle la bienvenida a Pablo Iglesias advirtiéndole de que la carrera electoral de Madrid no requiere más dosis de testosterona ni es una serie recién estrenada, Mónica García (Madrid, 1974) ... acumula ya un considerable bagaje político. Y anécdotas como para escribir un libro. Hasta quien no sigue el día a día del Parlamento madrileño puede recordar a la diputada que el año pasado hizo el gesto de disparar a un consejero del PP en plena refriega verbal -matizó que padece un problema muscular en el pulgar-. Era ella. O la que recitó desde el atril contra el Ejecutivo popular en 2019. «La legislatura ya ha terminado/ Y nos deja otro gobierno perverso/ Como en prosa no nos han escuchado/ Vamos a intentarlo en verso». Era ella.
Basten estos dos ejemplos para explicar que García es algo más que la candidata de Más Madrid para los comicios del 4 de mayo y la líder 'errejonista' que se niega a plegar velas ante un Iglesias en modo 'veni, vidi, vici' sin plantar batalla. Es su rasgo principal, porque siendo la portavoz de la cuarta fuerza de la Asamblea ha conseguido emerger como azote del Gobierno de Ayuso por encima de todos los demás gracias a su verbo fácil y afilado. «No me des mucha caña mañana, Mónica», le pedía hace unos meses la propia presidenta madrileña cuando se cruzaron paseando en El Retiro la víspera de un debate. Debe ser eso de que los polos opuestos se atraen, porque la relación entre ellas es buena pese a que sus adversarios les reprochan lo mismo a ambas: «Hacen política desde la trinchera».
Quizá sería más correcto asegurar que Mónica García hace política desde el quirófano. Trabaja como médico anestesista en el 12 de octubre desde hace dos décadas y lleva a gala la decisión de compatibilizar el puesto con su carrera parlamentaria. También con su condición de madre de familia numerosa. Tiene tres hijos. «Un pie en la asamblea y otro en el hospital», suele decir. El origen de una carrera meteórica fue la oleada de privatizaciones en la sanidad madrileña que anunció el Gobierno de Esperanza Aguirre en 2012. García se convirtió primero en la portavoz de la Asociación de Facultativos Especialistas y después de la Marea Blanca que recorría los domingos la capital.
En plena irrupción de la nueva política, a Podemos le costó convencerla. Y no fueron ni Pablo Iglesias ni Íñigo Errejón, sino el primer candidato del partido morado a la comunidad de Madrid, José Manuel López. En 2015, la formación irrumpió con 27 escaños en la Asamblea. Mónica iba en el número 26. Logró su asiento por los pelos, pero su ascendente no ha parado de ampliarse. Primero en Podemos, donde pasó de ser «un alfil potente» a cabeza de cartel gracias a la salida de los referentes del partido en la comunidad –López, Ramón Espinar...– y a los debates de altísimo nivel sobre sanidad que protagónizó.
En 2019 llegó la escisión y Mónica García se sumó al proyecto de Más Madrid. Primó el entorno de Errejón más que el propio líder. También, claro está, la posibilidad de convertirse en candidata a la presidencia y subir un escalón. Los meses de pandemia los ha subido todos de golpe, cuando se ha enfrentado a Ayuso desde su doble papel de diputada y sanitaria en ejercicio. «Lo mejor que tiene es que es lo que se ve y lo que se le oye, no tiene la teatralidad de otros políticos», explican quienes la conocen. La animadversión del PP quedó clara cuando pidió su dimisión tras filtrar que había cobrado como diputada estando de baja como anestesista, hecho que la propia García había advertido antes a la Asamblea para que se subsanara.
Su viral respuesta a Iglesias ha acabado por poner el foco sobre ella. Queda por ver si será suficiente, porquela falta de popularidad es su gran caballo de batalla. En noviembre de 2019, en la campaña de las generales, estuvo en Bilbao junto a Errejón y Rita Maestre. «¿Quién es esa?», cuestionaban algunos asistentes al escuchar su potente discurso. Sigue teniendo el mismo problema. Incluso en su comunidad. «Lleva seis años en la Asambles pero mientras a Mónica la conoce el 20% de la gente a Iglesias lo conoce el 150%», dicen desde el entorno de Podemos. Si resiste la guerra fratricida, la izquierda madrileña tiene referente para rato.
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